Una experiencia sensorial en “Lucía en el mundo de Cítara”

Anoche a las 21 hs. en el Salón Auditórium, se puso en escena una obra de teatro local dirigida por Lola Portal en la que participó un numeroso elenco compuesto por 20 niños.

Lucía es la protagonista de “Lucía en el mundo de Cítara”, obra teatral de creación colectiva interpretada por el grupo Los de Siempre, integrado por Valentina Calderón, Naihara Suárez, María Pía Suárez, Valentina Colque, Leonardo Colque, Agustín Martínez, Julieta Martínez, Rocío Morales, Josefina Hyon, Julieta Hyon, Julieta Herrando, Rodrigo Patta, Agustín Díaz, Avril Reyna Jiménez, Tomás López, Lucas Jiménez, Morena Lamas, Eva Larsen, Aaron Ramón y Violeta Aguirre.

Al ingresar a la sala, te vendaban los ojos. Este tipo de teatro para no ver, es una experiencia verdaderamente fantástica. En Buenos Aires, el Grupo Ojcuro, la llevó a cabo con una obra de Roberto Artl, “La Isla desierta”, pero en lugar de vendarte los ojos, todo se realizaba en la oscuridad, y los actores eran no videntes. Mauricio Kartún realizó experiencias de este tipo. Ojcuro fue fundado por Gerardo Bentatti y José Menchaca en el 2001; y más tarde, en el 2008, Bentatti junto a Martín Bondone crea el Centro Argentino de Teatro Ciego. Desde entonces, el teatro a oscuras es una apuesta sin registro visual en donde la técnica guarda relación con lo onírico.

Es necesario destacar que la propuesta salteña aclara que “Lucía en el mundo de Cítara es una obra para no videntes y adaptada para videntes, en donde se pone en juego todos los sentidos salvo la vista“.

Si el teatro es para ver, cabe preguntarse, ¿es teatro un espectáculo para no ver? La respuesta no es tan obvia. Diríamos que se trata de teatro no convencional. En el caso de Los de Siempre, más que un hecho artístico se trata de un hecho experimental y hasta comunitario. Se trata de la convivencia de un numeroso grupo de niños que trabajaron durante meses junto a Lola Portal en la localidad de Vaqueros. Y el resultado es altamente positivo. Resulta prometedor porque vuelca los principios de teatro hacia formas que exigen, en rigor, una permanente interacción con el público, pone en el centro de la “escena” al sonido y a la palabra y desplaza lo concreto hacia la pura imaginación del espectador. En “Lucía en el mundo de Cítara”, título por demás sugerente y atractivo, también imaginamos el movimiento puesto que los personajes se desplazan y marcan las acciones con el sonido. La historia se desarrolla en distintos espacios que se perciben por la voz, la lejanía o cercanía, y los ruidos que provocan los objetos. Curiosamente, el público se instala en dos mundos: el que imagina y el imaginado por Lucía, y esto me ha parecido un hallazgo. Además la niña es una heroína que cuida a sus hermanas y salva a Cítara de la bruja Nimue.

En particular me gustó la escena de la lluvia torrencial que por cierto, sentíamos sobre nosotros cuando nos caía el agua.

Cuando Lola presentó al cierre a los protagonistas, estos no hicieron más que provocarme una ternura insospechada: eran unos niñitos tan pequeños acompañados por otros un poco más grandes los que nos habían hecho meter en una especie de cuento maravilloso. Fue un grato paseo a través de las sensaciones. Un trabajo que realizado de manera sostenida y a fondo, podría generar cambios sustanciales en la percepción del teatro. Una muy buena sorpresa para quien decida transitar este viaje.