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sábado, noviembre 23, 2024

Poesía y Prostitución

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La poesía en China data del siglo XVIII a. C., es decir mil años antes que Homero, y alcanza su apogeo durante las dinastías Tang (618-907) y Song (960-1279).

Los expertos indican que desde finales del siglo VII la composición poética era el contenido principal de los exámenes oficiales para obtener un puesto de funcionario público, no estaba permitido entrar en la administración sin conocer bien la poesía y ser poeta o, por lo menos, versificador.

La poesía no era patrimonio de una reducida élite, había poetas barqueros, campesinos, artesanos y, también, poetas prostitutas. La difusión de la poesía llegó a un grado sorprendente, según explica el escritor Guojian Chen en su libro «Antología de poetas prostitutas chinas (siglo V a siglo XXI)» :

“Se presentaba un poema al solicitar empleo y se dedicaban versos a los amigos que se despedían, a los oficiales que se marchaban a la guerra, a los colegas que sufrían”.

Los versos del afamado poeta Bai Juyi aparecían inscritos en las paredes de las escuelas, de los templos, de las oficinas de correo. Se vendían copias de sus versos en los mercados o se trocaban por vino en las tabernas.

Las poetas prostitutas escribían sobre el amor, el desamor, la injusticia social, la exaltación de la naturaleza, la amistad y la nostalgia. Muchos de sus versos están llenos de dolor, soledad y ansias de volver a sus aldeas, a sus orígenes, el deseo de recuperar sus vidas y ser libres, sin ataduras. Si la vida personal de estas poetas fue maltratada por el destino, la obra literaria de algunas de ellas -poética, caligráfica o pictórica- ha sido motivo de admiración y estudio.

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Tras el maquillaje y los exquisitos ropajes, los cantos y melodías de los laúdes ahogaban llantos y lamentaciones. He aquí los versos de una prostituta a su amado que la ha abandonado otra vez:

Para mis padres, pesa más

el dinero que su hija.

Y así, con el laúd entre los brazos,

recorro sola, mil y mil leguas.

Al claro de la luna,

tras mi concierto,

no cesan de aplaudirme.

No saben que no han escuchado música,

sino los sollozos de mi alma rota.

Lu Huinu, poeta y prostituta china del siglo XIV escribió este poema improvisado en una barca. Su historia es similar a la de las cerca de 200 poetisas que fueron sometidas a la trata: nacidas o crecidas en medio del aroma literario, pero maltratadas por el destino y acosadas por la miseria, se resignan a prostituirse para sobrevivir, y cuando las condiciones lo permiten, se liberan de esta condición humillante.

Occidente se ha encargado de difundir el estereotipo de las delicias de un palacio de retiro adornado con madera y jade, candiles de barro y el crepitar de la llama, sin embargo China ha sido una sociedad machista e injusta, en la que la prostitución era un asunto de familia. Mujeres maltratadas, educadas para dar placer sexual e intelectual a los funcionarios y viajeros que se desplazaban por negocios.

«Ya me marcho, dejando

el verde follaje del wutong,

árbol de Soledad.

Antes yo no conocía

el dolor del amor.

Ahora entiendo que ha sido mi ardiente pasión

el motivo de todos mis sufrimientos.

¿Para qué buscarlos en otro sitio?»

Este es uno de los 20 poemas que la poeta Liu Rushi (1618-1664) reúne bajo el título de Añorando a mi amado, escritos cuando fue expulsada de la casa en la que convivía con Chen Zilon, su amante, después de que este salió de viaje a la capital. Liu Rushi fue famosa por su erudición, sus bellos versos, caligrafías, pinturas y rectitud. Nació en una familia muy pobre y fue vendida a un prostíbulo a los 8 años. Se casó como concubina con Qian Qianyi, y al morir este ella se suicidó, dejando más de 200 poemas.

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Las niñas hermosas e inteligentes eran seleccionadas para recibir una educación fundada en poesía, canto y baile a fin de hacer de ellas un producto irresistible para la clase más solvente y refinada de China. Les enseñaron a purgar su dolor con tinta. Todas ellas tienen sus mangas rojas perfumadas, delante de las puertas de sus casas hay espléndidos sauces y los pájaros no cesan de cantar.

«Entre espléndidas flores de color variado

arrasados los ojos de lágrimas, te despido».

