La comedia de Gustavo Taretto (Medianeras) se mueve en un espacio único. Seis chicas están arriba, en la terraza de un edificio, mientras sus vidas andan al ras del suelo. En las alturas, se está más cerca de alcanzar los sueños. Una película entretenida que juega con los colores y el sentido semiótico de las cosas. Un film fotográfico y sensitivo que atraviesa lo femenino con un discurso simple.
Seis mujeres se juntan a tomar sol en la terraza de un edificio. No hablan precisamente de Platón ni de Borges. Hablan de sus cosas, de lo que les ocurre a diario en sus vidas, de lo poco que ganan y de lo mucho a lo que aspiran: a una vida diferente en la Argentina menemista. No es un verano cualquiera. Es el último verano en que planean estar en un edificio tomando sol sobre un piso de cemento. Es el momento coyuntural de sus vidas en que imaginan una alternativa, algo que modifique su rutina, algo que las saque de la mediocridad.
Hay una crítica a la idealización argentina que sigue hablando del uno a uno. El viaje soñado cuesta miles de dólares y con sus trabajos, no llegan a cubrir el costo. No todos los argentinos se beneficiaron con el uno a uno, y pese a que Menem es prácticamente repudiado en la Argentina, muchos siguen colgados de la idea de que todo tiempo pasado fue mejor.
Las chicas son:
Maricel Álvarez (Sol). No intuye que algo le falta sino hasta que Kari le hace notar que el hecho de “robarse” las imágenes de las cámaras fotográficas le permite vivir vidas diferentes a la propia. Se muestra segura, pese a todo.
Luisana Lopilato (Lala). Tuvo una infancia feliz y no sabe de lo que es capaz, aún. Su creatividad la desarrolla “haciendo las manos” a sus amigas. Tiene un trabajo precario y nada atractivo. Cree en extraterrestres y aporta algunas ideas clarificadoras. Es “la nueva” en este grupo de bailarinas de salsa, aunque ingresó hace seis meses ya.
Elisa Carricajo (Kari). Estudia psicología y propone medicinas alternativas para mejorar la “onda”. Es más analítica aunque reduccionista.
Marina Bellati (Vale). Esconde una angustia por la pérdida de su pareja pero se siente motivada por una nueva relación. No se despega de su perrito y produce cierta incomodidad por su aparente estado. Al tipo “nuevo” lo conoció por ser una telefonista de una empresa de radiotaxis
Violeta Urtizberea (Vicky). Es ingenua y fresca. Entre las amigas, está dispuesta a ser la “heroína” y ganar plata “fácil” a partir de un ofrecimiento de realizar películas porno. Con esa excusa, su deseo de seguridad ante la necesidad de exhibirse la lleva a plantearles a sus amigas una propuesta que dicha por sus labios, resulta “indecente”, pero apropiada a los fines (recaudar dinero para tomar sol en Cuba). Trabaja en una peluquería.
Carla Peterson (Flor). Es promotora. Ella es la ideóloga del grupo, no se conforma con pensar en unas vacaciones de verano en Cuba, sus planes son más elevados: establecerse allí y hacer todo lo que saben hacer en un lugar más prometedor. Flor asocia el comunismo con el calor y el capitalismo con el frío. Su liderazgo ejerce un poder positivo porque imprime al grupo motivaciones y les transmite seguridad. Tiene esperanzas de cambiar la vida de todas y su meta más cercana es triunfar en el concurso de salsa, sobre todo porque el premio les permitirá engrosar el fondo común. Flor propone hacer “vaquita” para que todas puedan irse a Cuba.
En medio de estas personalidades diferentes, se van sucediendo una serie de asociaciones llamativas: los colores ligados a las energías, los acontecimientos ligados a señales del destino como la nube que observan con la forma de la bandera cubana o los alfajores que comen marca “La Havanna”. Sombrillas, toallones, mallas, vestidos desprenden texturas, lo mismo que la piel humectada con rociadores. Hay todo un campo sensorial muy explotado.
Lo femenino se desliza entre lo natural, en la manera de percibir el mundo, las emociones, la amistad; entre el lenguaje, el uso del “boludas”; entre el contenido de los diálogos que parecen insignificantes pero tiene que ver con lo cotidiano y con la rutina; entre la concepción del amor, con cierto desencanto por lo idílico; por la aproximación a lo real con cierta pretensión futurista del cambio y sobre todo, por la idea de “mujer independiente”.
Algo tan banal como tomar sol es la idea de un proceso por el cual la energía lumínica ingresa para materializarse en la concreción de otra vida. No por nada ellas mismas juegan con lo sentidos de “sol” y lo asocian con un dios.
La líder llama a lo caluroso, comunista, y en su afán por lograr salir del “pozo” en que están, curiosa y paradojalmente un espacio abierto y lindante con lo más alto, el cielo, propone una forma “comunitaria” de reunir los fondos para despegar. La terraza es un a punto del despegue, y de allí otra asociación semiótica con el avión que miran pasar por la nube que representa a Cuba. Y el trago que beben es “Cuba libre”, la metáfora de la libertad que ansían, más inspiradora y más jugosa que esta vida de azoteas en las que transcurren sus veranos aburridos.
Todo esto termina por configurar un tipo de cine muy personal, que se juega al tedio de un mismo espacio que nunca es el mismo porque varía con las variaciones de los personajes en campos de lo visual y lo expresivo, lo táctil y lo sonoro, lo informal por sobre la densidad de lo sobrio; alternancias que permiten construir un film cosido con el hilo de las costumbres en una visión moderna de la Argentina noventista. Cómo subsistir en una Buenos Aires calurosa, siendo de clase media pero con bajos ingresos.
Y lo mejor de todo: cinco mujeres en bikinis y una en enteriza no representan la cosificación femenina, no hay un culto al cuerpo y sin embargo, hay belleza en ellos. La mujer no es un objeto y su naturalidad está ligada a su femineidad. No hay una mejor que la otra, hay un equipo de mujeres que se consolidan para ganarle a la vida. Otra oportunidad para ellas. Muy bueno!
– Las insoladas (Argentina/2014). Dirección: Gustavo Taretto. Con Carla Peterson, Luisana Lopilato, Marina Bellati, Maricel Álvarez, Elisa Carricajo y Violeta Urtizberea. Guión: Gustavo Taretto y Gabriela García. Fotografía: Leandro Martínez. Música: Gabriel Chwojnik. Edición: Pablo Mari. Dirección de arte: Romeo Fasce y Luciana Quartaruolo. Distribuidora: Buena Vista. Duración: 100 minutos.