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domingo, noviembre 24, 2024

Gabriel Rolón y Medianoche en Buenos Aires: «La música fue el gran sueño de mi vida»

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Uno de los psicólogos más prestigiosos del país presentará en Salta, este sábado 23 de noviembre a las 19 hs. en el Hotel Alejandro I, su nuevo libro «Medianoche en Buenos Aires» en co-autoría con Teresa Castillo, en el ciclo Primavera Planeta.

Gabriel Rolón es un hombre cuya especie está en extinción. Dotado de una personalidad cautivante, mediático, inteligente y a la vez sensible, conserva la humildad de los grandes. Y eso no es poco decir.

Cantante y columnista en programas de radio y TV, escritor y psicoanalista, Rolón se reparte entre lo científico y lo artístico. Reconocido por su best seller «Historias de Diván» y por su participación en «La venganza será terrible», entre otros notables trabajos, hoy nos presenta su nuevo y exquisito material impreso con soporte en audio.

La única condición para leer el relato musical «Medianoche en Buenos Aires» y para oír sus acordes de piano y violín, acompañar el canto de Gabriel y volar con la imaginación hacia un viaje profundo y literario, es prestar el corazón. Su Medianoche porteña nace desde el rincón profundo del alma del músico dedicado al Psicoanálisis. Allí, a la hora señalada, se produce un encuentro con los maestros de las letras y de la música que sus realizadores imaginaron. El personaje del relato va en busca de algo o alguien, y entre voces, poemas, canciones, esquinas y plazas, calles y silencios, encuentra a su paso la vida, su pasado, su presente y su futuro. La casa de la infancia, el orgullo por su padre, el niño que fue y el hombre que es, son parte de un maravilloso anecdotario.

Gabriel Rolón es un amigo de Salta 21 . Más que una entrevista, el diálogo con él ha sido un encuentro inolvidable, el mejor de este año. Cuando la sensibilidad nos trasvasa, sólo queda espacio para la música… y es tiempo de escuchar su música porque no hay felicidad mayor, que el compartir con los amigos sus sueños.

Aquellos habitantes de Gabriel que riman con el alma

Creo que en «Medianoche en Buenos Aires», el sentimiento se antepone a la razón. ¿Sentís que has desnudado tu interior, que has puesto el alma?

– Sí, es totalmente así. Medianoche ha sido un viaje al interior de mí mismo. Con Teresa Castillo, co-autora del libro, fuimos pensando cada párrafo, pero sabiendo que era un escrito muy especial. En mi caso juro, por usar una metáfora, que si mientras escribía se hubiera roto mi pluma, de ella habría salido sangre.

Jamás como en este caso estuve tan expuesto, tan al desnudo, con el corazón en la mano.

En el libro hay una asociación directa entre la figura y el recuerdo de tu padre y la música…

– Es que mi padre fue fundamental para eso. Desde que yo tenía tres años hasta el último día de su corta vida, apoyó todos y cada uno de mis sueños. Y la música fue el gran sueño de mi vida. Es aún aquello Gaby.jpgque me conmueve, que me moviliza y el mundo al que imagino retirarme algún día, cuando mi alma quiera estar definitivamente a solas conmigo.

¿Qué fue lo más bonito de tu infancia?

– Mi familia. Mis padres y mi hermana, la fuerza de nuestra unión afectiva en esos momentos donde todo estaba mal, donde el mundo parecía un enemigo enojado y no nos salía una. Cuando nos quedamos sin casa, cuando no había trabajo, cuando debía tener cuatro empleos para pagarme la facultad. Mi familia siempre allí, apoyando, sacando fuerzas de flaquezas y transmitiéndome que no importa que los sueños se realicen o no, que lo que no podemos permitirnos es perder la valentía de ir tras de ellos.

Hay mucha gente que tiene un trabajo que es de lo que vive, pero su pasión es hacer otra cosa. ¿Tiene que ver con el deseo? Porque en un punto, el trabajo deja de ser un placer…

– Diría que, desgraciadamente, a la mayoría de las personas les pasa algo así. Somos muy pocos los que podemos trabajar de aquello que nos apasiona. En esos casos, lo que creo que hay que hacer, es procurar que si el trabajo no es dador de placer, debe al menos procurarnos las herramientas para comprar tiempo para hacer lo que sí nos apasiona. Si eso se logra, aunque no sea lo que amamos, empieza a ser un aliado para que podamos realizar lo que queremos.

