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sábado, noviembre 23, 2024

¿Hasta cuándo se es joven?

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Es necesario arrimar cierto equilibrio.

María Luisa es una compañera del taller de Tango; quien no sólo es de trato agradable, sino una buena tanguera. Cuando se baila, generalmente, se acostumbra a no hablar (sobre todo) para no distraer la atención de la pareja, ya que conversar mientras se baila altera el equilibrio de la partenaire (y no lo disimulan). Hablar implica, a la vez de los movimientos automáticos, activar los procesos de razonamientos, los cuales involucran los juicios en que se basa un razonamiento y expresan conocimientos ya adquiridos o, por lo menos, postulados como hipótesis; distinguiendo el razonamiento deductivo (estrictamente lógico), el razonamiento inductivo (donde interviene la probabilidad y la formulación de conjeturas) y el razonamiento abductivo (descriptivo), entre otros. Es decir, que el solo propósito de hablar, ya incluye un complejo articulado mental, que excede la paciencia femenina (o sea, su encanto natural); siendo las excepciones a la regla, imperceptibles.

Cometí la imprudencia de elogiarle una primaveral remerita de estación (de un delicado amarillo) y su solera al tono (de un suave color tiza), porque si en algo se destacan, es en el buen gusto para combinar las prendas de vestir. Quizá los varones, en este punto seamos menos detallistas o incluso, descuidados, siempre hablando de los antiguos, porque en la modernidad esto ya tiene otro semblante aproximado al Unisex. Es la marca de la época, pero ese es otro tema. Lo que dejó perplejo mi verticalidad fue la respuesta a este cumplido, de inmediato y con cierto tono impetuoso para la calidad del diálogo simplemente protocolar: “En la vejez, nada queda bien”. “Los viejos somos, por nuestra edad, feooss”, remarcando el adjetivo calificativo con un expresivo bailoteo de ojos (Cómo hablan los ojos cuando se quiere afirmar un dicho). Recordé (en el acto) la aseveración de Eugenia (otra que se las trae) que entiende, abusivamente, que el amor y el enamorarse no es cosa de viejos ¡¡!!. Suena exagerado, no?, pero es muy recurrente en las coetáneas maduras.

Entre estas dos engañosas exageraciones, queda poco margen para el optimismo existencial como para inútiles aclaraciones. Quedó flotando que la vejez, ante todo, es taxativamente, una antesala inexorable e inoportuno pasaje hacia el final de la vida. Que poco margen queda para el goce y para las fantasías e incluso para la convivencia, porque vivir con personas que arrastran esta mirada de las cosas, es ajusticiar la salud mental. Ya me advertía, mi carísima amiga Antonia, que ella eludía estos grupos de jubileo, porque los observaba, extremadamente, violentos y provistos de epidérmico sadismo: “De qué te reís tanto” “Qué te hace tan feliz” “Cuáles son tus extremadas alegrías” “Sos risueña, eh”. A la vez de asentirle, le corroboré, que son las tradicionales modalidades con que las generaciones pasadas, instrumentaban la educación escolar y subsiguiente. Eran, propiamente, los métodos controladores y represivos de nuestros padres y abuelos; luego implantados y añorados en las sucesivas dictaduras militares como si el molde se repitiera naturalizado.

¿Ser feliz, un derecho?

En honor a la verdad son arrastres atávicos que cada cultura y época instala como propios y naturales. Así como en el pasado lo pertinente era todo lo propiamente represivo y controlador; este tiempo, esta época, quiebra este modismo de exigencias y abre el permiso hacia formas (a veces para nuestro gusto) ampliamente laxas, que exasperan a los “antiguos” y presionan a nuevas adaptaciones. Son los tiempos, las épocas de lo inmediato/lo instantáneo y lo simultáneo, en donde las nuevas generaciones no se bancan la espera. Las satisfacciones y demandas tienen que ser, no ahora, sino ¡Ya! todo sujeto a los parámetros de las leyes del mercado.

Ésta época tiene coordenadas diferentes a la época anterior.

La época propone el imperativo de consumir, en todo rubro está el consumo. Es más, los propios sujetos son objetos de consumo, uno consume y es consumido en la televisión, en las redes sociales. Entonces el consumo es algo muy importante, pero a su vez en tanto lo que importa es el objeto de consumo el sujeto está despersonalizado, entonces no importa la persona una por una, importa que intervenga en el mercado del consumo. Si uno no interviene en el mercado de consumo está por fuera del mercado. Por ejemplo, la problemática de los jóvenes, se encuentran por fuera del mercado porque no son productores, entonces están segregados y ante esa segregación se lanzan con distintos síntomas: las adicciones, los tóxicos, la previa, los cortes en el cuerpo, los tatuajes, los intentos de suicidio. Quedan por fuera de lo que lo social demanda.

Para no alargar demasiado y buscando una reflexión final, digamos que el término medio sigue vigente y es necesario, en cualquier etapa etaria, no caer en las márgenes. Ni tan peludo que se peine las cejas ni tan calvo que se le vean los sesos. Que los viejos no se claven el puñal, anticipando los achaques ni los jóvenes se arrojen al vacío del arrebato. Es necesario arrimar cierto equilibrio a estos extremos, poniendo una cuota de alivio a las exageraciones extremas. El punto de vista medio o equidistante es aquél que se muestra en igual acuerdo o desacuerdo con todos los puntos de vista existentes. El Punto medio o punto equidistante, en matemática, es el punto que se encuentra a la misma distancia de cualquiera de los extremos. Si es un segmento acotado, el punto medio es el que lo divide en dos partes iguales. En ese caso, el punto medio es único y equidista de los extremos del segmento. Por cumplir esta última condición, pertenece a la mediatriz del segmento. En definitiva, estar en el medio de las realidades, que no es, precisamente, asumirse neutral.

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