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domingo, noviembre 24, 2024

Piero Sraffa y el barbado de Alemania: ¿superación de la cuota de beneficio o un fraude intelectual?

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Lo de Sraffa no únicamente es motivo para carcajadas…

Nada garantiza que la mercancía “… no esté … (ligada al significante amo) … después de la revolución socialista”. Jacques-Marie Émile Lacan

Yo soy “… marxista …” Piero Sraffa

El seguidor del vienés dice tamaña barbaridad en El Seminario 17, que es sobre “el reverso del Psicoanálisis”. Nos surge un dislate de proporciones, a causa de que en el socialismo imaginado por el amigo de Engels (que para mí, es un anarco socialismo, al que le sigue un anarco comunismo…), YA NO HAY MERCANCÍAS.

Si las hubo con Lenin en la ex URSS, cosa de Il’ich, del leninismo y de determinado marxismo, pero no es siquiera un tema de interpretación, dado que en numerosas ocasiones, el distanciado de Bakunin enuncia que el socialismo tendría que ser el fin del uso del dinero, de los precios, de los salarios, de la compra y la venta y en consecuencia, del funcionamiento de los productos como objetos de adquisición o en tanto mercancías.

Ahora; Lacan arroja esa frase delante de un auditorio de los ‘70, por lo que marca no sólo el grado de denegación del propio Jacques respecto a Marx, sino la intensidad de la resistencia de los intelectuales que asistían a los cursos de Lacan, para consultar al compañero de Wolff. Si la “crema francesa” reprimía el conocimiento del admirador de Engels hasta ese punto, imaginemos lo que quedaba –y todavía queda, lamentablemente–, para los auto calificados “militantes”, que en esa época y ahora, no van más allá, y con un esfuerzo prometeico…, de las sencillas Tres fuentes… de Lenin (y eso es todo Marx para los tales insurgentes).

Lo de Sraffa no únicamente es motivo para carcajadas, sino que es una tomadura de pelo, ya que es sabido que él “altera” la ecuación de la tasa de lucro, corrigiendo un “error” del traicionado por el Siglo XX.

En uno de los reportajes diseminados por Salta 21, dijimos que Piero no es ricardiano ni neo ricardiano y menos, marxista, sino su propia Escuela –“clicar” en http://www.salta21.com/Restaurar-al-verdadero-Marx.html (sábado 12 de marzo de 2012): el turinés es sraffiano y nada más.

Pero para revelar el fraude intelectual que es Piero, al emplear la Matemática con horizontes ideológico–políticos en defensa del capital y de la comuna burguesa, tenemos antes que ofrecer alguna información acerca de la cuota de beneficio.

¿Qué es la “tasa de lucro” y qué conlleva, en el fondo?

La competencia entre capitales, entre otros factores, suscita una cuota media o estadística de ganancia, beneficio que por igual es medio o “probabilístico”. Cuantifica la distribución de la plusvalía que el mercado le asignaría a cada empresario, según el monto de lo arriesgado en el negocio. No obstante, la tasa muestra que, a fin de que un capital dado pueda mantener un alto coeficiente de valorización, debe empujar a las fuerzas creativas y a las potencias del trabajo a elevar, fuera de cualquier rasero previo, su productividad. Con ello, el capital se incrementa en su “ribete” objetivo, en su parte constante (en máquinas y en materias primas), pero disminuye en su fracción subjetiva, en tarea viva –Vol. II de los Grundrisse: 49, 62.

Como el plusvalor surge de la explotación de la fuerza laboral, la merma relativa de la cantidad de obreros atareados por un capital con una composición considerable en tecnología, “abolla” la cuota de lucro. Ésta disminuye y entonces el capital encuentra problemas de valorización, o sea, de crecimiento. Por ende, cuando nos anclamos en el registro de la tasa de ganancia, el proceso de incremento ya no puede ser sencillamente “ampliado y sostenido sin cesar”.

En consecuencia, la cuota de lucro (atractor y “fractal”), que debiera ser la que otorga coherencia y cohesión al sistema de exudaciones de espectros, cojea. Por ende, si el descenso del beneficio es concebido en términos de las dificultades progresivas que encuentra el capital para su reproducción en escala extendida, el valor automatizado se presenta en cuanto artimaña inadecuada e irracional, de acuerdo a sus propias metas, para la continuidad de lo social en la historia.

Análogamente, si la merma de la ganancia indica un alto desarrollo de las fuerzas creativas y un incremento en la producción de valores de uso, pero el capital no puede reconducir estos rasgos a su lógica, las potencias genéticas y el tesoro tienden a huir de su figura económica estrecha.

