No me olvido que en las elecciones a las que llamó Duhalde después de haber ordenado la represión que asesinó a Darío y a Maxi el 26 de julio de 2002, aún después de aquél estallido en el que murieron 39 luchadores populares el 20 de diciembre de 2001, el 23% de los votantes eligió a Carlos Saúl, el responsable político mayor de todo ese desastre.
Hace 15 años, el pueblo argentino estallaba y copaba las calles, los edificios públicos y las empresas, harto del despojo, la entrega y la precarización neoliberal noventista liderada por el PJ con Menem a la cabeza y su corte formada por Scioli, Gioja, Insfran, Cavallo, Duhalde, Solá, Pichetto, DeLaSota, Capitanich, Aníbal Fernandez, los burócratas sindicales y Nestor y Cristina Kirchner… entre otros cipayos impresentables; a los que sucedieron otros tan cipayos como ellos, los DeLaRúa, Alvarez, Alfonsín, Meijide, Machinea, Lopez Murphy, Nilda Garré, Abal Medina, CARRIO, quienes recurrieron otra vez a Cavallo y su salvavidas de plomo.
Se escuchaba atronador el «Que se vayan todos», mientras los piqueteros veían con asombro pero también alegría que la clase media a la que le habían robado sus ahorros de toda la vida se unía a la rebelión con su «Piquete y cacerola, la lucha es una sola».
Cantito que traicionaron apenas les devolvieron un tercio de lo que era suyo y consiguieron algún trabajo aunque más no sea precario. Es el precio que tuvieron y tienen los que se cagan en el sufrimiento del otro y sólo se suman a la pelea oportunistamente.
La cuestión es que no se fue NADIE.
No me olvido que en las elecciones a las que llamó Duhalde después de haber ordenado la represión que asesinó a Darío y a Maxi el 26 de julio de 2002, aún después de aquél estallido en el que murieron 39 luchadores populares el 20 de diciembre de 2001, el 23% de los votantes eligió a Carlos Saúl, el responsable político mayor de todo ese desastre.
No me olvido que con el 22% de los votos, al no presentarse a la segunda vuelta el cipayo riojano, llegaron los Kirchner, con la transversalidad que le aseguró la permanencia a los que NO se fueron y tergiversaron todos los valores por los que siempre luchamos los que soñamos con otra sociedad. Mintieron tanto que hablando de trabajadores, de antiimperialismo, de lo popular y lo nacional, terminaron enriqueciendo como nunca a los patrones, pagando una deuda que nunca debimos, entregando todo a las corporaciones multinacionales y dejando una pobreza que superaba el 30% de la población…como mínimo.
En los nombres, el kirchnerismo, basta repasarlos, fue la fusión del menemismo y la Alianza. En la política también.
Hoy hay que escuchar al lacayo Cavallo diciendo por los medios masivos que a él «deberían hacerle un monumento»
o al menemista Duhalde contar «lo angustiado que vivió» aquella época
o a la impresentable y repudiable Elisa Carrió diciendo que los muertos que asesinó la polícía el 20 de diciembre del 2001 «fueron enviados por el peronismo para derrocar a DeLaRúa».
Esos tres nefastos personajes, entre otros nefastos, son responsables de las penurias de millones de seres humanos que viven en este suelo, y de tantos que ya no están y pudieron haber estado pero se fueron por causas evitables.
Esos tres nefastos personajes, junto a otros nefastos, gozan de sus vidas y su holgura económica montados en la miseria de millones.
Del «Que se vayan TODOS» a este «se quedaron TODOS» pasaron 15 años y los ganadores de siempre, los patrones, los capitalistas, los explotadores, los burgueses no dejaron nunca de ganar y llenarse los bolsillos a paladas.
Aquél 20 de diciembre está más lejano que nunca con este reciente voto a Macri y aún con los votos a Massa y Scioli. No sólo por los votos, sino por el giro a la derecha y el retroceso en el nivel de consciencia de las masas que significan esos votos.
Las condiciones objetivas que llevaron a aquél estallido no han variado mucho: la explotación continúa, y el proceso de precarización, entrega, empobrecimiento de las mayorías y concetración de la riqueza también. La cuerda se está tensando otra vez y otro diciembre 01 puede estar a la vuelta de la esquina.
El problema es que no existe una alternativa liberadora y revolucionaria de masas. Sería imperdonable que no la construyamos desde abajo y a la izquierda, sólo por mirarnos el ombiligo y creer que somos lo que no somos, que llegamos a donde no llegamos, que nos quieren y escuchan cuando nada de eso pasa en la realidad… o apenas insignificantemente.
Este país, este pueblo en su inmensa mayoría, necesita socialismo para lograr su liberación y su felicidad. Todavía no lo sabe. Y hay quienes todavía no aprendimos a decírselo
Ojalá aprendamos más temprano que tarde
– Buenos Aires, 20-12-16