Discepolín, el original cuarteto salteño, sonó muy bien y además, le pudo dar exquisito gusto a cada página.
Salta, sábado 4 de mayo. Cuarteto Discepolín. Fernando Calleja (piano). Flavio Mastronardi (violín). Juan Ignacio Saenz (violín y guitarra). Ángel Lapadula (contrabajo). Recital de tangos. Sala de Pro Cultura Salta.
A pesar de comenzar con atraso, la espera tuvo su premio. El grupo mencionado en el epígrafe se dedicó a tocar tangos y milongas tradicionales con arreglos de cuidadosa combinación tímbrica e interesante material contrapuntístico producto de la inventiva y conocimiento de Lapadula, como por ejemplo el llamado “Afiches”. Previamente “Volvió una Noche”, también el conocido “Bahía Blanca” o el que hizo famoso Julio Sosa denominado “Nada” con su dramatismo a cuestas y así varios más de Mores, Dames, Di Sarli, Discépolo, Blasquez (este con arreglo de estilo piazzollistico) y otros. El original cuarteto sonó muy bien y además le pudo dar exquisito gusto a cada página.
Tres de ellas permitieron escuchar al atenorado y vocacional cantante Pablo Ibarra y ver a la etérea Ana Laura Garzón y a su guía y compañero, el macizo César Ferreira que con sutil categoría mostraron ataques, cortes y quebradas, con gran elegancia.
Hasta que llegó el “jefe”. Lo nombro así pues acaparó toda la atención con el generoso marco del cuarteto. Me refiero al veterano Raúl Anachuri, un bandoneonísta dominador de partitura y escena. Desde su versión de “Malena” en adelante, fue un muestra de jerarquía en su decir tanguero. Noche de la llamada “música ciudadana” que no solo muestra, una vez más, que la música se divide en dos tipos, la buena y la mala. En este caso de sonidos populares, la buena.