Parece ayer y sin embargo los recovecos de la memoria te hacen trampa, no le vamos a echar la culpa al alemán que te esconde las cosas, el tal “Alzheimer”, vamos a tratar simplemente de subrayar un par de dolores dulces en el fragor de las batallas.
En primer lugar, a pesar de que muchos lo saben, vamos a puntualizar que “amarcord” quiere decir “recordando” en dialecto “Emiliano”, o sea, de Regio Emilia, región comunista si las hay recostada en el valle del Pó.
Le rindo homenaje entonces a ese pueblo inagotable de solidaridad que supo cuidarme como a un niño en el exilio, es un modo de no olvidarlos recordándolos, y para esto “amarcord” es la palabra adecuada, nada original por supuesto, Federico Fellini ganó el “Oscar” a la mejor película extranjera, creo, en 1975, con su película y este título.
Cuando llega el otoño y en las vísperas del frío, suele dolerme agudamente la punta de la ultima falange del dedo meñique de la mano derecha, donde, desde el año 69 me falta un pedazo que quedo pegado en algún lugar de los techos del Barrio Clínicas, aclaro por las dudas, esto es en la ciudad de Córdoba, cuanto amor, cuantos sueños, cuantos vientres húmedos y cuanto cielo estrellado en aquellas noches de gloria, abajo, entre las sombras de las calles marchitas de la dictadura marchaban con estruendo de vituallas, hacia nosotros, las tropas de Onganía. Avenida Colón era un sendero de escombros y su plaza un cuartel general rebelde, rodeado de barricadas impenetrables, en la pared de una esquina habían escrito muy grande los compañeros “Barrio Clínicas. Territorio libre de América”.
Recuerdo entonces los gases lacrimógenos, los palos, las sirenas y los tiros y el sueño se llenaba de agujeros, y el aire y el cielo se llenaban de un olor rancio, una mezcla casi indecente de sudor, miedo y heroísmo, y avanzábamos abrigados por una bandera: “ni un paso atrás… ni para tomar impulso” .
Era entonces que los mártires tenían nombre o apellido, Cabral, Bello, Santiago Pampillón, por ejemplo.
No imaginábamos entonces, que más temprano que tarde, el genocidio nos transformaría en esa cosa masiva y genérica sin lugar a identidades, “desaparecidos”, “presos”, “exiliados”, los etcéteras de América Latina.
Se me ocurre entonces recordar solo fragmentos de un poema que hacía guardia con nosotros y nos entibiaba la vigilia y los tejados. “Caballeros del Sable” se llamaba aquella poesía que nos llenaba los pulmones de amaneceres y de gloria…“Valientes generales de mi tierra, que habéis ceñido la espada para generarles batallas a jóvenes estudiantes que levantaron trincheras de pechos, músculos y sangre, con ojos, gritos y sueños en el bastión de la calle, quién os enseñó libertad? Acaso San Martín, soldado eterno? Acaso Espartaco, esclavo inmenso?”
En nuestra Salta, en los mismos días, ardían ríos de fuego por las calles de la Plaza 9 de Julio y la entrañas del Club 20 de Febrero, miles y miles de estudiantes y de rostros anónimos, recuperaban la ciudad con la velocidad de un grito y la decisión incontenible de la libertad hecha viento que apuraba un amanecer sin retorno…. “Libres o muertos, jamás esclavos”.
Miro hacia atrás y redescubro el futuro pues no imagino en mi mano la bandera blanca de la rendición o lo que es peor, los arrepentimientos, ”jodida raza la de los arrepentidos”.
Pido disculpas de todas maneras por interrumpir los recuerdos, tengo un motivo indiscutible para ello, supe ahora, en este instante, que Mario Benedetti ha muerto y me da mucha bronca que, por ejemplo, Menem esté vivo.
Y se me mete en la memoria casi de prepo una noche de invierno en que, caminando por las calles de Madrid, Eduardo Galeano me dijo: …”vamos a tomar un café en el aeropuerto con Mario Benedetti y te aclaro para vos que no lo conoces, que Mario sin necesidad de decirlo, nos exige una sola condición inapelable, a la cual ninguno de nosotros puede negarse, es obligatorio…quererlo”. Esa noche pude descubrir la fuente de cariño que años atrás ya adivinaba, mezclada con su tinta en “El cumpleaños de Juan Ángel” , y pude constatar además, que Galeano, su entrañable amigo y navegante incansable de los torrentes de sangre que derraman “Las venas abiertas de América Latina” , una vez más… no se había equivocado…querer a Mario Benedetti era y es, sin duda…obligatorio.
Vamos a volver sobre el tema, sobre el Cordobazo y sobre Mario. Tenemos 40 años para mirar por el ojo de la cerradura recordando el peso inagotable de los sueños y a un poeta capaz de timonear la barca de la ternura en la peor de las tormentas.
Amarcord, 40 años del Cordobazo
Conocí al entrañable «negro» en Milán recién llegado al exilio, lleno de adrenalina y miedo de oir mi propio nombre, él y su compañera Nani me dieron el oxigeno que me faltaba y la tranquilidad que había perdido y seguí compartiendo pequeñas-grandes batallas con ellos y mucho mas, años mas tarde ya regresado a Argentina y de paso por España, paré un mes en su casa-bar y allí me dijo una noche vamos a cenar en el bar con algunos politicos y una «sorpresa» y vaya «sorpresa» EDUARDO GALEANO sentado a mi lado toda la noche que maravilla Negro,gracias por todo y un fuerte abrazo de Eduardo que lo ví hace algunos meses en Cádiz y hablamos de ti, un abrazo y sigue escribiendo.hasta siempre Carmelo
Amarcord, 40 años del Cordobazo
Carmelo querido:
El mundo es muy chico para nosotros y el horizonte tan cercano a nuestras manos, si los sobrevivientes jamas vencidos no nos juntamos, nuestros muertos habran sido en vano.
No soy habil con Internet, mandame un mensaje a este e-amail, para saber donde te encuentro:
e-mail: franciscorizzo10@hotmail.com
Vivo en Salta, mi telefono es 00543875020298.
Un abrazo
Alfredo Ahuerma