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domingo, noviembre 24, 2024

¿Qué lectura hacemos hoy de la obra “Chau, Misterix”?

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La compañía teatral “Grullas de barro” de C.A.B.A. subió a escena en Salta el viernes 21 de marzo, en el marco de Teatro Infinito (celebración del 11º Aniversario del Salón Auditórium) para mostrarnos un clásico del dramaturgo Mauricio Kartun.

Hace 66 años se publicaba en Argentina la historieta de Misterix, creación italiana de un personaje sajón adaptada por escritores argentinos. El superhéroe de un cómics que arroja rayos desde su cinturón, ingresa en la dramaturgia kartuneana para referenciar los juegos infantiles de Rubén Petric, niño de 10 años, encarnado sólidamente por Luciano Menéndez. La intervención interpretativa desde el punto de vista psicoanalítico, repetiría la consabida frase de Sigmund acerca de que “los niños son perversos polimorfos”. Esta perversión anclada en lo inconsciente, vira el sentido de la obra en la que cuatro amiguitos se disputan liderazgo, amores, masculinidad/feminidad puestas en la fuerza o en la belleza y el talento, además de concentrar la ley del más fuerte a un estilo darwinista. Un niño de anteojos y pantalones cortos de los 60, se enfrenta a Chiche (Juan Ignacio Quaglia), por el afecto de una niña hermosa, “La Miriam”, Florencia Cavanna, y el final no es de cuentos ni de comedia. La otra, par de Rubén en el paralelismo representativo, no con anteojos pero sí con aparatos, Titi, Magdalena Pardo, quiere un lugar en la mirada de Chiche. Pero los feos, en esta historia, y los inteligentes, son loser, pierden ante la apariencia en todas sus formas. Lo bueno de esta dramaturgia es que no se acomoda para moralizar y el “mensaje” no viene de la mano del deber ser.

La obra permite ver en el interior de los protagonistas a través del drama real de los changuitos que dejan atrás la niñez cuando se devela el misterio: que la vida es cruel y que los Otros no perdonan, que el amor hace sufrir y que se crece a partir de ciertos desengaños. Las penas de Rubén y de Titi deberán ser canalizadas a futuro donde ya no se puede jugar a ser amado y codiciado, respetado y valorado. En la ficción se es un héroe, y en la realidad, se es lo que se es.

Kartun delinea un perfil psicológico característico de la infancia, pero a partir de una mirada aparentemente circunscripta a una edad, se metaforiza la vida entera de un ser humano: podrían ser adultos en una oficina, marines en un barco, funcionarios en el gobierno, y en todos los grupos, veríamos la lucha por conservar el puesto, el amor, el poder y cómo la vida opera en esos sujetos poniendo situaciones más o menos dolorosas, para que al final, nos descubramos viviendo en un mundo en el que las mismas variables hacen a unos exitosos y a otros, no. En síntesis, supervivientes.

Sólo que aquí, en “Chau, Misterix”, nos deleitamos con aquellos años pasados y recordamos también, cuánto hemos olvidado o cuánto, desconocemos de la argentinidad. Porque la dramaturgia no hace más que pasearnos por lo que somos y por lo que carecemos.

Hasta no hace mucho, los niños carecían de información sobre la sexualidad y en la obra aparecen todos los mitos infantiles y los prejuicios que manejaban los niños del pasado. Mitos que hoy desaparecen pronto con el acceso a una educación sexual más temprana, o por el exceso de información que brinda Internet y en el peor de los casos, por lo que los mismo niños creen saber sobre la sexualidad, pero lejos, muy lejos de los que estos cuatro amiguitos saben, cuando por cierta época, se pecaba no de ignorante, sino de ingenuo.

Importa mencionar cómo los niños a veces distorsionan la realidad y cómo se convierten en sujetos “mirones”, sobre todo los varoncitos en el despertar sexual, y ven a las mujeres cercanas como primeros sujetos del deseo, curiosidad infantil que se sublima de a poco. La masturbación era considerada insana en una época, y esto aparece en la obra como parte de los mitos sobre la sexualidad. Para un joven de hoy, quizá, suene hasta irrisorio frente a la obsesión de los medios por transmitir las bondades del acto y lo necesario que se vuelve para tener una vida sexual plena.

El despertar de Rubén-Misterix, personaje que se desdobla en la ficción en niño y superhéroe, y por lo tanto recrea la ficción dentro de la ficción, tiene que ver con el desamor experimentado. Entiende que el amor no es un juego inocente pero que en él, hay reglas. Me recordó a la Leticia que creó Julio Cortázar en “Final del juego”, de alguna manera estos dos personajes están unidos literariamente, dolorosamente. El dolor no es ajeno sino formante, necesario, sin conocer su dimensión, no hay posibilidad de cambio. El dolor es eso, un cambio, o al menos, la antesala de un cambio. ¿Cómo aprende Lazarillo las lecciones de la vida, sino es a fuerza del engaño de su amo, quien lo hace golpear para que madure? De allí hay dos caminos irreversibles: la construcción del mal o del bien, el entendimiento ingenuo de hacer lo correcto o la moral del avivado.

Creo que en un punto, es el nacimiento o la muerte de la viveza criolla, según sea a través de los lentes de Rubén, o de la malicia de Chiche. No por nada, aparece el trozo de vidrio- cual signo del cristal con que se mire la vida, con el que los niños van a “espiar” el eclipse. El eclipse es secundario, lo que importa, es cómo se ve el amor y los prejuicios, muy presentes en la historia.

En el mundo existente de Rubén el saber ocupa un lugar importante: las lecciones y el ser un buen estudiante pintan de lleno a un niño «aplicado», virtud que se opone a sus atributos físicos y al hecho de tener una madre que no interpreta la necesidad de su hijo de llevar pantalones largos y un disfraz- pues es carnaval- más apropiado a su nuevo estado. En el mundo deseado, Misterix se rebela contra La Particular, la «vieja de Lengua» que lo satura de tareas. Este hecho no puede pasar inadvertido. Tanto en obras de la nueva dramaturgia argentina como esta, y en novelas juveniles de autor argentino como «Examen final», los protagonistas odian a la maestra de Lengua y Literatura. La Particular aparece satirizada y ocupa bastante espacio en la mente infantil. Y no olvidemos la cantidad de cinta que acaparó el tema para bien o para mal, con realizaciones como «La sociedad de los poetas muertos» o «Diarios de libertad». De una forma o de otra, la enseñanza-aprendizaje de las Letras puede ser martirizante o placentera. A veces, el rol de maestro es ocupado por los propios padres como en «Ladrona de libros» (best seller y film), o en el teatro con «El trompo metálico», por dar algunos ejemplos.

Laura Conde en la dirección, supo rescatar los signos revitalizantes que potencian la dramaturgia de Kartun, y para ello, contó con la coordinación general de Rubén Szuchmacher y Graciela Schuster. Dato aparte, la obra estuvo durante seis meses en cartelera durante el año 2013

La pieza sobresale en su fase lumínica, es decir, hecha luz sobre la soledad de los personajes, sus sentimientos y sus emociones. Sígnicamente, prevalece como espacio que delimita situaciones y estados anímicos, como así también, los cruces dimensionales entre realidad y ficción que atraviesan los protagonistas.

Actuaciones notables y destacadas, suben el tono de la obra y nadie queda ajeno al humor fresco y malvado de los niños, o al drama que los constituye.

«Chau, Misterix», es en realidad la bienvenida al mundo, donde unos ganan y otros pierden en el juego de la vida.

– Foto de portada tomada por Salta 21

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