Los poderosos medios con que cuentan López Puccio y sus cantantes los convierte en excepcionales y digo cantantes porque lo son.
Salta, jueves 7 de noviembre de 2013. Iglesia de San Alfonso. Estudio Coral de Buenos Aires dirigido por Carlos López Puccio. Coro de Niños y Jóvenes Ars Nova dirigido por Ana Beatriz Fernández de Briones. Obras de Verdi, Bax, von Webern, Poulenc, Strauss, Britten, Penderecki, Ligeti (el primero). Hyökki y Mellnas (el segundo). Otro festejo del 25º Aniversario del Ars Nova.
Lo que digo es un sacrilegio. ¿Es posible que aparezca la sensación que en el fondo poco importa el autor de las obras cantadas maravillosamente por el mejor grupo vocal de cámara de nuestro país? ¿Es posible que la emisión, la técnica, la dinámica de la interpretación pasen a primer plano? Los poderosos medios con que cuentan López Puccio y sus cantantes los convierte en excepcionales y digo cantantes porque lo son. Todos leen música, muchos enseñan canto, otros son cantantes profesionales y no dejan el Estudio Coral… por afecto, por placer, por el repertorio, porque es un lujo para cada cantor, tener al lado una garganta privilegiada, tal como él la tiene. Y si parece una exageración piensen en el notable Víctor Torres, por ejemplo, que ya cantaba como solista en Europa y no dejaba de hacerlo en su grupo de origen.
Cuando vino por primera vez a Salta, en junio de 2008 para festejar los primeros veinte años de Ars Nova -el matrimonio Briones es muy amigo de López Puccio, que a su vez reconoce la valía del coro local- su actuación fue deslumbrante. Hoy sucedió lo mismo. Pueden hacer cualquier estilo, cualquier época, cualquier género aunque por gusto pero sobre todo por arte, se dedican a las páginas mas encumbradas del siglo XX. Están llenos de premios y la Asociación de Críticos Musicales de nuestro país, entidad de la que formo parte, los distinguió dos veces como el mejor coro de cámara argentino. Hacer la lista de los honores recibidos por el grupo o por su conductor y fundador, se llevaría prácticamente el espacio de esta nota. No es poco.
Sobre una “escala enigmática” que se le entregara como desafiando su conocimiento compositivo, Verdi escribió una bellísima Ave María. Luego el inglés Bax a partir del cual fue posible apreciar la perfección de los cambios tonales, de las intensidades, exhaustivamente analizadas previamente. La curiosidad del dodecafonista von Webern que inicia su coral con claras reminiscencias de los valses de amor del op. 18 de Brahms. La mezcla de ternura, marcialidad, ritmo más una evidente pirotecnia vocal en las ocho Canciones Francesas de Poulenc. Un himno de Richard Strauss a ¡dieciséis voces! Cinco canciones homenajeando la Flor del ingles Britten entre las que hay una que recuerda a su varonil pareja. El estremecedor Stabat Mater del polaco Penderecki, uno de los más geniales compositores del siglo XX para cerrar con una poderosa partitura de Ligeti, un judío rumano que dedicó su vida a componer como si fuera húngaro.
Brevísima reseña de un repertorio sobre el que me sobran los dedos de mis manos para mencionar los coros, que en el mundo, son capaces de hacerlo. Los treinta cantantes y su director regalaron dos bises: La Puerca (Venezuela) y un estupendo negro spiritual arreglado por el inefable Robert Shaw.
Perfecta polifonía lo que supone una afinación inmaculada, dicción clarísima, limpieza vocal, conocimiento profundo de lo que cantan, mueven a echar campanas al vuelo al recibir auditivamente el infinito equipaje técnico que poseen. ¿Hay religiosidad en el texto? Pues suenan como si estuvieran en el Duomo de Milán. ¿El texto es profano? Pues la libertad que otorga esa circunstancia es usada con sabiduría. La fantástica musicalidad de todos y cada uno de ellos se advirtió en todo momento y aunque parezca curioso el bajo de “Clic, clac, dances sabots” (Poulenc) o el solista del negro spiritual “Dere’s no Hiding Place Down Dere” (Shaw) fueron dos momentos mágicos. No exagero nada: son únicos.
Previamente, el Ars Nova anunció que nos internábamos en la música coral de alto nivel con dos canciones escandinavas (Finlandia y Suecia) dichas con la calidad de costumbre. La primera, sobre la base de recuerdos de alguna niñez y la segunda creando una atmósfera de misterio sobrecogedor. Hay pequeños debutantes que se lucieron. Faltan aún niños y jóvenes más grandes que modifiquen las situaciones generadas por la inevitable movilidad social.
Sin embargo este aniversario del magnífico coro local, un lujo para Salta, fue festejado como ellos se lo merecen.