El informe elaborado por seis universidades nacionales a pedido del Ministerio de Educación indaga en los cambios de la vida cotidiana.Las mejoras en los índices escolares, en la familia y en la alimentación.
“Antes me tenía que pelar todo el tiempo el lomo en el monte, ahora puedo estar más tiempo en casa.”
Un estudiante de la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata entrevista a Chino, beneficiario de la Asignación Universal por Hijo (AUH). Chino tiene once años, es el mayor de varios hermanos. La charla busca “información de campo” sobre su perspectiva de la AUH. Chino es tímido pero va conversando, sabe de lo que habla aunque a veces se interrumpe, parece distraerse.
En pocas palabras, acumula detalles: la mamá le compra con la Asignación “todo eso para la escuela… cuadernos, lápices”. Se expresa con naturalidad, establece pausas.
Vuelve a enumerar: “Zapatillas, también para (pagar) el colectivo”.
Hace un silencio prolongado, se le interroga si habían podido sumar algo más.
Le brillan los ojos, añade “una cama de dos pisos”. Sin teorizarlo, pero sabiéndolo, la narrativa de Chino (y su flamante cama cucheta) dan cuenta del efecto secuencial, progresivo, del ingreso en su cotidianidad, en la escuela y en la casa.
Un padre chaqueño que percibe la Asignación Universal por Hijo (AUH) para sus hijos le comenta a otro investigador: “Antes me tenía que pelar todo el tiempo el lomo en el monte, ahora puedo estar más tiempo en casa. Si no fuera por eso, ahora no estaría hablando con vos, tendría que estar adentro del monte”.
Los ejemplos se multiplican y forman parte de un interesante informe cualitativo elaborado por seis universidades nacionales a pedido del Ministerio de Educación. El relevamiento cubrió siete provincias, se entrevistó a 1200 personas entre funcionarios, docentes, padres de alumnos, alumnos, funcionarios y “otros actores”.
La finalidad es conocer las percepciones generales sobre la AUH, sus consecuencias en la escolarización, las prácticas educativas, el consumo en los hogares. También hacerse cargo de las “tensiones y desafíos” que desata el cambio, acápite que incluye divergencias entre docentes.
El ministerio sintetizó y sistematizó el material, preparando un informe que combina datos duros, percepciones, historias de vida. También se elabora un video con testimonios. Un abordaje parcial, sin duda, pero relevante acerca de lo que desata la AUH en el sistema educativo y en los hogares, cuando están por cumplirse dos años de su implantación. Repasemos algunos de sus puntos más salientes.
En términos generales, entre los principales universos entrevistados, los beneficiarios (jefes de hogar o alumnos) muestran conformidad y, sobre todo, testimonian lo que fue cambiando en su cotidiano. Los funcionarios (previsiblemente) están conformes. El colectivo docente (maestros, directores y personal administrativo) está más dividido. Los hay muy conformes y entusiastas. Los hay críticos, en especial acerca de la conducta de los padres, respecto de la escolarización misma, como administradores del dinero. Algunos creen que ese tipo de medidas desalienta la búsqueda de trabajo. O sea, “se produce un quiebre” entre las voces de muchos docentes y beneficiarios (padres y alumnos) y un conjunto de docentes.
El promedio, a estar al Informe, concuerda en que “la condicionalidad educativa” estipulada para poder cobrar la AUH es un acierto y que tiene una centralidad mayúscula en el imaginario social, político y mediático.
Lo que va cambiando
El informe detecta “un reconocimiento mayoritario” en el aumento del presentismo escolar, en la evidente mejora de las condiciones de vida y en el acceso a la posibilidad de recreación y nuevos consumos culturales. El Ministerio de Educación verificó que, efectivamente, la matrícula aumentó y, además, que es otra la forma de “estar en la escuela” de muchos alumnos. Se inscribieron más educandos y la tasa de retención mejoró. La trayectoria educativa es mejor, observándose menos repitencia, abandono y sobreedad.
