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lunes, noviembre 25, 2024

Una mariposa entre dos culturas

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La Butterfly de hoy, debe ser una de las mejores Cio Cio San del país, si no la mejor.

Salta, viernes 23 de agosto de 2013. Teatro Provincial. Opera “Madama Butterfly” de Giacomo Puccini (1858-1924). Orquesta Sinfónica de Salta. Coro UCASal. Cio-Cio-San ó Madama Butterfly: Daniela Tabernig (soprano), Benjamín Franklin Pinkerton: Fernando Chalabe (tenor). Susuki: Cecilia Diaz (mezzo-soprano). Sharpless: Gustavo Gibert (barítono). Goro: Santiago Bürgi (tenor). Bonzo: Mario Di Salvo (bajo). Yamadori: Mariano Fernández Bustinza (barítono). Kate Pinkerton: Silvana Acosta (mezzo-soprano). Funcionarios y parientes, amigos y criados de Cio Cio San: comprimarios. Regisseur, escenografía y otros: José Darío Innella. Director Coral: Luciano Garay. Director Musical Maestro Jorge W. Lhez. Luces: Betina Robles. Técnicos locales. Adhesión al 130º Aniversario de la Sociedad Italiana XX de Setiembre. Aforo: 100%.

La dramática historia de una adolescente cuyo padre murió por el hara-kiri, práctica letal entre samurais que por alguna circunstancia no podían vivir con honor, con un arma obsequiada por el emperador, por tanto deseosa de morir pues el deshonor la alcanzaba; geisha a una muy temprana edad para poder mantener a su madre viuda, su criada y ella misma; enamorada de un teniente de la marina norteamericana que solo ella creía que la amaba lo suficiente como para superar su vida hasta ese momento, que prefiere matarse delante de su hijo con ojos vendados y por consiguiente no aceptando la pretensión de casarse con un rico comerciante, antes de volver a ser geisha que, como se sabe, no es la conocida cortesana de occidente sino una mujer que está al servicio del hombre en acciones que van desde la suavidad de una amable conversación hasta la delicada unión de los cuerpos, no podía desarrollarse y terminar sino en la mas honda situación de dramáticas emociones.

El argumento reconoce no pocos antecedentes que comienzan a inicios del siglo XIX y llegan hasta nuestros días, pasando por uniones parecidas durante la segunda guerra mundial. En este caso, trata de la llegada a la Bahía de Nagasaki de la nave USS Abraham Lincoln en la cual viene el teniente Benjamín Franklin Pinkerton que consigue los servicios de Goro, el casamentero de la ciudad para casarse con una bella japonesita llamada Cio Cio San, al particular estilo japonés y así tener tres días de buen pasar. El valor de la ceremonia es muy diferente para ambos. Para el desaprensivo Pinkerton, no es más que una circunstancia inevitable para lograr tener a Butterfly. Para ésta, es una unión para toda la vida. El cónsul de EE.UU. en Nagasaki, Sharpless, amigo del marino “yankee”, teme que éste no tenga en cuenta el daño que puede causar con su actitud. El Bonzo, monje budista la maldice cuando sabe que Cio Cio San deja la religión de sus ancestros para convertirse al cristianismo -recuérdese que los habitantes de Nagasaki, por el siglo XVI habían abrazado la fe cristiana hasta que fue prohibida- la maldice, la repudia y obtiene el repudio de parientes y amigos. Finalmente y a pesar de todo, Butterfly es de Pinkerton que, por momentos, parece amarla.

Han pasado tres años. Cio Cio San espera a su “esposo” hora tras hora, día tras día, mes tras mes. Está convencida del amor de Pinkerton y por supuesto de su regreso. Hasta que un día atraca en el puerto la USS Abraham Lincoln y Butterfly deja el diario llanto de la ausencia para dar rienda suelta a la felicidad del regreso. Sharpless trata de leer una carta explicativa de la actual realidad. Pinkerton regresa, si, pero con su esposa norteamericana que luego de enterarse que fruto de aquellos tres días de amor, Butterfly tiene un hijo rubio de ojos celestes, decide pedir a la madre biológica, se lo dé para su educación y crianza en mejores condiciones que las que tendría en tierra nipona. Cuando la ingenua Butterfly (Mariposa) consigue comprender la situación, se siente deshonrada, pone una venda en los ojos de su pequeño hijo y se suicida con el “tanto”, la daga mortal que penetra el vientre y corta de lado a lado desentrañando a la víctima. En ese momento llega Pinkerton que desesperado de pena, grita tres veces “Butterfley…Butterfly…Butterfly” pero ya es tarde y la ópera finaliza.

