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viernes, noviembre 29, 2024

El Mº Jorge Lhez continúa al frente de la Sinfónica

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No sólo interpreta la música, la encarna.

La música clásica, culta, académica, elaborada o como se la quiera llamar, no es un producto comercial, no es para hacer dinero, no se puede medir en función de algún rédito económico. Es simplemente “alimento para el espíritu”, para el espíritu atribulado, para el espíritu exultante, para el espíritu inquieto, para el espíritu feliz, para el espíritu envuelto en la estrecha red de los problemas del diario vivir, para el espíritu culto, para el espíritu que aún no supo serlo. La música así calificada, no es sólo entretenimiento, aún cuando el ser humano necesite de él; es una circunstancia que le pertenece al hombre para ampliar su capacidad neuronal y para producir, incentivar, acompañar los movimientos del alma o sea las emociones.

Lo dicho me permite seguir pensando acerca del acierto de la formación de la Orquesta Sinfónica de Salta, de esa decisión política de fines de los noventa que pudo plasmarse a inicios de este siglo en una provincia periférica como la nuestra, de un país periférico como el nuestro. Y esto, a ojos de los grupos humanos que buscan permanentemente su superación, fue un acierto que cada vez tiene m´ss adeptos, que cada vez tiene mas oyentes, que hoy ya involucra los intereses de los públicos jóvenes cuyo crecimiento dará como resultado el iniciado público del mañana.

En esta ligera semblanza, llega una afirmación de Perogrullo: “una orquesta sin director puede dar un concierto, bueno, regular o malo, pero un director sin orquesta es nada”. Sin embargo esa figura que con su batuta, su conocimiento del material a ejecutar, con su técnica alcanzada luego de muchos años de preparación intelectual que incluye haberse convencido que la tarea directriz no termina en la mera marcación del tempo sino que va mucho más allá, está encaminada también, en lograr extraer del músico instrumentista, del productor de sonido, todo lo que tiene en su cerebro, en su alma, en su corazón para que el mensaje sonoro se aproxime al máximo a lo que quiso decir el compositor, esa figura -decía- es verdaderamente fundamental. Y no por un problema de poder sino de responsabilidad. Él y nadie más que él es el responsable de llevar al oyente lo que este necesita. Y esto convierte a la tarea de conductor orquestal, en una de las tareas más difíciles del ser humano.

La ley provincial nº 7072 por la cual se crea el Instituto de Música y Danza, organismo del que depende la Orquesta Sinfónica fue una gran ley que permitió la creación de ésta. Pero han pasado ya doce Jorge.jpgaños y en ese devenir han sucedido muchas cosas, buenas y no tan buenas. Por tanto es imprescindible reestudiarla para encontrar todos los puntos que deben ser “aggiornados”, mejorados, actualizados. Puntos que vayan cerrando las puertas de los lugares que inevitablemente llevan a la mala toma de decisiones, para que lo que resulte de sus correcciones solo conduzca a lo mejor, a lo excelso, a lo de primera categoría.

Una muy breve historia referida a los directores que tuvo la sinfónica local nos trae el recuerdo de un hombre, doctor en música recibido en EE.UU., el maestro venezolano Felipe Izcaray que además llegó comprometido con la agrupación sinfónica, con la provincia de Salta y su gente. Trajo a su familia con lo que él solía decir “es mi proyecto de vida”. Llevó a la Orquesta a ocupar el sitial nº 1 en el país en la anual decisión de la Asociación de Críticos Musicales Argentinos, entidad de seriedad indiscutible. Se mezcló con nuestra gente y se convirtió en un salteño más. Luego vino una decisión que lo dejó fuera del lugar que había ganado con arte, trabajo y honestidad para que en el año 2007, en el concurso trianual que se lleva a cabo para elegir el conductor de la orquesta, permitiera la aparición del Mº Luis Gorelik que al final de su gestión, me dejó la sensación de una tarea inconclusa. Lo sentí porque mi trabajo de crítico musical no me impide pensar y soñar como salteño. No es éste el lugar ni la oportunidad para analizar su labor pero el habitúe sabe de qué hablo. Luego llegó el concurso del 2010 que ganó el Mº Enrique Roel, el que intentó a todas luces mejorar la relación director-músicos-oyentes-funcionarios buscando instalarse en nuestra ciudad, obligación contractual obligatoria y ésto no fue posible concretar. Al menos, desde aquí, corresponde decir que el director, al estilo de los grandes del mundo, Haitink, Celibidache, Mehta, Solti, Maazel, Frübeck, Rattle, Masur, entre muchísimos otros, debe ser El MAESTRO, no el amigo. Debe saber cómo transformar la música en belleza. Lo cual implica también una fuerte dosis de disciplina en relación a sus dirigidos.