En 2006, el 23 por ciento de los alumnos tenía más edad de la esperada para el ciclo que cursaba, en 2010 ese porcentaje desciende al 17,7 por ciento, en correlato con la disminución de repitencia y abandono. El director de una escuela de Avellaneda pone el fenómeno en palabras: “Cuando se pone en aviso a uno de los padres de que el chico está en riesgo la situación cambia. Antes seguía en riesgo y abandonaba. Hoy el nivel de abandono es menor”.
La asistencia social también llega más, explica una preceptora de Berisso. De nuevo, hay un “antes” y un “ahora”: “Para las asistentes (trabajadoras sociales) cambia porque antes iban a la casa y no las recibían. Ahora, con la obligatoriedad, es distinto”.
Los útiles, la comida
La AUH no es un subsidio al desempleo. En tendencia, la mayoría de los jefes de hogar tienen trabajos informales, a veces esporádicos. El agregado de los dos ingresos reconfigura la, siempre restringida y exigente, economía familiar. El modo en que las familias asignan los nuevos recursos, ya se dijo, es leído contradictoriamente entre los docentes. Los padres y los alumnos enfatizan que los útiles escolares y la comida son el principal destino. Refacciones en la vivienda, otro caso.
La experiencia del Ministerio de Educación y muchas escuelas corrobora sus dichos. Desde principios de 2011 se redujo sensiblemente el número de pedidos de útiles a las autoridades nacionales, provinciales y municipales. En parte, explican conocedores del terreno, es que hay más plata en los hogares. En parte, es que los chicos prefieren darse un gustito eligiendo tal o cual cartuchera, mochila o lapicera.
El pago en las cooperadoras aumentó, informa la directora de un colegio en Junín, “antes era menos, casi nada”. Se completa un círculo virtuoso, conmovedor. La familia retribuye, aporta a la comunidad educativa, más allá de lo que le sería exigible.
A comer. El menú cotidiano es otro, las familias dan cuenta. “Les compro dulces y frutas”, comenta una madre formoseña. Una alumna de Melchor Romero se entusiasma, entre otros motivos porque, argentina al fin, puede convidar: “Ahora comemos pollo al horno, más seguido asado… invitamos a gente a la casa a comer, más a los chicos de la iglesia a comer pizza”.
Los comedores escolares están, por lo general, menos poblados. A veces los alumnos demuestran nuevas exigencias: “A los pibes les gusta la milanesa, el puré… si les das acelga, digamos, antes la comían porque en la casa había necesidad, no había comida, pero ahora es como que no la comen” (un inspector regional).
Por cierto, ni los menores ni las familias son ascéticos, puritanos o estoicos. El consumo entusiasma, los testimonios dan cuenta de “galletitas para mi hermano”, “una Coca cola en la mesa, pedir chocolate y comprarle”. Hay quien se manda a un McDonald’s el día de cobranza para que la nena tenga sus “papitas fritas”.
La escuela, se razona en el informe, se “va librando de las múltiples tareas que había asumido durante la crisis social”. Recupera, parcialmente más vale, su rol esencial. No es sencillo ponerse a la altura, reconocen a este diario asesores muy cercanos al ministro Alberto Sileoni. En la secundaria, especialmente, va virando un paradigma: se había convertido en una escuela selectiva. Los nuevos educandos, muchos de ellos primera generación en la familia que va a la secundaria, proponen desafíos. Más trabas en el aprendizaje, menos adecuación a la disciplina y las rutinas, más proclividad a “entrar y salir” del sistema. En los hogares de clase media, como norma, no se “negocia” si el chico cursará el secundario. El menor de estratos más humildes sí lo hace, pues la escuela compite con “la calle”, la posibilidad de trabajar o de emprender otro camino. Acaso esto explique, en parte, las reticencias de varios docentes, menos optimistas respecto del desempeño de los papás, como integrantes de la comunidad educativa y como administradores del dinero.
“Los padres no dan bola”, cuestionan preceptores de Junín. Hay quien les imputa total desapego: “Sólo les importa cobrar la AUH” (trabajadora social de Berisso). “Ves a los chicos con las zapatillas rotas y están con la mejor cámara digital” (directora de escuela en Junín). Otros denuncian que los chicos llegan “con ropa vieja, faltos de higiene” (director de escuela en Formosa). O sin ganas de estudiar.
