19.2 C
Salta
domingo, noviembre 24, 2024

Cacho de Buenos Aires

Notas más leídas

Nadie quiere quedar al margen de la ausencia del Amor.

Cacho Castaña, nombre artístico de Humberto Vicente Castagna es un reconocido compositor, cantante y actor argentino. Es autor de las famosas canciones «Café La Humedad» y «Garganta con arena». Nació en Buenos Aires el 11 de junio de 1946 (71años), pero sobre todo, es un ídolo popular, de reconocida inserción en la masa masculina por su absoluta credibilidad.

¿Qué lo hace creíble?

Fundamentalmente, su condición terrenal y propiamente humana. Es un ser humano que representa, palmariamente, a la condición masculina en su relación de género. Todo hombre que se precie de tal, sabe que ante la mujer es un seguro perdedor y un consecuente “dominado”; siempre hablando del hombre corriente. Aquél que suponga lo contrario, está engañado o pertenece a otro planeta. Cacho es consciente de esta posición y lo expresa, convenientemente, en sus letras:

“Por esa costumbre… (En realidad dice “puta costumbre”), algo así como “masculina costumbre” de andar haciéndome el vivo/el que las sabe todas/el que tuvo mil amores/…y al final no tiene nada”. “Por esa costumbre (puta) de andar inventando historias/para deslumbrar a los amigos (o sea, a los congéneres), lo que se considera la fanfarronería masculina natural, aquella que acompaña al género desde el inicio de la Humanidad, y de la cual no estuvo exento ningún espécimen. “Por esa costumbre (puta) de hacerme el galán de moda…tomar whisky…consumir droga” (la clásica fumata de los adolescentes). Cuántos adolescentes se iniciaron en el vicio del cigarrillo por ganar una facha machista e impresionar a las mujeres. Termina su confesión haciendo explícito el sueño porteño (y de cualquier tanguero). …”tengo un sueño escondido/cantar igual que Gardel”.

La heterosexualidad

El ser varón es un desafío, desde siempre. Desde la primera infancia, el chico va ordenando sus reglas (estrategias) para optimizar formas eficaces de acercarse a la mujer (a la mujer, desde su mirada, le debe ocurrir otro tanto similar). Desde el principio, lo masculino, va tomando su semblante particular (de acuerdo a la marca de la época), en donde la cultura va perfilando su mapa esencial de las características de cómo se es varón, según la escala de preferencia de ese momento. Rápidamente las generaciones van quedando desactualizadas (obsoletas), en esa escala de valores con que se miden las modalidades de gustos y elecciones. Aún así, el modelo capitalista persiste en el mercado de ofertas y demandas de los mejores prospectos expuestos. Cada varón, sigue siendo una promesa/propuesta, útil según los intereses del mercado sexual vigente.

La cultura, tan cambiante y dinámica, en este sentido, pone a prueba de fuego el tema de la vergüenza y la autoestima. Estos tiempos (contrario a los anteriores) expone permanentemente a las personas a un riesgo de exhibición social (se juega la seguridad personal), lo que lleva a las nuevas generaciones a inclinarse por un contacto virtual. Se toma preferencia por el conocimiento a través de las redes sociales y las modalidades electrónicas modernas. Antes de exponerse al riesgo de la vida social plena, las personas optan por comunicarse por las nuevas modalidades, que delatan, inmediatamente, la condición social del suscripto. Tener una computadora ya es un indicio certero de la posición social de una persona y su status en la sociedad; igualmente la posesión de los nuevos implementos informáticos, dan una medida cierta de en qué lugar está ubicada la persona (incluso la instrucción lograda). El celular (de cualquier calidad) es el parámetro certero de la inclusión social, ya que el no tenerlo es un indicador de extrema marginalidad.

La barra de los amigos

Para no distraerme con otras disquisiciones sociológicas, quiero traer al ruedo un relato de Fabio Fusaro (amigo de la tristeza y de los fracasos reiterados) que en su libro Mi Novia (Pág. 183) comenta:…”lo único que queríamos era levantarnos minas. Algunos de los varones comenzamos a tener una costumbre. Consistía en que cada vez que un miembro del grupo se ponía de novio…nos juntábamos todos y nos íbamos a algún lugar a comer queso y dulce de batata”.

“Imaginen a diez huevones brindando alegremente con el queso fresco y el dulce, felicitando al que se había levantado una mina…Claro que esto tenía su contrapartida. Cada vez que alguno de ese grupo la novia lo dejaba…nos juntábamos pero a comer queso y dulce de membrillo…Claro que al tiempo de llevar a cabo esta rutina, éramos conocidos como la barra del membrillo.”

Cachos más, Cachos menos (membrillo más/batatas menos), el varón siempre se debate en ese dilema irresoluto de la conquista de la mujer, que para decirlo concretamente: es el tema vital del Amor y del sentido de la vida. Nadie quiere quedar al margen de la ausencia del Amor. Se nota que esas cosas todavía siguen como asignaturas pendientes de resolver en el destino humano, para bien de la poesía, de la literatura y de las Matemáticas modernas, que por su culpa las hicieron inagotables.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -spot_img

Últimos Artículos