Es una disciplina dedicada a la creación artística a partir de herramientas de la ciencia y de la tecnología. La investigadora mexicana Edith Medina narra de qué se trata esta tendencia y cuenta su experiencia individual en un área que genera controversia en el mundo académico y social.
Imagine un mundo en donde una obra de arte pueda ser creada a partir de lágrimas, piel humana o cualquier tipo de tejido vivo. Un mundo en donde, al apagar la luz, los conejos se vuelvan fluorescentes. Este espacio existe, y se llama “bioarte”. Se trata de una corriente artística contemporánea que experimenta y representa la relación simbiótica que existe entre la sociedad, el arte y el desarrollo de la biotecnología.
En los años setenta, el pintor y grabador estadounidense George Gessert se convirtió en pionero de éste área al realizar sus primeras obras mediante la hibridación de plantas silvestres. En su trabajo, al cual llamó “arte popular genética”, buscaba – a través de la ciencia- resaltar la belleza estética de distintas especies de plantas y flores ornamentales.
Por otra parte, en el año 2000, el artista brasileño Eduardo Kac se convirtió en un precursor al presentar su obra “Alba”: un conejo al que, en su estado embrionario, le fue inyectado un gen responsable de la proteína que produce la fluorescencia. Si bien esta nueva propuesta generó distintos debates sobre hasta qué punto puede llegar la ciencia, al mismo tiempo disparó una nueva tendencia artística que fue creciendo año tras año.
Luego de Kac, muchos investigadores latinoamericanos comenzaron a formarse en esta disciplina. Este es el caso de Edith Medina, Licenciada en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien comenzó a interesarse por esta temática y se inició como investigadora, bioartista, y formadora de profesionales en éste área.
¿Cómo se aproximó a esta temática y qué fue lo que le llamó la atención para inclinar su formación hacia el bioarte?
– Luego de tomar un curso de Filosofía de la Tecnología en el Centro de la Imagen en la Ciudad de México en 2004 revisé el trabajo de distintos artistas como Orlan y Stelarc, quienes en ese momento ya se encontraban experimentando con elementos biológicos en su obra. Esa fue la primera vez que escuché hablar de bioarte. A partir de ese momento inicié mi carrera como investigadora, buscando información de artistas que estaban vinculando biología y biotecnología en su trabajo a través de materiales, técnicas y soportes que se enlazaban al campo de las ciencias de la vida. Ese fue el puntapié que hizo que me convirtiera en una de las pioneras en investigación y educación sobre el bioarte en México.
¿Cómo fue la experiencia de incursionar en una temática poco explorada como ésta?
– Mi incursión fue como investigadora generando proyectos que se tradujeron en conferencias, artículos, talleres y seminarios sobre la relación entre arte, ciencia y biología. En el 2007 dí el primer curso de bioarte en México en el Laboratorio Arte Alameda y en el 2010 recibí la beca del Programa de Apoyo a la Producción e Investigación en Arte y Medios del Centro Multimedia del Centro Nacional de las Artes, CENART, México, en la categoría de investigación con el proyecto “Bioarte: el uso de elementos vivos y material biológico en el arte”. A partir de ese momento, comencé a desarrollar trabajos de arte biológico en mi obra, de la cual deriva la pieza “A lágrima viva”, que está basada en el aspecto sociobiológico de las lágrimas, utilizando técnicas de la bioquímica médica y la microbiología. Esta obra se trabajó en colaboración con el departamento de bioquímica médica del CINVESTAV (Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional), y se exhibió en el marco del Festival Internacional de Artes Electrónicas y Video TransitioMX como parte de la curaduría “Biomediaciones” en septiembre del 2013.
¿Por qué elige el cuerpo humano como “materia prima” para realizar sus obras, y cómo vincula esta elección con el aspecto biológico?
– Tomo como punto de partida elementos orgánicos residuales o que formen parte del cuerpo. Utilizo desde cabello y lágrimas hasta piel muerta, y me apoyo en el uso de bacterias, microorganismos y diversas ramas de la ciencia: biología, bioquímica, microbiología, entre otras. Yo entiendo a mis obras como procesos de investigación que parten del motivo del cuerpo. En ese sentido, el carácter de involucrar los procesos científicos y artísticos es algo integral en mi trabajo que no implica sólo mi corporalidad, sino también la de otras personas. Asimismo, también suelo vincular circunstancias o hechos determinados y estructurarlos en una imagen de lo que pienso que puede construirse como una posible pieza, y allí comienzo con la investigación acerca del proceso material, el aspecto técnico, sus complicaciones y su preservación. No son piezas que puedan producirse en un corto plazo, sino que me lleva alrededor de un año poder integrarlas entre el proceso de investigación, la metodología y la exhibición.
