El sábado 24 de noviembre cerca de las 20:45 con demoras por la tormenta, se presentó en el Salón Auditórium la obra “La violación de Lucrecia”, adaptación de Maffía de un poema de William Shakespeare.
La actriz fue convocada por el Foro de Mujeres por la Igualdad de Oportunidades, Asociación sin fines de lucro (Salta) y por RATT Red Alto el Tráfico y la Trata (Argentina) por la eliminación de la violencia contra la mujer. Contó con la adhesión de la Comisión de la mujeres (Universidad Nacional de Salta). La obra se realizó a propósito del Día Internacional contra la violencia de género que se conmemora el 25 de noviembre.
Maffía es Lucrecia. La entrada al texto de Shakespeare es excelente. Mónica interpreta a una lectora de las obras del reconocido dramaturgo inglés, quien recibe el libro en su casa, comienza a leerlo y es así como nos hace formar parte de la historia de corrupción de Sexto Tarquino, hijo del Rey Lucio, quien rivaliza con otro General, Colatino, por el tema de la infidelidad de las mujeres. Como Tarquino descubre que su esposa le es infiel, pero Lucrecia, mujer de Colatino no lo es y en cambio es casta, decide violarla. La narración es lo que la actriz y directora de su propio unipersonal logra condensar magistralmente y se convierte en representación. Con la más que lograda actuación de ciertos momentos claves de la tragedia, nos sumergimos en la trágica historia de Lucrecia, mujer que al ser manchada en su honor, decide quitarse la vida no sin antes contar la verdad de lo sucedido a Colatino, en manos de quien quedará la venganza por la injusta muerte de su fiel esposa, ayudado por Brutus.
Maffía es Lucrecia. Atraviesa el escenario con su dolor a cuestas, después de implorar a su verdugo, su lamento se logra oír en el silencio de la sala. Un silencio de siglos de violencia contra las mujeres. La poética de la levedad invade la escena. Un “intocable” del poder ha convertido la violación en un hecho político pues el pueblo sale a las calles, se pone fin a la monarquía y se da paso a la república.
La dramaturgia conserva el espíritu de las tragedias shakespeareanas por el empleo de recursos estilísticos y expresivos en conexión con la poseía metafísica, el uso de una marcada musicalidad y discursividad del lenguaje que permiten una notable eficiencia y calidad textuales. El resultado son potentes imágenes que recrean la palabra en conjunción con algunas acciones de los personajes que ejecuta la actriz.
Maffía es Lucrecia. A partir de lo cual abre un debate acerca del abuso del poder, la violencia contra las mujeres, la necesaria intervención de la sociedad en los procesos humanos como parte de los procesos históricos y la obligación, tras siglos de impunidad, de poner fin a los abusos sexuales.
Después de la obra, integrantes del Foro de Mujeres junto a la actriz, debatieron con el público presente (femenino en su mayoría), el contenido de la propuesta como disparadora de problemáticas actuales. Se tocó el tema de cómo el mismo Estado condena a una mujer, como el caso de una nena que fue a abusada en Salta y una funcionaria del CIF culpabilizó a la víctima por ser “muy desarrollada”. Se habló de cómo se minimiza el delito cuando la víctima ya no es virgen entonces se “justifica” el abuso o la violación, igualmente si es una prostituta o una travesti.
La obra es original en el tratamiento de su temática y la realización y puesta en escena son muy buenas. Con muy pocos recursos la actriz desarrolla una compleja trama de situaciones con la síntesis justa para dar alas al planteo. Maffía se convierte en un personaje de Shakespeare que va por la vida reclamando justicia para todas las Lucrecias del mundo.