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domingo, noviembre 24, 2024

Los golpes de la democracia

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El envío del decreto de las retenciones no descomprimió la situación y la patronal agraria sigue amenazando. Los mercados continúan paralizados y la lucha política se envenena aún más en el parlamento. Ya se evaporaron uno 6 mil millones de dólares.

(Especial para Salta 21) La expectativa de que el envío del decreto de las retenciones al Congreso iba a «descomprimir» la crisis no duró ni una noche. Cuando se conoció que el proyecto era un ultimátum y que el boque justicialista era extorsionado a dar el sí o el no, sin posibilidades de enmiendas, los voceros de la patronal agraria aprovecharon la ocasión para volver a las amenazas.

Más tarde, en Plaza de Mayo, la Presidenta los volvía a acusar de prácticas contra la democracia.

El traslado de las retenciones no podía siquiera pretender un serenamiento de la crisis, en primer lugar porque alienta a la patronal agraria a continuar con el acaparamiento de cereales con la expectativa de obtener alguna rebaja de las retenciones.

Por fuerza, los ‘mercados’ seguirán paralizados; los transportistas, al menos la parte de ellos que no ha recibido dádivas oficiales, retomarán el corte de rutas. Por otro lado, la lucha política se envenena todavía más ahora que tiene el palco del parlamento; no demorarán en producirse las concentraciones y los ‘cacerolazos’ en la Plaza de los Dos Congresos.

En menos de doce horas, el anuncio de darle más democracia a la democracia se transformó en nuevas denuncias de golpismo por parte del gobierno y de autoritarismo contra éste del lado de los sojeros. La desorganización económica ha proseguido, como dice el tango, a fuego lento, en especial en lo que se refiere a la fuga de capitales.

Entre lo que se va y lo que no ha entrado algunos calculan una evaporación de 6.000 millones de dólares. El Banco Central sigue gastando divisas en la compra de títulos del gobierno y aumentando su deuda con la venta de reservas a futuro.

¿»Salida democrática»?

El gobierno terminó convocando al Congreso después de haber medido que corría el riesgo de quedarse sin quórum en el pejotismo. El envío de transportistas a romper el lock-out ruralista convenció a los mandarines del PJ y de la CGT que el matrimonio gubernamental se había pasado de rosca.

Luego vino la detención pacífica y cortés de De Angeli, y la marcha atrás de una mediación a cargo de Moyano y De Vido. Los piropos de D’Elía a Duhalde no solamente sirvieron de pretexto para un nuevo cacerolazo sino para poner a Kirchner en choque con el pejotismo bonaerense.

Pobres los que suponían que el aparato de la provincia le había dado la espalda al ‘cabezón’. Kirchner tuvo que ceder la jefatura del PJ santafesino a Reutemann; después, pedir disculpas por los exabruptos contra Duhalde; al final, según dice Clarín, movió a Cobos para pedir la convocatoria del Congreso, en una movida para relanzar al vicepresidente y ayudarlo a evitar una hemorragia de ‘radicales K’.

La versión de Clarín no es acompañada por los otros diarios y quizás estuvimos a un paso de quedarnos sin vice. Pero esta renuncia podría haber dado lugar a un golpe parlamentario: el Congreso habría asumido en forma unilateral la discusión de las retenciones. La iniciativa del gobierno abortó esta tentativa o, dicho con más propiedad, sólo la postergó.

El gobierno quizá cree que ha recobrado la iniciativa, pero el pejotismo que pidió el «tratamiento parlamentario» no se inclina a refrendar la decisión del gobierno sino a contemporizar con la patronal sojera. Schiaretti le acaba de pedir a los diputados de Córdoba que presenten «propuestas alternativas», algo suficiente para provocar una tormenta parlamentaria y ofrecer un tema de agitación política a la patronal sojera, aunque nada indica que ésta vaya a esperar el inicio del debate parlamentario o limitarse a peregrinar por las comisiones del Congreso.

En una semana, los despachos de las comisiones marcarán la cancha de esta nueva etapa de la crisis. Las divisiones, sin embargo, no abundarán solamente en el oficialismo: la oposición se dará maña para exhibir divisiones de todo tipo, porque representa intereses sociales contradictorios y porque aspira a capitalizar la lucha actual para las elecciones de 2009. Una crisis parlamentaria sería una ocasión perfecta para reflotar un proyecto de plebiscito, apuntando a concentrar el poder en la Presidencia bi-fronte.

Los argentinos tendríamos la oportunidad de enriquecer nuestra historia política con una experiencia de golpismo democrático a dos bandas. Por un tiempo las armas serán los argumentos jurídicos acompañados por cortes de ruta, manifestaciones, cacerolazos y el fantasma de los saqueos.

La lucha por el poder se enmascarará con debates talmúdicos o jesuíticos sobre si las retenciones son o no impuestos; si la ‘legitimidad de origen’ de la Presidenta no ha quedado cancelada por su ‘ilegitimidad de ejercicio’; y si los plebiscitos son vinculantes o no. Hay un pelea capitalista de fondo acerca de cuál es la fracción burguesa que debe pilotear el desenvolvimiento capitalista en Argentina, lugar que aspira a ocupar el capital sojero y agrario aliado al capital financiero internacional.