¿Alguna vez pensaste en combinar psicología y música para curar a tus pacientes?

– En un comienzo de mi carrera, cuando trabajaba en geriátricos, utilicé la música. La guitarra y el canto, el tango y la posibilidad de tocar para que bailen, me allanaba muchos caminos y generaba un vínculo rápido y querido. Después de eso no. Ya me incliné definitivamente al Psicoanálisis y dejé la música para los espacios en los que no hay pacientes.

¿Es cierto que el Psicoanálisis ayuda a la creatividad, o es un mito?

– El Psicoanálisis te hace descubrir quién sos y qué querés. Ni más ni menos. Es un camino arduo, difícil, espinoso. No es nada fácil admitir lo que somos y lo que deseamos y, además, tener el coraje de seguir tras eso aunque el mundo espero otra cosa de nosotros. Cuando alguien recorre ese camino, seguramente tiene una conexión consigo mismo que abre las compuertas de lo creativo, si es que en esa persona ya habitaba esta capacidad por supuesto.

Hablando de mitos, ¿cómo conociste a Felipe Pigna?

– Felipe y yo somos como esas personas que se han visto poco pero que sienten que allí hay un amigo. Nos prometimos varias veces cafetear en Las Violetas, un típico café de Buenos Aires, y nunca cumplimos.

Lo conocí primero por mi admiración por sus libros. Felipe es un hombre informado, que analiza la historia desde una óptica inteligente y sincera, exponiendo y aclarando desde donde habla (cosa que deberían imitar aquéllos que se dicen “independientes” u “objetivos”). Eso es una muestra de honestidad. Después, las vueltas de la vida me llevaron a editar en Planeta, como él, y allí en algunos eventos nos cruzamos, hablamos y entablamos – como te digo- una corriente de respeto y afecto que espera aún la concreción de algunos encuentros para sellar la amistad.

Lo borgeano y lo freudiano se yuxtaponen en tu relato musical, un soñador que sueña que a su vez es soñado por otro; y las capas de la cebolla, que una a una vamos quitando para llegar al nudo. ¿Cómo conviven en vos Freud y Borges?

– Conviven apretados, junto a Bach, Dolina, Manzi, Jean Valgean y su mentor, Víctor Hugo, Piazzolla y Albinoni, Lacan y Oscar Wilde, Marechal, Horacio Castillo y Jorge Amado, por nombrar sólo algunos de los muchos habitantes de mi alma.

Y esto no es voluntario. Sino que algo de esas personas se mete en mí, me conmueve, me lo apropio y empiezan a acompañarme en la vida desde siempre. Y de cada uno me quedo con aquello que rima con mi alma.

Borges, por ejemplo. Su poesía, sus cuentos me habitan, me conmueven, sus ideas políticas me parecen desechables, por usar una frase correcta. Tal vez la poesía de Lorca no me conmueva tanto como la de Borges, pero su vida es de una nobleza y un heroísmo tal que lo ubican muy cerca de mí. Así, de un modo casi caótico, pero muy sentido, he ido formando lo que soy.

La anécdota fetichista es genial… ¿cómo se te ocurrió?

– Porque con Teresa usábamos mucho la frase textual de Freud cuando le preguntaron si un habano representaba siempre a un pene y él respondió: “Por favor… a veces un habano es nada más que un habano”. En nuestras disputas literarias, luego de mis largos argumentos psicoanalíticos, solía decirme: “Gaby, a veces un habano…” Y entonces se nos ocurrió utilizar esa frase para desacralizar un poco a Freud y como un gesto de ingenuidad de nuestro personaje.

¿Pensás que París y Buenos Aires son como almas gemelas?

– París, decía un amigo muy querido, existió solamente para ser una profecía de Buenos Aires.