Como investigadora, ¿cuáles son los factores que la inspiran para combinar arte y ciencia en un mismo trabajo?
– Integro a mis obras desde dos apartados: el iconográfico científico y el social. Sobre el primer aspecto, soy una gran estudiosa de la estética que se genera en la ciencia, de los imaginarios visuales y estéticos que derivan del estudio de los organismos que se apoyan en las diversas herramientas de visualización científica. En su gran mayoría, empleo metodologías que los naturalistas del siglo XIX usaban para sus investigaciones, como ilustraciones, dibujos, bitácoras y ensayos visuales, de tal manera que mis trabajos puedan ser replicados por otros.
Por otra parte, desde el lado social siempre tiendo a vincular procesos de construcción social que están en mi contexto con procesos de construcción científica sobre los elementos que esté empleando en mi obra. Por ejemplo, me pregunto cuál es la consideración científica de una lágrima y el llanto: cómo se integra, su composición bioquímica, su importancia para el cuerpo y su edificación social vinculando a la ciencia. Para esto, estudié cuál es el género que más llora, cómo influencia al otro la idea de llorar, cuándo se llora, y cuál es la construcción social sobre el llanto entendido desde sociología y la antropología social.
El arte, la ciencia, y un debate abierto
A pesar de que la modificación genética para obtener fluorescencia existía previamente a la obra de Kac, su trabajo fue criticado por distintos sectores que entendían al bioarte como una herramienta para “cosificar” a los seres vivos a través de la manipulación genética sin consentimiento.
¿Qué opina sobre estas miradas?
– A lo largo de la historia de la biología y las ciencias de la vida, el proceso de cosificación de elementos biológicos es una constante, no sólo cuando hablamos de seres vivos, sino también el material orgánico, genético y los datos biológicos. La pregunta realmente sería cómo regular una industria que produce millones cada año comercializando material biológico, cuando la mayoría de los ciudadanos desconoce el rango biopolítico que afecta a las naciones y a su vinculación social.
Uno de los grandes méritos de GFP Bunny de Eduardo Kac fue abrir un debate sobre los nuevos organismos que se están produciendo en el campo de la ciencia, sea para investigación, alimentación o beneficio humano. Lo que postuló Kac fue que, si esta modificación ya está ocurriendo, cómo sería la relación de los seres humanos con este nuevo imaginario de organismos que en calidad de “mutantes” entran en una constante relación con nosotros y el espacio natural en el que nos desarrollamos. Actualmente, podemos encontrar una variedad importante de organismos vivos modificados genéticamente, de los cuales muchas personas desconocen. De hecho, luego de la obra de Kac, dos empresas comenzaron a vender peces fluorescentes que actualmente podemos comprar vía Internet, y no sólo peces, sino también ratones, plantas e incluso gatos hipoalergénicos.
Lo que socialmente entendemos como vivo o elemento biológico, dista mucho de lo que científica e industrialmente se estructura como tal. La implicación y regulación de lo vivo es un tema pendiente para muchos países porque cuando hablamos de ciencia, no sólo hablamos de centros de investigación gubernamental, sino también de centros privados, de una oferta y una demanda de elementos biológicos, de un mercado y una industria que rebasa por mucho la consideración social que se tiene de la misma.
Edith Medina es Licenciada de la carrera de Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Tiene estudios complementarios sobre arte y biología en la Universidad Oberta de Cataluña (UOC) y en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (CINVESTAV). Además, estudió sobre arte y nuevas tecnologías en el Centro Multimedia del CENART y en el Instituto Nacional de las Bellas Artes (INBA). Actualmente se encuentra trabajando sobre dos piezas: la primera, “Principio de identidad”, estará realizada a partir de cabello humano. La segunda, “Descomposición controlada”, será una serie de lienzos que cuenten la cultura mexicana a través de material orgánico.
– Por Agustina Fuertes (Agencia CTyS)