Este brevísimo resumen, que da para largas disquisiciones sicológicas, sirve para señalar la música de Puccini y su ejecución. Aquí se dio en dos actos, el segundo mucho más largo que el primero pero de tal tensión que la diferencia pasa desapercibida. El autor de la música construye una partitura magistral que hasta contiene breves pasajes del himno norteamericano para pintar la presencia de Pinkerton, como así también estructuras melódicas de cierta raigambre japonesa. Pero el gran Puccini es italiano y el melodismo vital de la península itálica no podía estar ausente. La obertura es dramática, el lirismo tiene magnificencia por ejemplo cuando Butterfly dice que es la mujer más feliz del mundo “Ancora un passo” o al final del primer acto cuando el dúo Pinkerton-Cio Cio San: “Bimba dagli occhi pieni di malia”.

Luego, en el segundo acto una de las arias mas famosas de todos los tiempos “Un bel di vedremo” en la que con imbatible fe y tozudez infinita, Butterfly dice que su esposo ¡volverá! Luego llega el acto triunfal de mostrar su hijo al cónsul para convencerlo que todo se puede olvidar pero nunca un hijo: “E questo?” El “intermezzo” de la noche en vela en la que Butterfly, el niño y Susuki esperan la llegada de Pinkerton es de una enorme belleza. Aquí es oportuno decir que la fiel Susuki, jamás cree en Pinkerton. Me he limitado a señalar momentos cúlmines, pero la música pucciniana contiene muchas más maravillas.

La Butterfly de hoy, la notable soprano santafesina Daniela Tabernig que ya conocimos en noviembre pasado, construye un personaje que me mueve a decir: hoy debe ser una de las mejores Cio Cio San del país, si no la mejor. Encarnó su personaje con alto nivel, con fuerte carácter mostró la solidez de las culturas antiguas pero al mismo tiempo, la ingenuidad de sus años jóvenes. También fue actriz dominadora de la escena. Hacía tiempo que no lo escuchaba a Fernando Chalabe de quien tengo buenos recuerdos en el Colón y algo menos en Salta, pero su Pinkerton de esta noche fue impecable, personaje tal vez egoísta que no alcanza a medir el posterior de acciones criticables, aventurero. Chalabe puso su colocación vocal en una cumbre, con sus imbatibles graves y agudos, acompañada de volumen y timbre demostrativos de que atraviesa un gran momento en su carrera. Su dúo con Butterfly llenó los sentidos y el alma. Gibert fue el diplomático cónsul Sharpless, siempre bien ubicado en su lugar pero destacable por la potencia y calidad de su emisión. La notable Cecilia Diaz compone una Susuki inmejorable. La fiel criada y amiga de Cio Cio San, acompaña a su ama hasta la muerte con su consistente voz. El resto de personajes primarios y complementarios cierran el elenco de una presentación de muy buen nivel.

Luciano Garay preparó muy bien el coro que se lució en el “bocca chiusa” del segundo acto. Innella fue un “regisseur” que intervino prácticamente desde la puesta hasta el vestuario, con el cual quizás se pueda discutir el “dressing” de la Butterfly virginal o el haber dejado el traje occidental del cónsul, pero que vigiló con eficiencia el resto. El diseño lumínico de Betina Robles de lujo sin duda y para el final la conjunción orquesta y director. Para dar un breve ejemplo, en el dúo Susuki-Butterfly, para dar más vehemencia a su texto, esta última extendió ligeramente su tiempo y la orquesta, bajo la batuta del conductor, hizo la pausa precisa para acomodar texto y la música como corresponde. Valioso detalle que habla de una muy buena interpretación y dirección del maestro Lhez. Justificado el prolongado premio del público.

2 COMENTARIOS

  1. Una mariposa entre dos culturas
    Madama Butterfly fue un privilegio para los salteños que pudimos aplaudirla de pie, por la calidad de la puesta, la excelencia de los protagonistas y la emocion que supieron transmitir tanto la orquesta sinfonica, como cada uno de los interpretes en el escenario.
    Una verdadera fiesta para los sentidos pocas veces vista en Salta.
    Felicitaciones a todos y a cada uno de los que participaron de esta inolvidable opera que quedara en el corazon de todos!
    Gustavo

    • Una mariposa entre dos culturas
      Comparto la opinión de Gustavo. Un privilegio para los que pudimos gozarlo! Podrían hacer más funciones, no?

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