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jueves, octubre 10, 2024

Lo real-imaginario en la obra “Medio pueblo” o la división de los antiguos y modernos

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El mundo se ha dividido en dos imperios: la mitad antigua y la mitad moderna. En la obra de Martín Giner, esta vez dirigida por Omar Pizzorno y presentada en Pro-Cultura Salta, paseamos por un teatro que se abre a múltiples interpretaciones ideológicas que no se desprenden de su carácter mitológico. Este “relato” de Medio pueblo es el mito del nacimiento y disolución de una civilización.

Guillermo Gerchinhoren encarna un personaje de carne y hueso dentro de la órbita de una pintoresca gama de personajillos que habitan los mundos. El actor logra darle vida a seres de una y otra mitad, divididos por prejuicios y fundidos en consideraciones trágicas que se revelan al espectador de manera humorística. El protagonista asume la voz de los habitantes de las dos mitades y su omnisciencia adquiere el carácter de co-partícipe de la historia. La historia no está anclada en ningún lugar pero la mitad antigua está representada por el elemento tierra y la mitad moderna, por el elemento agua. Aunque la palabra mitad nos conduzca por un símil equilibrio, hay desarmonía; el caos no está configurado por el cronos (hay una sucesión), sino por la ambición de poder. El tiempo está diluido y funciona como una evocación en la que el pasado vuelve al presente en forma de mito.

Un botón en realidad, puesto en el límite de las dos mitades, adquiere el valor testimonial de la existencia de una civilización incivilizada. El botón es un detonante mágico, un pequeño orificio que se transforma en un gran ventanal. El botón, aunque invisible a los ojos del espectador, opera como un ojo, una puerta que nos conduce a la dimensión teatral de manera imaginaria.

La dramaturgia de Giner presenta una visión contrautópica del futuro en que el hombre, en lugar de salvarse, se pierde debido a la guerra.

Omar Pizzorno arma su propia puesta con “trazos” de los personajes a los que vuelve abstracciones. Para el director, el mundo es una construcción geométrica sin “carnadura” en el que lo real resulta ser lo imaginario. Los trazos en el papel imitan seres a los que vemos a través de los ojos del protagonista.

La intermitente narración es sostenida con habilidad por Gerchinhoren quien parece estar trepado en el centro de un carrusel alrededor del cual gira medio pueblo.

Dramaturgo, narrador y público están en idénticos planos como demiurgos: mientras el dramaturgo escribe el narrador cuenta la versión que le refirieron; a su vez el espectador hará lo propio; de manera que las tres entidades asumen la voz de la Historia. Al mismo tiempo, el botón pierde su plataforma testimonial y el teatro mismo se constituye en la única prueba documental de lo acontecido. La acción se concibe como relato, la escritura/oralidad es movimiento, las voces de los personajes son imágenes y la memoria del actor se convierte en la morfogénesis del teatro. Al final las ecuaciones cambian: la obra se trata de un personaje memorioso que narra la historia de Medio pueblo.

– Crítica anterior de la obra dirigida por el autor

Martín Giner y Elena Bossi: noche de teatro en Salta
http://www.salta21.com/Martin-Giner-y-Elena-Bossi-noche.html

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