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lunes, noviembre 25, 2024

Raíces de la memoria

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Salta.- El escritor wichí Laureano Segovia es autor de una obra impar. En sus libros se dan cita las leyendas y tradiciones que recopiló entre los ancianos y caciques de su comunidad. Segovia abandonó su oficio original –la carpintería – para dedicarse a difundir las historias de sus ancestros.

Por: Jesús Rodríguez – Revista Ñ – 10-05-08

La tarde salteña está sofocante en Misión La Paz, aquí en la frontera con el Paraguay. Solo, en una pieza con piso de tierra, el escritor wichí Laureano Segovia, está sentado frente a la computadora que compró con el salario que tiene de ordenanza en la Escuela Puerto La Paz 4128, donde trabaja desde 1986. Segovia, ya pisa los 58 años de edad. Casi todos, los vivió en Misión La Paz. La mesa que le sirve de escritorio, la hizo él con sus propias manos: era carpintero y por dedicarse a escribir las vivencias de sus ancestros, en 1983, dejó el oficio.

Con la paciencia que no le apura el paso, el escritor saca desde una improvisada biblioteca, los cuatro libros que escribió en su lengua materna, y que fueron traducidos al castellano por las editoriales que los imprimieron. De a uno los muestra como un tesoro que desenterró desde lo más profundo de sus antepasados.

En el 2005 la Secretaría de Cultura de Salta le editó OtichunajIhayis tha oihi tewok (Memorias del Pilcomayo). En este libro, recopila historias como la del arcoiris (Lawo,en wichí), que a él se la contó la wichí Ciriaca Ivire. «Antes los paisanos decían que el arco iris era una serpiente más grande que el viborón y que había matado mucha gente. Cuando la mujer tenía la menstruación se iba al monte y el arco iris la agarraba, los viejos tenían mucho miedo y no la dejaban salir, tenía que quedar en la casa nomás, porque había peligro. Cuando quería bañarse en el río, el arco iris se la comía, no se le escapaba».

Los otros libros que escribió son: Olhamel Otichunhayaj (Nuestra memoria); Lhatetsel (Nuestras raíces – nuestros antepasados); y Och ‘a tilhis lhamtes (Raíces del Chaco Salteño). Ahora va por el quinto, aunque él confiesa que «este es el último que voy a escribir porque estoy cansado» .

– ¿Cuál será su contenido?

Escribiré sobre la llegada de los pastores anglicanos en el año 1914 al Departamento Rivadavia, y cómo en 1923 llegan a la costa del río Pilcomayo, donde fundan la Misión San Andrés, después Misión La Paz.

– ¿Cómo era entonces esta región?

Nuestra gente habitaba en taperas, vestía tapa rabos y vivía de la caza y de la pesca. Antes no había escuelas y nadie sabía leer ni escribir. Fue así que los anglicanos les enseñaron a nuestros abuelos a hablar el castellano, y ellos aprendieron el wichí. En 1963, desde Salta, mandan un maestro y nace la escuela. Los anglicanos nos siguieron enseñando la palabra del Señor. Eso escribiré.

– ¿Cuándo se van los anglicanos?

Unos meses antes de que ocurriera la guerra de Las Malvinas, los anglicanos se fueron de Misión La Paz. Alzaron lo que se podían llevar, y sin decir nada, se fueron. Dejaron las máquinas de labranza, y las de la carpintería. Nunca más volvieron tal vez por miedo de que alguien les haga algo después de la guerra.

– ¿Cómo nace el escritor?

Tenía 21 años y quería saber cosas para que no se perdiera la identidad de nuestra cultura. Con mi cuaderno y la bicicleta, me iba al monte a buscar historias entre las 35 comunidades wichís, que habitaban a orillas del Pilcomayo, en el límite con Formosa, Paraguay y Bolivia.

– ¿Qué contaban los ancianos?

Antes, el cacique cuidaba a su gente. Se levantaba temprano, se acomodaba en su sitio, atizaba el fuego, y empezaba a aconsejar a los paisanos. El, decía a los jóvenes que no se debía robar a nadie, porque el que roba no va a vivir mucho. Siempre decía a los hombres que no debían ser borrachos.

– ¿Cómo llega a ser ordenanza?

El maestro que venía a dar clases, no los entendía a los chicos, y estos tampoco al maestro, es él el que me pide que le traduzca al wichí lo que él quería enseñar. En 1986, me nombran ordenanza, y no maestro bilingüe. Con los primeros pesitos compré una moto, y un grabador portátil y grabé 333 casetes con historias relatadas por ancianos y caciques, algunos ya fallecidos.

– ¿Leyó a Eloy Martínez, Sábato, Borges o García Márquez?

No los conozco. Ese material no llega aquí, y no los he leído.

– ¿Y el Martín Fierro? ¿Rayuela?

Nunca los leí. Pero alguna vez voy a buscar el libro Martín Fierro.

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