Por lo que antecede, la economía, en tanto esfera subordinada al capital, viene a ser así, una herramienta defectuosa para solucionar los asuntos de reproducción de lo humano. La “declinatio” del lucro, manifiesta esa pobreza del poder de lo económico, respecto a la complejidad desbordante de lo colectivo.

Desde otro plano, el desnivel del beneficio expresa, de manera indirecta, la concentración del capital y, en consecuencia, la altura de su fuerza, como también el grado en que ese poder se enfrenta a los poderes constituyentes de los individuos. La baja aludida significa que los hombres no pueden ser eternamente dominados por una contradicción entre una potencia que ellos mismos constituyen –la fuerza social abstracta del capital–, y el poder que detentan para vincularse con maravilla (que, sin embargo, es canalizado con el horizonte de objetivar sus fuerzas positivas en un ente ilógico –el capital como potencia inconsistente e irreal de lo social, devenida autónoma respecto a la voluntad libremente concertada de los agentes).

Por último, si el desarrollo de la riqueza y de las fuerzas productivas es una señal de la capacidad de movimiento de lo humano, y si ese despliegue no puede ser completamente administrado por el capital en virtud de las dificultades envueltas en la caída de la tasa de beneficio, el movimiento, el carácter de sociedad/flujo de la comunidad de individuos, escapa cada vez más de los lineamientos instalados por la “flacura” del valor que se autoincrementa. En otras palabras, la disminución progresiva de la cuota de ganancia sugiere que lo social únicamente puede ser un puro devenir, sin dar lugar a formaciones semióticas –ideología, ciencia, etc.–, económicas (el capital, la propiedad privada, el dinero) e institucionales –el Estado, la burocracia, etc.–, anquilosadas frente al obrero universal, cuando mujeres y varones emancipen ese discurrir de las dialécticas constituidas.

El planteo de Sraffa

Ignorando si podré o no, redactar una obra en desmedro del turinés, me coloco en la situación de invocar una buena parte de lo que escribí en 2010 contra su Producción de mercancías por medio de mercancías. Preludio a una crítica de la Teoría Económica (1965).

Lo más evidente a decir es que el libro de Sraffa no es una deconstrucción, sino una “crítica” que es una defensa ideológica y política del capitalismo, protección que se concreta en nombre de la Ciencia y que se encubre con matrices. La alucinada deconstrucción es una apología de la “economía de mercado” y por consiguiente, el turinés se ubica en lo que Marx dijo que se llamaba “economía vulgar” o sicofántica, en oposición a una economía racional o “científica” –however, no porque lo fuera, porque para el engelsiano es imposible que ninguna Economía sea una ciencia nunca, aunque Adam Smith fuese más “objetivo” que un economista vulgar.

Lo segundo a enunciar es que la “crítica” no es en desmedro de la Economía hasta el instante en que el deshonesto de Sraffa, se presenta en la tarima, sino que es una supuesta “deconstrucción” contra Marx, y orientado contra determinado leninismo y marxismo, que Piero confunde con lo que taló el refugiado en Londres.

Ni crítica, sino apología; ni desmantelamiento de la Economía, sino de Marx, de cierto leninismo y de determinado marxismo.

Lo otro a colorear es que mal principia si considera que el admirador de Wolff era un economista, a causa de que no lo fue jamás.

Tampoco Sraffa es ricardiano o neo ricardiano; es su propia Escuela; el turinés es sfraffiano y no cruza su barrera.

En acuerdo a lo que expone, diferencia entre una “génesis simple de productos” o una comuna con producción sencilla, donde se consume lo que se crea, y una “gestación conjunta de objetos”, sociedad que produce excedente.

El tema en esto es lo siguiente. Que la colectividad con “génesis simple de productos” es una comuna que en la práctica, es de trueque. Empero, en una “creación sencilla de objetos” que sea de trueque, en la cual Piero no distingue (como sí lo hace Marx) entre trueque simple y enmarañado, no hay precios, de cualquier forma en que se los defina. Para el acorralado en Bélgica, los precios asoman cuando la circulación está muy desplegada –esto es, existen colectividades en las que puede haber circulación y sin embargo, en las que no hay precios en ningún sentido.

La otra trapalada de Sraffa es que adelanta con Voces de “Apocalipsis”, que descartará la
hipótesis del valor/trabajo, para ocuparse de los precios y luego, en los hechos y por el abordaje matricial de su estafadora obra, no se atarea con los precios.

