Beethoven pertenece al mundo, no importa qué lugar, porque su música forma parte de una herencia para la posteridad.
Salta, viernes 22 de noviembre de 2013. Catedral Basílica de Salta. Solistas: Laura Rizzo (soprano). Mariana Rewerski (mezzo-soprano). Gabriel Centeno (tenor). Luciano Garay (barítono). Coro de Cámara de la UCASAL y Estudio Coral del Instituto de Música y Danza. Orquesta Sinfónica de Salta. Director Maestro Jorge W. Lhez. Aforo 100%. Concierto conmemorativo del Día Internacional de la Música y brindado además, en memoria de Jorge Velarde, coreuta, promotor de la zarzuela en Salta, persona de la cultura local, fallecido hacen pocos días.
La UNESCO, siglas de las palabras inglesas que significan Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, institución con sede en París (Francia) que depende precisamente de las Naciones Unidas, fue creada en 1945. A partir de esa fecha son innumerables, aunque muy bien seleccionadas, las obras de muchas partes del planeta que han merecido ser distinguidas como Patrimonio de la Humanidad. En música hay algunas expresiones que han recibido ese título pero nunca una partitura musical había sido elegida como patrimonio de quienes habitamos la Tierra hasta el 12 de enero de 2003. En esa fecha, la partitura original de este majestuoso, conmovedor, aglutinador de voluntades, de este monumento sonoro, que en doscientas páginas es la partitura de la novena y última sinfonía del genial compositor Ludwig van Beethoven, ha recibido ese nombramiento, merecido desde cualquier punto de vista. En verdad, el original de las páginas de la obra, depositadas en la Biblioteca Nacional de Berlín, es uno de los tesoros mas preciados de dicha institución. La obra se oye prácticamente en todo acontecimiento ecuménico, sobre todo su famoso cuarto y último movimiento “coral” aunque en realidad se escucha toda la sinfonía cuya escritura original está plagada de tachas, correcciones, etc. que el maestro realizó en la búsqueda de un mensaje de hermandad para el mundo. Esa partitura sufrió no pocos avatares hasta que después de la caída del Muro de Berlín, las doscientas hojas pudieron ser unidas.
Muchos conocen esta historia, aunque la mayoría no, y estas líneas intentan contar resumidamente un detalle del escrito original con el objeto de que sea valorado como lo que es, un Patrimonio Artístico de la Humanidad.
En este punto, me tomo la libertad de citar el libro escrito por Xoan M. Carreira el editor de Mundo Clásico en el 2008. Ese libro, denominado simplemente “Ludwig van Beethoven” , contiene aspectos desconocidos y más que interesantes sobre las nueve sinfonías del compositor de Bonn (Alemania). Por supuesto, no es el único que reflexionó sobre la producción sinfónica de Beethoven, también lo hicieron Igor Markevitch, George Grove, Maynard Solomon, Romain Rolland, Emil Ludwig, etc. pero el trabajo de Carreira es sumamente interesante y hasta original. Por ejemplo, él afirma que Beethoven estuvo en el momento justo y en el lugar adecuado. En su producción musical, hay mucho de orador político mostrando cierta incapacidad para callarse y para, mejor o no, la historia posterior lo ha usado sistemáticamente como un político que se expresa con sonidos. Parece que fue un hombre de intelecto liberal desde su no reconocimiento obsecuente a la autoridad y en ese sentido, hasta nuestros días su figura ha sido utilizada como símbolo universal desde que intenta dejar un mensaje para la humanidad en el sentido de la orientación hacia el respeto por la libertad individual y por la libertad de los otros en una actitud de hermandad, de unión entre los hombres. Con todo esto, Beethoven pertenece al mundo, no importa qué lugar, porque su música forma parte de una herencia para la posteridad.
Llegó nuevamente la Novena. La escuché tantas veces, en vivo y en versiones grabadas, por una gran cantidad de conductores, coros, orquestas, cantantes -la última con la Filarmónica de Los Ángeles dirigida por el Maestro Rafael Frübeck de Burgos-; se ha escrito y dicho tanto de ella que ya casi no hay nada nuevo para decir. La llevo en el oído, integra, hasta en sus más mínimos detalles y hace mucho que sé que la aprobación pública de su estreno, fue un acierto pues se convirtió en un monumento sonoro con su propio sentido estético.
