La militancia creció en protagonismo.
Felizmente la artillería de correos “maniobrados” con que las fuerzas opositoras al gobierno nos tenían acostumbrados, cejaron en su intensidad al ser, reiteradamente, desembozadas sus segundas intenciones. Lenta y paulatinamente fueron puestos al descubierto, los diferentes “operadores” a sueldo que actúan a favor de intereses oscuros y contrarios a los beneficios colectivos, en donde el pueblo siempre hace las veces de idiota ante las operaciones de masa, mediáticamente dirigidas. Quizá una de las razones sostenidas sean las nuevas modalidades comunicativas, que interactúan como redes sociales y como las escopetas “recortadas” (el tiro sale al revés), los comunicadores embusteros son brusca e inmediatamente detectados en sus groseras y mentirosas manipulaciones. Este nuevo sistema informático de comunicación (Twitter/facebook), los llevó a atenuar, cuando no a desechar, sus propios oscuros propósitos. Algo así como la moraleja del pastorcito mentiroso que frustró la cascada de vertiginosas y mentirosas tramas comunicativas.
La Democracia fue instalando sus sucesivas defensas para contrarrestar la fuerza de los tradicionales ejes hegemónicos con que el poder dominante frenaba la espontaneidad popular. El perfil del pueblo, con su afán de madurez, fue creciendo lentamente (pero seguro) hacia una progresiva comprensión de las tensiones sociales y sus derechos de acceder a la verdad, en sus diferentes expresiones.
La militancia creció en protagonismo para ayudarle al ciudadano a progresar en su mayoría de edad y no caer en la tentación de los engaños de campaña ni en los espejismos de improvisados líderes implantados; casi como una bola de Casino cuando el croupier grita ¡No va más! , con la diferencia de que lo que se juega es el Destino de un País. En realidad, lo que se agotó es el patrón del guión dominante y su discurso manipulador traidor y antinacional, cabalgando en la oración económica neoliberal. Para decirlo en cristiano: se recuperó la dignidad ciudadana perdida en la oscuridad de las dictaduras pasadas.
En este largo proceso de elaboración democrática ciudadana, se dieron saltos cualitativos, superando las instancias mágicas con que el pueblo esperaba el milagro salvador. Así pasaron por los proyectores de la Historia, uniformes salvadores de la patria, que a la larga eran enormes estafas a la Fe de la Nación. El tamiz popular fue curtiendo en su sufrida piel, el polvo de la decepción y la derrota de los honestos. El poder hizo estragos en las expectativas y las culpabilizaciones colectivas que vieron a sus elegidos claudicar ante la impotencia, emplazada como incapacidad. Esta carencia repetida fue usada por el poder para instalar, arteramente, la idea del voto calificado, al mejor estilo de los tiempos conservadores en que a los ciudadanos se les birlaba los documentos. Era la etapa en que los ciudadanos eran tratados como infantes o incompetentes. Atrás quedó La Argentina infantil y no comprometida, para dar lugar a otra Argentina más deseada (a pesar de los resistentes al cambio).
La autoestima conseguida
Estos últimos años de la Política son un esmerado armado de la Autoestima colectiva, de la valoración positiva del sí mismo ciudadano. Fue imprescindible que la generación K, asentara las bases y la restauración de una autovaloración hecha trizas en su estado de ánimo. El estado de orden era un pueblo sumido en la derrota y el sentimiento de ciudadano perdedor (por no decir, perdido en la confusión). La tarea del matrimonio K fue gradual y persistente, porque el pueblo recibido estaba destruido en su expectativa íntima.
Los K recibieron un pueblo triste al mejor estilo de Menotti: incrédulo, desesperanzado, sin Fe y volcado a la magia de las procesiones religiosas, netamente mágicas. La mística política estaba borrada (reemplazada, primordialmente por la Iglesia) y, también, era una construcción pendiente de muchos lustros. Los K, en su condición de líderes, iniciaron un camino de nombrar las cosas porque todo estaba destruido y, curioso, sus primeras palabras fueron: “Vengo a realizar un sueño…” Lo que hoy suena rimbombante, era la declamación poética de una ilusión, con decisión férrea y panorámica, de que la población va aceptando y comprendiendo (con todas las contradicciones de clase). Se empezó, respetuosamente, a nombrar al pueblo e involucrarlo en un proyecto compartido, a hacerlo sentir útil e importante (necesario), casi imprescindible: “El país es el otro…”
Se diga lo que se dijere esta fue la misión K fundamental: restaurar y restituir la Autoestima ciudadana perdida en los gobiernos predecesores y poner en movimiento la intensa actividad política dormida en los brazos de la incredulidad. La ilusión vale un país y la defensa de la esperanza.
– NDR: Las ideas u opiniones políticas vertidas por el autor de la nota no representan la opinión de Salta 21.