Ha traído su arte, su personalidad, su afabilidad por varias veces desde 1984.
Salta, miércoles 21 de agosto de 2013. Teatro de la Fundación Salta. Recital de Ralph Votapek (piano) de Estados Unidos. Franz Joseph Haydn (1732-1809) Sonata en La bemol mayor Hob. XVI-46. Robert Schumann (1810-1856) Kreisleriana op.16. Ludwig van Beethoven (1770-1827) Sonata nº 27 en mi menor op.90. Franz Liszt (1811-1886) Sonata en si menor. Cuarto concierto de la temporada del Mozarteum Argentino Filial Salta, en homenaje a la memoria de Jeannette Arata de Erize, presidente ejecutiva del Mozarteum Argentino por más de medio siglo y presidente honoraria de la filial local; persona inolvidable a la que es preciso agradecer su infatigable labor en la difusión y puesta en acto del arte de la música en nuestro país. Aforo 90%.
Ralph Votapek es un antiguo conocido de Salta. Ha traído su arte, su personalidad, su afabilidad por varias veces desde 1984. Ingresó al escenario de la Fundación Salta como quien entra en su casa y con total ausencia de gestos previos, introdujo al público en el mundo de un repertorio que difícilmente vaya a ser común. Lo hizo con naturalidad, con total dominio de todo. Tiene más de setenta años lo que no es obstáculo para mantener la mecánica conocida de sus cuarenta. Su gama de colores, intensidades, fraseos, tiempos, usando al piano como emisor melódico pero también como elemento percusivo con tal galanura que hasta daba placer cuando se encontraba con golpes obsesivos de la partitura. Va de la fuerza a la delicadeza casi como quien, sin perder concentración alguna, lo hace despreocupadamente, cuando todos saben que cuida hasta el ínfimo detalle de su arte. Y sin embargo, no se pierde la belleza de la espontaneidad y el esplendor del toque bien hecho.
La Sonata de Haydn, tocada con limpieza inmaculada, de diáfanos planos sonoros, que dura apenas ocho minutos aunque el autor se da el lujo de armar tres movimientos carentes de precipitaciones, con sus clásicos, “allegro”, “adagio” y “presto”, fue el inicio de un programa que da origen al título.
Luego una página del Schumann joven, enamorado, dedicada a su amor de toda la vida, la que sería su mujer Clara Wieck, obra a la que pocos se le animan, es una cascada de temas que sin el virtuosismo del ejecutante no se puede hacer con propiedad. Es música importante de la literatura pianística, plena de imágenes, símbolos, de notables dificultades que en el fondo son un mensaje con destinatario inconfundible. Por momentos romántica, delicada, de dolorosa espera, pasando por el tormento del amor escondido.
Beethoven, en parte por su hipoacusia a lo que se suma un ánimo decaído, hacia tiempo no llevaba obra nueva a sus editores. De pronto surge esta Sonata, no muy extensa, de dos movimientos, aborda con cuidado la sonoridad instrumental y pide “…vivacidad y siempre con sentimiento…” Votapek posee un control envidiable y consigue llegar de modo directo al oyente con sus brazos y manos de peso regulado usando distintas formas de toque con los que obtiene mejores posibilidades expresivas. La turbulencia del alma beethoveniana, en sus dedos, sinceramente conmueve.
Para el final un monumento sonoro. La Sonata en si menor de Liszt. La interpretación del músico visitante fue altamente reveladora de cómo es la ejecución contemporánea. La obra tiene enjundia, es intrincada y compleja y para que el discurso sea claro hay que tener virtuosismo. Votapek fue cautivante, refinado, sin caer en ninguna exageración. Su solvencia le permitió transitar la poesía de los pentagramas y traer el hondo significados de figuras del pasado como el Dante por ejemplo.
Cuando todo parecía haber terminado, el pianista norteamericano brindó dos regalos. “Andante” de un pianista y compositor ucraniano Nikolai Kapustin cuyo nombre no conocía pero que con total desparpajo, construye jazz de cualquier época y lo curioso es que se trata de música que pudiera haber sido escrita por un “yankee”, con un swing que hace mover las piernas y una estructura mucho más que atractiva. Y por si esto fuera poco, que no lo fue por cierto, agregó el primer preludio de los tres escritos por el inefable George Gershwin. Como sucedió en las anteriores oportunidades, sin estridencias pasó el arte de este notable ejecutante.