Me tienta copiarme. Me tienta decir lo que ya dije antes pues lo que dije fue producto de largas reflexiónes sobre la sinfonía. “Allegro ma non troppo, un poco maestoso” con el trémolo de segundos violines y violonchelos. Una semicorchea y una negra descendentes, repetidas dos veces, extraño inicio, rarísimo, rompe cualquier esquema tradicional y a pesar de ello comienza un desarrollo que despaciosamente conduce a un impresionante material temático. El compositor está envuelto, atrapado y de pronto, se libera de sus tormentos. Esto no es más que una preparación de lo que vendrá. Luego ¿Por qué no homenajear a la danza? Un “scherzo” rápido, con un poderoso golpe de timbal que inicia escalas ascendentes y descendentes; una marcha en riguroso compás de 4 x 4. Antes hubo un “da capo” ¿porqué? ¿qué significa? ¿formaliza la idea? Me parece que si. A Beethoven lo deslumbraba la naturaleza. Tal vez le resultaba difícil entender tanta belleza e intentaba mostrarla con dulzura, en este caso, abierta por un fagot y luego con un clarinete. Se trata del tercer esquicio, un “adagio molto e cantabile”. Canta la ternura, canta Dios derramando la perfección de Su creación. El compositor varía el tempo de las cuerdas ondulantes que visten interminables variaciones.
Finalmente la voz humana para contarle al mundo como “el otro” tiene que ser hermano de su vecino, de su coetáneo. Es el sueño beethoveniano de la hermandad humana cubierta por el abrazo inmenso del Supremo, protector de todos. La vida esta cargada de dolor pero si los demás llegan a uno y uno forma parte de los demás, es posible encontrar la alegría. El texto dice de pronto “abrazaos criaturas innumerables” y entonces surge nítida la apelación que busca al amigo, al compañero, al vecino, al hermano. La escuché tantas veces y cada vez trato de comprender como este hombre ya solitario, vituperado a veces, casi vagabundo otras, rechazado por una sociedad que no se explicaba su enfermedad auditiva, podía abrir su corazón con un mensaje tan simple y tan extraordinario.
Luciano Garay preparó el coro. Afinado, intenso, buena dicción, de equilibrado sonido en una formación cuantitativamente despareja. También fue el excelente barítono del cuarteto solista. Articula muy bien, emite mejor, dimensión sonora generosa, asombró su colocación en las notas altas. El tenor Gabriel Centeno es más un cantante de cámara. Tiene muchas virtudes como por ejemplo una voz clara y brillante, pero de corto volumen. Mariana Rewerski cubre la exigencia de un papel que esta destinado a una contralto, pero su caudal en la zona baja es muy bueno. Finalmente Laura Rizzo, notable soprano largamente conocida por estos lares. Tuvo una actuación sobresaliente. Su pasaje en el famoso cuarteto final, antes de los últimos acordes de la sinfonía, de alto nivel. No siempre en un cuarteto solista alguno de sus integrantes se destaca. En esta oportunidad Laura Rizzo fue de lujo.
Salvo un breve pero evidente desajuste en el final del “adagio”, del que se pudo regresar con rapidez, gracias al profesionalismo y musicalidad del maestro Lhez, la orquesta mostró una cuerda impecable y acertados aerófonos con una percusión firme y precisa. También fue evidente el conocimiento que tiene de la Novena al formar parte del grupo de obras varias veces interpretadas. Finalmente el conductor, el Maestro Jorge Lhez, de muy buena lectura, optó por una manifestación mas solemne que lo habitual con sesenta y ocho minutos de música, según la tradición centro europea de hoy. Gesto claro, convincente, diáfano con ataques y cortes espectaculares. Presentó esta partitura de modo irreprochable para la masa pública que cubrió nuestra Catedral, al punto que no cabía un alfiler.
Este año no podía haberse conmemorado el Día Internacional de la Música de una manera mejor.