Acá, el eje radica en que, para eliminar la teoría de la faena–valor, con lo cual deja de ser ricardiano o neo ricardiano, apela a los precios, con la excusa de enfocar la producción de mercancías a través de mercancías. ¡Pero las mercancías, a pesar de que no pertenezcan a una colectividad burguesa, sí detentan precios!

El mecanismo retórico asociado con lo explanado es que, en sus ataques “indirectos” y cobardes a Marx, del tono que le posibilitó una vez, la caradurez de enunciar que él, Piero, era… ¡marxista!, es que, cuando tira la hipótesis del valor/trabajo para comprender los precios, para abandonarlos a fin de sopesar las mercancías en su puridad, que es una “blancura” de artificios matemáticos, no considera los precios de producción, a los cuales debe estudiar para demoler la tasa de lucro del alejado de Bakunin, con su famosa “corrección” matricial a la cuota de ganancia.

En simultáneo a todo ese merengue, la citada alteración matemática de la tasa de beneficio no se apoya en el desvío de los precios de producción con relación a los valores, sino que se afinca en los precios, que encima, no son precios de producción, tal como lo anticipamos. Sraffa inventa una matriz de una cuota de lucro corregida, pero sin acudir ni a los valores ni a los precios de producción, sino a los precios que se componen en el nivel de la circulación y que son uno de los últimos tipos de precios, que se vinculan con la oferta y la demanda por ejemplo, que Marx analiza (López, 2010: nota 14, p. 135 –http://www.eumed.net/libros/2010c/715/index.htm). En esas condiciones, articulando una matriz “apuntalada” en los precios de circulación, que no era el Problema, ni el Tema ni el Objeto de enfoque del engelsiano, es obvio que logrará cualquier cosa disímil a lo de Marx, sea una ecuación alterada o no, matricial o no. Id est, Piero no estudia algo que por lo menos, se asemeje a lo que analiza el suegro de Lafargue, sino lo que a él se le antoja. ¡Es parecido a acusar o “corregir” a Freud, con el pretexto de que en su estudio del Inconsciente no tuvo en su mente los efectos estrambóticos de las partículas de alta energía! Tal como en Sigmund el análisis del deseo no poseía nexo con lo subatómico, así, lo que discute Marx, no guarda ni un pequeño enlace con lo que escribe el turinés.

Ya las fisuras que se indican son de consideración; ahora siguen detalles que son inacreditables.

El primero es que Sraffa anhela encontrar una mercancía “patrón”, equivocación que no había zurfilado el yerno de von Westphalen. En un comienzo, la mercancía patrón (el turinés evita como la peste, hablar de “valor de cambio”…) es un objeto real; f. i., el trigo –similar en ello a Ricardo (pero es lo único que detenta en común con él). After, de golpe, de repente y a los golpes, nos “enteramos” que la mercancía “patrón” –y aquí no sé dónde acentuar…– es… ¡una ecuación matricial! y se vuelve una mercancía razón o una razón “patrón” (se puede imaginar que todo esto es una befa, mas, no; el turinés habla… ¡en serio!).

No es siquiera necesario recordar que en ninguna sociedad históricamente existente, en las que haya mercancías, nos topamos con mercancías que no tengan precios y que además, se refieran todas a una mercancía patrón, para establecer algo que es como el “precio”–simiente, aun cuando no haya precios en los chiflademas de Sraffa, con el que se compararán las mercancías (mercancía “patrón” que deja de ser un ente real para ser una ecuación –es decir, una abstracción sin asidero en lo concreto).

Para coronar este hojaldre, Piero no argumenta cómo se reproduce el capital; no debate cómo se amplía esa reproducción; no tipea cómo se acumula el valor déspota; no argumenta cómo afloró en la Historia real, salvo incurriendo en “robinsonadas” como la de las comunas con génesis sencilla de productos; entre otras cuestiones.

La cereza de la “obra” es que las matrices que emplea… ¡dan precios negativos! Los obsecuentes académicos no marxistas o anti marxistas, dicen sin empacho que es una “anomalía” de estribaciones menores, ante el “gigantesco” aporte de Sraffa a la Economía.

Curvatura 1

Lo otro que quiero proferir es que lo que, con ecuaciones artificiosas, “intrincadas” al vicio y artificiales, se denomina teorema del punto fijo de Perron/Froebenius, no es otra cosa que los precios “medios” de producción de Marx, alrededor de los cuales orbitan el resto de los precios –precios “medios” de producción que no son los precios de producción con los que el enamorado de Jenny, labora para arribar al tema del beneficio (esos precios “medios” son precios derivados…).