Así las cosas, no hay mayor impostura que la desplegada por la Presidenta y la oposición patronal cuando aseguran buscar una ‘salida democrática’ a la crisis. Los dos bloques capitalistas que se disputan la renta sojera conciben al trámite parlamentario como el preludio de variantes golpistas. Las conspiraciones en curso demuestran que los «demócratas» han sido incapaces de reconstruir su régimen político desde 2001. Pero mientras la crisis se encuentre encerrada entre dos variantes capitalistas (son muchas más de dos), los trabajadores pagarán la factura de los estragos.

La participación popular

A pesar del apoyo de las centrales sindicales al gobierno y de la popularidad que alcanzó la movilización agro-sojera, ninguno de los dos bloques capitalistas ha logrado movilizar a las masas para su causa y existe incluso una corriente popular que rechaza a ambos bandos. No es menos cierto, sin embargo, que esta mayoría no tiene orientación ni programa y, por sobre todo, que la pelea política está polarizada por dos alternativas capitalistas.

El apoyo popular al ‘campo’, como se reflejó en el acto de Rosario o, por caso, en los cacerolazos del lunes en el interior del país, hay que cargarlo a los «nacionales y populares» que gobiernan el país. Las capas más pobres de las clases medias urbanas o rurales llevan la pesada mochila de la inflación creciente, la caída del salario, el trabajo precario y el derrumbe sistemático de la educación y la salud. Al anunciar un «plan redistributivo» con las sobras de las retenciones, el kirchnerismo terminó delatando que nunca tuvo uno y que tampoco tiene nada ahora.

Se explica entonces por qué a las marchas oficiales sólo van burócratas sindicales, piquetruchos o, sencillamente, el aparato de funcionarios o patoteros oficiales. En la noche del sábado, Néstor Kirchner quiso protagonizar «su» propio 17 de octubre en la Plaza rodeado de algunos funcionarios y matones. Es una pena, teóricamente hablando, que no fuera esto lo que Cristina Kirchner tuvo en cuenta cuando rememoró a ‘‘un señor» que dijo que la historia se repite, pero la primera vez como tragedia y la segunda como farsa.

Como todos los nacionalismos patronales, el kirchnerismo invoca la representación de «la nación» misma. Pero la ausencia de una respuesta popular demuestra que sólo representa a los Techint, Taselli o Ezquenazi, por un lado, y a los acreedores de la deuda, por el otro.
Por el lado de la patronal agraria, la participación popular en sus movilizaciones no las ha corrido de su programa capitalista, salvo cuando algún representante de la Federación Agraria es entrevistado por Crítica, lugar que han elegido para denunciar, sin precisiones, los ‘pool de siembra’. Los movimientos nacionales o populares sólo adquieren relevancia histórica cuando las masas que los acompañan tienen la capacidad para imponer su propio sello, incluso dentro de ciertos límites.

Un método para la clase obrera

La clase obrera observa pasivamente la crisis. La burocracia de los sindicatos actúa bajo encomienda de las dos fracciones capitalistas en disputa, pero tampoco tiene la capacidad para hacer otra cosa. Los Moyano y Yasky están al servicio del gobierno (Yasky de ida, Moyano de vuelta). Los sindicatos más ligados a la patronal sojera, y a la industria que la sirve, están en la línea de las cuatro entidades.

En los últimos días ha comenzado a delinearse una posición política independiente en una minoría de sindicatos y de cuerpos de delegados, acicateados por la obligación de definirse frente a la jornada del miércoles 18 convocada por Kirchner, el PJ, la CGT y la CTA. Algo comienza a ocurrir; hay una oportunidad de desarrollo en la nueva etapa de la crisis que ha sido inaugurada por la detención de De Angeli, los cacerolazos del lunes, la deliberación conspirativa en el pejotismo, la aparición del matrimonio y el envío del decreto de retenciones al Congreso.

Ni el ‘diálogo’, antes, ni el Congreso, ahora, pueden ofrecer una salida a la crisis y evitar su estallido. En ninguno de esos ámbitos está presente la clase obrera de la ciudad y del campo. Es necesario aprovechar la amplitud de la crisis para impulsar una deliberación en los lugares de trabajo y de estudio, en los sindicatos y organizaciones sociales, para obtener pronunciamientos sobre un programa que homogeinice políticamente a los activistas y habilite su capacidad de acción. Una agitación a partir de la clase obrera romperá los límites patronales de esta crisis, hará saltar los chalecos del ‘diálogo’ y del ‘congreso’, pondrá al desnudo el golpismo en danza y abrirá el canal para la movilización independiente de las grandes masas.

La intervención obrera ocurrirá de uno u otro modo como consecuencia de las tendencias disgregadoras sociales del conjunto de esta crisis.

Claudio Del Pla

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