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sábado, enero 11, 2025

“Algunos días sin música”, retrato de la infancia en un suburbio mendocino

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Un título polisémico que encierra una historia y el drama palpable de tres niños envueltos en sus soledades. Ente las vías del tren, los amigos consolidan su unión por un deseo en común durante la apertura del día de clases: “que se muera la maestra”. La culpa los mantiene juntos, pero también el desamparo de una sociedad disgregante en la que los adultos están preocupados por sobrevivir.

El film pasea a los espectadores por una serie de texturas narrativas que alguna vez recorrimos como lectores. El espacio de las vías del ferrocarril en las siestas que nos recuerdan a “El cielo entre los durmientes”, un cuento de Humberto Costantini. Sol y polvo en un paisaje mendocino que deja traslucir a personajes de las orillas en una provincia que se sienta a la sombra de famosos viñedos. Esas uvas que arranca la infancia a modo de travesura, como símbolo de la escasez o de la paga del jornalero migrante que para Guzmán significa la figura del padre.

La casa de la Sra. Mosca donde trabaja la madre de Sebastián, gorda e irreal como la abuela desalmada de la Cándida Eréndira, es otro de los recorridos literarios a los que nos invita “Algunos días sin música”, ópera prima de Matías Rojo en un film en el que los protagonistas, son tres chicos de unos 10 años: Sebastián (Jerónimo Escoriaza), Email (Emilio Lacerna) y Guzmán (Tomás musica.jpgExequiel Araya). Sebastián conoce a Email y Guzmán el primer día de clases, por cierto trágico ante la muerte de la maestra de música que se desploma frente a ellos. Los niños se sienten culpables por haber deseado al mismo tiempo que se mueran las maestras. Esta será la excusa para “vagar” por Luján de Cuyo y conocer de cerca sus vidas, para entender un poco más lo que los anima a ser como son: Sebastián, un gran lector de revistas científicas, Guzmán un competidor de baile en los video-juegos y Email, un karateka con sobrepeso. En sus hogares los espera la miseria, a unos más que a otros, la brutalidad e ignorancia de los adultos, y en raras oportunidades, el afecto.

La frase inspirada en Tolstoi “Pinta tu aldea y pintarás el mundo” parece aplicarse muy bien a esta realización filmada íntegramente en Mendoza, con la mirada de un sociólogo que supo retratar desde el color local, el drama que viven muchos niños en Argentina. “Esa aldea de la que hablaba Tolstoi no sólo es un lugar geográfico: es también la comarca de los sentimientos” (Abelardo Castillo en “La aldea de Tolstoi”).

A pesar de que los diálogos muchas veces parecen no coincidir con los de la edad de los chicos y suenan impostados, además de las dispares actuaciones, la originalidad no se pierde y la imagen del contexto social emergente se vuelve central y adecuada. Guión e imagen conectan muy bien y les dan un marco excelente a los actores que le aportan al film bocanadas de aire fresco. El mundo infantil de estos tres pequeños montados en una bicicleta deja al descubierto ese otro país que nos duele y que aparece como cotidiano y natural.

Los juegos de su infancia están a punto de ser los últimos. La vida los obliga a dejar de lado la ingenuidad. Guzmán va en busca de su identidad, escapa del desprecio de su abuela y sigue los pasos de un desconocido quien parece al menos, vivir una vida mejor. Al resto los aguarda otros momentos, otras aventuras, otros pesares, quizá algunos otros días sin música cuando el duelo por otra maestra los encuentre caminando a la hora de la siesta, entre el polvo y los durmientes.

Un film recomendable.

– Ficha técnica:
Algunos días sin música (Argentina-Brasil, 2013)
Dirección y guión: Matías Rojo
Fotografía: Máximo Becci
Montaje: Andrés Tambornino
Dirección de arte: Diego De Souza
Música: Juan Pablo Di Césare
Duración: 78 minutos
Elenco: Jerónimo M Escoriaza, Emilio Lacerna, Tomás Exequiel Araya, Ana María Giunta

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