La vida social es una permanente confirmación de los que detentan el poder.
Últimamente (más que nunca) está visibilizado en la vidriera pública, aquellos que tienen “el sartén por el mango”, la manija de la realidad.
La novedad de estos tiempos, es que el pueblo silencioso quiere meter la nariz en las decisiones importantes, y no hay cosa más incómoda (para el poder) que el pueblo despierte del letargo al que lo someten, por las múltiples modalidades de manipulación reconocidas.
A ésta tarea colabora, por disponer para su suerte de una Presidenta de lujo ( jugada sin disimulo al destino popular) a costa de todos los “obstinados” que deliberadamente se esmeren en poner piedras en el camino, como si fueran ciudadanos “invitados” (casi extranjeros) en el territorio nacional. Me viene a la memoria mis abuelos maternos, que nunca sacaron los documentos locales, porque a pesar de su aferro al trabajo, sus miradas nostalgiosas, seguían estando allende los mares, pero su historia personal, lo justificaba ampliamente. Fueron expulsados, sin consulta, de su País de origen. El caso local está muy distanciado de este ejemplo, porque son argentinos separados de los símbolos “escolares”, como si no hubieran tenido infancia y la patria les resbalara como algo ajeno. Propiamente son Apátridas: (adj. Dicho de una persona que carece de nacionalidad). Para decirlo emocionalmente, no llevan el País en la sangre, son algo así como sangre de horchata (La horchata es una bebida), les da lo mismo cualquier cosa, no les importa nada. Alude mucho a la apatía, además de la indiferencia e insensibilidad.
El sentimiento de pertenencia
Del latín pertinentĭa, pertenencia que es la relación que tiene una cosa con quien tiene derecho a ella. El concepto, por lo tanto, se utiliza para nombrar a aquello que es propiedad de una persona determinada. A nivel social, la pertenencia es la circunstancia de formar parte de un grupo, una comunidad u otro tipo de conjunto. Es la satisfacción de una persona al sentirse parte integrante de un grupo. El sujeto, de este modo, se siente identificado con el resto de los integrantes, a quienes entiende como pares. El sentido de pertenencia supone que el ser humano desarrolla una actitud consciente respecto a otras personas, en quienes se ve reflejado por identificarse con sus valores y costumbres. Este sentido, por otra parte, confiere una conducta activa al individuo que está dispuesto a defender su grupo (en este caso el País) y a manifestar su adhesión, apoyo o inclusión a la comunidad de manera pública.
Un ejemplo de sentido de pertenencia puede encontrarse en la relación entre una persona y su País. El lugar de nacimiento, sumado a la crianza y la educación en un determinado territorio, genera un sentido de pertenencia que lleva al sujeto a identificarse con sus compatriotas y a desear que su nación tenga éxito a nivel económico/deportivo/social en general, por citar ámbitos globalizados con consecuencias directas sobre la vida de los individuos. En definitiva, el sentimiento de pertenencia habla de la necesidad que casi todos albergamos en nuestro interior de formar parte de un conjunto social: una clase, un grupo, una comunidad, una institución, etc. En el caso aludido anteriormente, son grupos despojados de este sentimiento, como si la crianza/la escolaridad (en todos sus niveles)/la familia/los amigos/la barriada, en fin, la comunidad no hubiera dejado ninguna huella, o es que algunas instituciones (como la educación privada, en todos sus niveles) fomentan esta verdadera enajenación
simbólica. Piensan, sienten y actúan como ajenos a la realidad nacional, ya que el País y sus dolores cotidianos, les resbala, como si todo le diera lo mismo; o mejor dicho, todos fuera únicamente a medida de sus intereses particularísimos.
En esa dirección están encaminados numerosos medios de prensa, que se esfuerzan por hacer de la mentira un emblema de lucha. Tergiversar la realidad es su flecha direccional, como si el retroceso nacional fuera su orgía de placer. Gozan premeditadamente con el fracaso del pueblo, lo que los ubica literalmente, en la perversión. Uno de los problemas más graves de una sociedad es caer en la indolencia ante hechos que deberían más bien levantarla. Donde impera la perversión, no hay comportamiento ciudadano, y hay cosas que se hacen que realmente son imperdonables.
Toda sociedad tiene su cuota de perversos, el problema es cuando estos perversos empiezan a tener poder y, lo peor, comienzan a estructurar REDES de perversión (en este caso, mediáticas) como lo son la red empresarial de medios gráficos/radiales/televisivos, que abarcan toda la extensión territorial, imponiendo como estilo de mensaje la CATÁSTROFE (el todo negativo) para quebrar el sentimiento de esperanza que está asociado, inescindiblemente, a la pertenencia. Un pueblo que tiene cercenada la promesa de superación, no sólo es un pueblo enfermo, sino un ciudadano empujado al abismo. Los apátridas unen esfuerzos para que el pueblo esté sumido en la confusión y la desesperanza, y el objetivo principal de este poder mezquino, es que en el pueblo reine lo desastroso, lo calamitoso, lo funesto. No les conviene un pueblo con una moral social elevada, porque actúa y piensa en contra de sus intereses económicos, que son los únicos que los guían.
El final de la fistoria
Decididamente la dirección de nuestra historia tiene que ser la elevación de la MORAL popular, asociada a su felicidad. Nuestra trayectoria común (desde siempre) fue la derrota a la que nos acostumbraron, inexorablemente, estos personajes sin patria, de mirada oblicua a la Nación; pero por cierto que la Historia es dinámica y el cambio posible.
Tuvieron que venir nuevos dirigentes (una Mujer-Presidenta luchadora) a pegar un timonazo a la flecha de la historia y desenmascarar estos políticos-empresarios, bizcos para las cosas de la Patria, pero muy prolijos para sus intereses. El camino es largo/arduo y consecuente y así como actúan corporativamente los adversos del bienestar del pueblo, tendrán que surgir nuevos dirigentes políticos/periodistas/hombres de bien, con mirada “globalizada” hacia el todo y no estrechamente hacia el forro de sus bolsillos. Habrá que refrendar esa esperanza imborrable de: ¡La ilusión al poder!
– Fotografía de portada: La patria de los apátridas 2059 de Gabriel Gutiérrez (publicada en Letras Libres)