Todas están encerradas en lo recóndito de su alcoba, bordando sus trajes de danza y transitando como pueden su profunda tristeza.

LI YE (Siglo VIII)

Alegría por la visita que me hizo Lu Hongjian, a la orilla del lago, cuando estaba enferma.

Te marchaste, la última vez, al claro de luna,

en medio de una copiosa escarcha.

Vienes ahora, entre brumas glaciales,

a verme aquí, tumbada, enferma.

Las lágrimas me quitan la palabra.

Te pido tomar el vino de Tao,

el del famoso poeta

retirado a la montaña,

e improviso un poema para agradecerte.

Una borrachera casual.

No viene mal.

¿Qué hacer, si no?

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Dedicado a mi amigo Zhu Fang

Subiendo a la alta montaña,

contemplo el agua del gran lago.

Las añoranzas no distinguen

entre el día y la noche.

Pienso yo en ti y tú en mí,

meses tras meses, años tras años.

Verdean lozanos bosques.

Flores silvestres compiten en abrirse.

Cuando volvamos a vernos,

te diré todo lo que estoy sufriendo.

Ocho superlativos

El más cercano y el más lejano:

El Oriente y el Occidente.

El más profundo y el menos hondo:

Arroyo cristalino.

Los más altos y los más resplandecientes:

El sol y la luna.

Los que más se aman y los que más se desaman:

Marido y mujer.

XUE TAO :

El arroyo otoñal

Cristalino arroyo color frígido,

envuelto en neblinas.

Diez cuerdas de cítara

susurrando desde lejos.

El son llega hasta mi almohada,

despertando mis amorosas añoranzas.

Triste, no puedo conciliar el sueño.

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Despidiendo a un amigo

País de agua, juncos escarchados de noche.

Luna glacial y montañas sombrías.

A partir de esta noche nos separan mil leguas.

Larga como gran muralla la pesadilla de ausencia.

En Xiyan

Apoyada en la barandilla,

recuerdo al gran poeta Li Bai.

Copa en mano, ante el viento,

le agito la mano.

Entre la llovizna se detiene el caballo

que se iba alejando.

Bajo la luz del sol poniente,

chillan alborotadas cigarras.

LIU CHAICHUN:

Esperando el regreso de mi marido

(Según la melodía Luohongqu)

IV

Aquel año, cuando nos despedimos,

me dijiste que ibas a Tong Lu.

Pero allí nadie te encuentra.

Hoy he recibido una carta

ciudad mucho más lejana.

que me enviaste desde Cantón.

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GUAN PANPAN (siglo VIII)

En la Mansión de Golondrina

En memoria de mi difunto esposo

Mausoleo Colina del Norte,

entre pinos y cipreses,

envueltos en tristes nieblas.

Han pasado diez años

desde que te enterraron

con tu espada y tus pertenencias.

Nadie ha vuelto a oír mis canciones,

ver mi cara pintada,

ni oler el perfume de mis mangas rojas.

DU QIULIANG (siglo IX)

Vestimentas de hilos de oro

Aunque sean bordadas con hilos de oro,

no des tanta importancia a tus vestimentas.

Pero sí a cada hora y momento

de tu lozana adolescencia.

Las flores hay que cogerlas a tiempo.

Si no, te quedarás sólo con las ramas secas.

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XU YUEYING (siglo IX)

Despedida

Me decepciona todo lo que ocurre:

Va contra la voluntad nuestra.

Venimos los dos y ahora regresa una.

Odio las aguas que fluyen

ante el Pabellón de Espera:

impasibles, reflejan cómo se separa

la amorosa pareja de patos mandarines.

WANG WEI (siglo XVII)

¿Se abren ya las flores del ciruelo?

Al despedirnos, él me ha citado
para cuando se abran flores del ciruelo.
Anoche le eché de menos.
Me levanté y salí al patio a ver el árbol.

– Fuentes:

Antología de poetas prostitutas chinas (siglo V-siglo XXI) Guojian Chen Visor, 2010.

Imágenes: obras pictóricas del pintor chino Hu Jundi (1962)

pikaramagazine.com

alberto-b-ilieff.blogspot.com.ar

publico.es

taringa.net

– Publicado en Revista de Artes Nº 42

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