“Desvío” 2

Por último, desearía refutar un silogismo tramposo en contra del nacido en 1818.
El argumento es que existe una incoherencia en tres fórmulas o ecuaciones en Marx, puesto que su pensamiento solicita que se conserven los tres coeficientes, lo cual es improbable, sin enlodarse en contradicciones. Y si se elige, una o dos de tales ecuaciones, pues hay que desechar o re articular hondamente, las intelecciones del suegro de Aveling.

Acotemos la tasa de plusvalía como Tp = plusvalía extraída/valor de una “nube” de mercancías: Tp = p/v [1].

Definamos la composición orgánica del capital, según Co = capital total –constante + variable–/valor: Co = ct/v [2].

Acotemos la cuota de ganancia como Tl = p/ct [3].

Podemos definir la cuota de beneficio como Tl = [(p/v –Tp–)/(ct/v –Co–)] [4]. En la medida en que la composición orgánica se abulta, queda una ínfima porción de supervalor para que mude en ganancia.

[4] da Tl = Tp/Co [5].

Ahora, obtengamos una definición alterna de Co. Por estrategia matemática, acotemos a C0 como = [(p/v) – (p/ct)]/(p/ct).

Recordemos que (p/v) era Tp; que (p/ct) era Tl, por lo que Co es = [(Tp – Tl)/Tl] [6]. En la escala en que la tasa de beneficio se agranda, la resta entre la cuota de plusvalía y la tasa de ganancia, se vuelve comparativamente, más pequeña. O lo que es lo mismo, a medida que se incrementa la cuota de beneficio, la composición orgánica del capital es menor. La tasa de lucro y la composición orgánica están en relación inversa.

Lo que esto significa es que la cuota de plusvalía –Tp– y la de ganancia (Tl), son idénticas para todos los sectores. Pero también implica que la composición orgánica del capital Co, es igual para todas las esferas de producción, lo que no es factible, dado que para estipular la cuota de beneficio Tl, Marx partió de que había competencia entre capitales con distinta composición orgánica y que cada cual, sacaba una ganancia proporcional a esa composición.

Presentados los silogismos, existen dos maneras, entre otras, de eludir la aparente inconsistencia.

La primera es que el oriundo de Tréveris, dice que, AUN CUANDO HAYA UNA CUOTA ESTADÍSTICA DE BENEFICIO Tl, la competencia entre los capitales lleva justamente, a que se aplane lo más que se pueda, la composición orgánica Co, para que casi todos los empresarios o la mayoría de ellos, extraiga lo máximo de Tl. Por ende, NO DETECTAMOS NINGUNA INCOHERENCIA.

La segunda forma de rebatir el argumento que asoma ingenioso es que SE PUEDE CONCEDER QUE Co sea igual o “tendencialmente”, similar en las principales ramas de producción. De hecho, Marx estipula que Co debe ser a la larga, casi igual, al menos, en los sustanciales ámbitos para la génesis de objetos.

La tramoya se encuentra en que en las ecuaciones no se insertó al tiempo o a khrónosni se agregó la “tendencia” de mediana duración, de que Co sea lo más idéntico plausible, en el estrato de lo real e histórico, en la mayoría de las esferas claves de la producción y no en ese universo absurdo de la Matemática ciega, ideologizada, malversada, etc.

Esta clase de economistas “sofisticados” pero ridículos y que causan sonrisas, son unos pistoleros académicos que se arrodillan ante su Opresor, similar a como Vader se inclina siempre como el niño esclavo que nunca dejó de ser, ante su Emperador…

Es tarde; quizá afloró la Luna opalina; entonces “… precipitamos nuestros pasos en la noche … (Las) encinas …, el campo solemne … (son) … los testigosdel impulso que nos arrastra y nos embriaga … (en un) … tributo melancólico (a) nuestro delirio … ” –la cita reconstruida es de Marcel Proust y fue traída a colación en una entrevista de un viernes 2 de julio de 2010, en http://www.salta21.com/El-Cosmos-de-Karl-Marx-en-el.html, por otros motivos y con otros fines que los del ahora, hoy, mañana (sea en el amanecer, a la tardecita o en la noche), que me empujan a un “adiós”, delirando –no se puede pensar alrededor de Carlitos, sin delirar, para los otros…, de alguna extraña forma; sí.

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