Sábado 23 a las 21 hs. y domingo 24 de noviembre a las 20 hs., en el Teatro Provincial de Salta, con entrada gratuita.
El Ballet de la Provincia presentará “La Pequeña Vendedora de Fósforos”, inspirada en el cuento de Hans Cristhian Andersen.
La directora Artística Liliana Belfiore es la creadora del Ballet “La Pequeña vendedora de Fósforos”. Para su puesta en escena utiliza no sólo la conmovedora historia de Andersen, sino también la música de Piotr Illich Tchaicovsky, el más importante compositor de ballet ruso.
La compañía en su totalidad interpreta este ballet, en el cual los roles protagónicos serán interpretados alternadamente por:
Fosforerita: Carolina Vázquez, Camila D´anelli.
La Abuelita: Andrea Valdéz, Inés Riveros.
La Reina de las Golosinas: Eugenia Ambroggio, Sofía Newell, Inés Riveros.
Otros roles principales interpretados por los siguientes artistas: José Chaile, José Torres, Nicolás Merenda, Milton Gambero, Rubén Alderete, Álvaro Monar, Álvaro Herrera, Juan Flores y Fernanda Martiny.
La entrada es libre y gratuita, por invitación (hasta dos por persona) y pueden retirarse por boletería del Teatro. Las entradas son sin numerar y por orden de llegada. La sala se habilitará media hora antes del inicio de cada función.
IMPORTANTE: una vez iniciado el concierto, no se permitirá el ingreso hasta el intervalo.
Resumen argumental
El cuento nos relata la historia de una pequeña niña europea del S XVIII, aunque la misma puede transcurrir en cualquier tiempo y región, por ello posee trascendencia y vigencia universal.
La niña no poseía ningún bien, y en este mundo sólo la acompañaba el recuerdo de su abuelita que moraba en el cielo. Su abuelita, cada noche, se le presentaba en sueños para guiarla y darle consuelo.
Un día de invierno de la temporada navideña, la pequeña salió de su casa como de costumbre a vender fósforos y otras chucherías, pero no consiguió que nadie le comprara nada. Entonces, muy friolenta para calentarse, fue prendiendo sus fósforos uno a uno, y cada vez que lo hacia, su abuelita le abría las puertas de un mundo mágico, donde todos sus deseos infantiles se materializaban.
Finalmente, al prender la última llamita, la abuelita compasiva toma a la niña, con quien se divertían los fríos remolinos de viento y los brillantes copos de nieve y la lleva consigo hacia las estrellas, para que con ella juegue en eterna felicidad, allí donde no existe ni el frío, ni el hambre, ni dolores, ni sombras.