En este contexto y casi entre sombras, estaba la figura del que fuera joven maestro, Jorge W. Lhez, director asistente del grupo orquestal, nombrado siempre, como indica la norma, por el director titular, aprendiendo, madurando, con un importante bagaje técnico conseguido en su Córdoba natal, Buenos Aires, luego en EE.UU, Brasil. Con premios importantes en su haber. Que tuvo que tomar la posta del podio orquestal tras la inesperada renuncia del Maestro Roel. Y llegó su tiempo con el concurso de este año, realizado antes de terminar diciembre, vieja idea que concreta una antigua aspiración, en el sentido de hacer el concurso antes del periodo de receso, así es posible preparar el plan de los tres años sin resentir el tiempo del primero. Y lo ganó de manera irreprochable.

Me parece que Jorge Lhez tiene en su mente, que lo fundamental es el hecho artístico que representa la existencia de una Orquesta como la local y que su función es la de extraer de ella lo mejor que espera el destinatario de su labor, el oyente, el público. Lo veo formado para ese objetivo. El sabe que la música es un arte comunitario, a veces asentado en las raíces de una región o lugar pero generalmente asentado en las bases dadas por las expresiones sonoras hoy llamadas de estirpe universal. Existe una cadena indestructible que se ha ido formando a través de los tiempos, algunos de cuyos fuertes eslabones generan la continuidad de esta expresión humana. Algunos de esos eslabones fueron, entre muchos otros, Jacobo Handl, Palestrina, Bach, Vivaldi, Mozart, Beethoven, Brahms, Stravinsky, Shostàkovich, Kurtag, Part, etc. que han dado las ideas, descriptivas o no, para que músicos y conductores vuelen con los oyentes en ese viaje intelectual y emotivo, hoy imprescindible en el ser humano. La música enaltece a las personas. Y aún cuando estás no concurran habitualmente a los conciertos, ya tienen incorporada en su cerebro la seguridad de que estamos hablando de algo que en una comunidad no debe faltar porque también se trata de un fenómeno social.

En un orden general, el maestro, el conductor, no está al frente de la orquesta para enseñar a tocar un instrumento sino para enseñar cómo se toca en conjunto. Es muy común observar en una orquesta de cualquier lugar del planeta, que hay instrumentistas de tan alto Jorge2.jpgnivel que como músico individual hasta debe estar mejor preparado que el propio director. El Mº Lhez lo sabe y entonces su labor de conducción y de construcción artística tiene por objeto lograr que esos ejecutantes magistrales puedan desprenderse de sus propias individualidades para pensar que lo suyo es una parte del todo y su función debe ser cumplida teniendo en cuenta esa circunstancia. Otro tema es el ego, el amor propio, el “yo” mismo de director y dirigidos. Su existencia es inevitable, pero hay que aprender que primero está el compositor y luego los que comunican públicamente sus ideas. Y aquí es importante averiguar y saber que los signos escritos tienen un significado que está relacionado con muchos aspectos de la vida de quien los escribió. Este punto muchas veces determina en qué lugar de la escala está el director. Y por supuesto, también distingue la excelencia de la mediocridad, distingue el grado de compromiso que los pretendientes a conductor deben poseer, distingue los motivos por los cuales se elige a uno y no a otro u otros.

El concurso ganado por el Mº Jorge Lhez tuvo un jurado de notable prestigio. El maestro Miguel Ángel Gilardi, director de orquesta argentino que condujo de modo estable varias orquestas nacionales y como director invitado, varias más haciéndolo también con orquestas del exterior. Conocido en Salta por haber sido jurado en otros concursos de director durante los años 2001 y 2007, y por haber conducido la orquesta sinfónica local. El maestro Carlos Del Lungo, actual violín concertino de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Nacional de Tucumán con una prolífica trayectoria instrumental, que tocó bajo la batuta de innumerables conductores nacionales y del exterior. El maestro Carlos Alberto Sahagún (conocido como Lito Valle, famoso nombre de la música en nuestro país) en su carácter de pianista, compositor, director y arreglador sinfónico. El futuro lo dirá, pero desde aquí no sólo aparece como un buen trabajo de evaluación -conozco detalles de la labor del jurado- sino que también tengo la seguridad que eligieron bien, porque en estos tiempos y aquí, Jorge Lhez no sólo interpreta la música, sino lo que es más importante: la encarna.

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