La frase es más poética que cierta, pero me gusta. Y es cierto que cuando caminás por París muchas veces te sentís en Buenos Aires. Me gusta París, aunque amo a Buenos Aires. Pero sus edificios, su tiempo inestable, su lluvia sorpresiva, y un algo que no puedo definir pero que me recuerda todo el tiempo a mi ciudad.

¿Y Woody – Rolón?

– Esa fue más una idea de Teresa que mía. Yo soy siempre dramático y ella, con inteligencia, me dijo que el libro necesitaba un respiro, un pequeño paso de comedia. Y así lo hicimos. Yo amo la etapa psicoanalítica de Allen (Septiembre, Anna y sus hermanas, Crímenes y pecados, Match point) y no tanto sus comedias (Bananas, Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar). Pero confieso que me parece genial y que sabe tanto de Psicoanálisis que siempre en su lectura de las cosas me produce asombro y me saca algún guiño.

¿Hay un Virtú Maragno del lado del psicólogo? ¿Cómo te convertiste en un psicólogo exitoso?

– Claro que hay un maestro para el analista. Se llama Horacio Manfredi y fue quien me instaló en esta pasión por el Psicoanálisis y guió mi formación.

Lo del psicólogo famoso se dio de un modo casual. Una noche conversando en casa de Dolina con la Negra Vernaci le expliqué cómo funcionaba la psiquis en la anorexia y me pidió si no iba a su programa a explicarlo por radio. Esa fue la primera vez que “el licenciado Rolón” estuvo en los medios. Antes, con Dolina, era mi parte de músico, de lector, de estudioso de la mitología, un poco de humor, pero no había hablado de Psicoanálisis nunca. La cuestión es que los teléfonos estallaron, al público le encantó, y fui otra vez, y otra, hasta que me establecí en el programa y pasé a ocupar un lugar como profesional en los medios.

¿Cómo te conectaste con Federico Mizrahi y con Teresa Castillo?

– A ambos los conocí gracias a Alejandro Dolina. Federico fue el director musical de “Lo que me costó el amor de Laura”, donde yo trabajé también. Después se quedó siendo el músico estable del programa y allí compartimos muchísimo, nos hicimos amigos y empecé a admirar su música. Es un artista notable, fino, delicado, creativo y además es un gusto estar con él trabajando.

Teresa fue violinista en esa misma obra y allí nos conocimos. Es hija del enorme poeta Horacio Castillo y por eso tiene un mundo muy parecido al mío, ligado a la música y a la literatura. Yo había usado un poema suyo para el comienzo de mi libro “Palabras cruzadas” hace muchos años. Y siempre le insistía para que publicara. Se dio esta idea conjunta y hemos sido muy felices haciendo esto. La admiro mucho, siempre se esfuerza, estudia filosofía, escribe cuentos, toca maravillosamente el violín. En fin, es una de esas personas que yo querría siempre cerca de mi vida. Es quizás la mejor amiga que me ha dado la vida.

Manzi y Discépolo son dos grandes del siglo XX, ¿creés que Dolina lo es del XXI?

– Ya lo era en el XX también. Alejandro es un artista increíble. Escribe, compone, canta, conduce radio, hace humor, piensa y todo lo hace de un modo superlativo. Con ese sello que tienen los que son diferentes. Dijo alguien hace 2000 años que nadie es profeta en su tierra, pero a Alejandro, por suerte, le ha llegado el reconocimiento. Y eso me hace muy feliz. Es el artista más grande que yo he conocido. Y mirá que soy molesto a la hora de disfrutar de algo. Pero verlo crear, componer, escribir, estar allí, tan cerca, y ver cómo un artista se esfuerza, como rechaza tantas ideas hasta que todo queda como él sabe que debe quedar, es una experiencia muy fuerte. Es además, mi amigo. Y lo quiero tanto.

¿Qué le diría un Rolón de 72 años, al de hoy?

– Seguramente callaría muchas cosas, como el de 50 le calló al niño.

Pero yo espero que no intente ahorrarme ningún dolor. Porque la vida está en la sorpresa. Si es como yo quisiera ser a esa edad, va a dejar que me golpee, que llore, que me emocione, que me enamore de un modo equivocado, que goce y me emocione, aunque mis errores lo hayan convertido en lo que es.


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