Otros maestros, mayoría según el Informe, piensan de modo muy distinto, por ejemplo un chaqueño: “Antes capaz los chicos venían a pedirnos pan y ahora tienen que venir a estudiar”. Tal vez registren multiplicidad de situaciones o de conductas, no ha de ser puramente homogéneo un universo de casi un millón de familias.
La diversidad de consumos es otra novedad, que se debate.
Consumos. “Antes veíamos las cosas por la tele y (los chicos) decían ‘¿cuándo vamos a ir?’. El año pasado fuimos a lo que fue el Bicentenario, este año fuimos a lo de la murga, en Boedo. Aparte, nosotros nos enganchamos en todo. Hay un recital gratis a beneficio, si podemos vamos todos”, cuenta una mamá.
La ampliación de ciudadanía se trasunta en nuevos consumos culturales, anche el Bicentenario, que algunos observadores creyeron un reducto de las clases medias. Seguramente Tecnópolis fue otro centro de atracción, no registrado en el Informe por su fecha de confección.
Los MP3, celulares, golosinas para el recreo son partes de nuevos patrimonios. Hay docentes que ven en esos accesos una mejora en las condiciones cualitativas de acceso al aprendizaje. Otros barruntan un desperdicio. Una preceptora de Melchor Romero propone un discurso más sofisticado, con reconocimientos y prevenciones: “Tienen que comprar porque así recuperan la dignidad. Cuando esa moneda es gratis se la gastan en puchos, en chicles, en Coca Cola. Se terminan acostumbrando a todo lo que se les da”. Un director del Chaco matiza más, comprende ciertas decisiones, pero alerta: “Con el recibo de la Asignación les dan el crédito para la moto. Esperemos que después la plata sea para los chicos y no para otra moto”. La moto, la bicicleta son elecciones habituales, para nada caprichosas ni superfluas. En muchos confines del Conurbano o del interior de provincias el transporte público funciona mal, si es que existe. La movilidad propia deviene un imperativo. Acceder a la motito es ganar tiempo y calidad de vida.
Los críticos remarcan, más de una vez, un potencial conflicto con la cultura del trabajo: “(La AUH) hace que la gente no quiera superarse. No se apuesta al trabajo, que es lo que dignifica”, reflexiona una empleada de maestranza de una escuela de Formosa.
Reparar, pagar, reedificar. El aumento del Presupuesto educativo, la inversión en infraestructura, las netbooks para todos, la mejora sensible en el salario docente forman un combo que eleva la base material del sistema. La AUH incentiva a los padres a escolarizar a sus pibes y fomenta que éstos lleguen menos desprovistos a las aulas. Que “estén”, antes que nada. Que tengan “otra forma de estar”, después.
Las suicidas políticas económicas de fin del siglo XX sumieron a la Argentina en un pozo tremendo. Pérdida de derechos, destrucción del Estado y del aparato productivo, niveles inéditos de desocupación. En el plano que hemos sobrevolado, la escuela debió cubrir (con gran esfuerzo y pérdida en el aspecto educativo) roles propios de la asistencia social. Las familias se desmembraron, por primera vez en la historia convivieron dos y hasta tres generaciones que nunca trabajaron. La comensalidad familiar, por imperio de la necesidad, cedió paso a la alimentación en comedores comunitarios o escolares.
Ese tobogán ha cesado, se está remontando… pero curar el daño y elevar el nivel de la calidad educativa no es tarea de meses, ni de años, ni de lustros. El rumbo económico elegido, la inversión social, el compromiso y la dignidad de las familias son condiciones necesarias de la solución. No deben estimular la euforia (muy bajo habíamos caído, muy a mitad del camino estamos) pero sí el optimismo de la voluntad.
Lo que merecen, aunque haya quien lo discuta
La Asignación Universal por Hijo (AUH) es una de las mejores medidas tomadas desde la recuperación democrática.
Una gran política social o más que eso. Ampliación (reconocimiento) de derechos, política de ingresos, impacto en la economía familiar, en la escolaridad, en el desarrollo local.
La alta valoración no obsta a una mirada crítica: hay reparos para formular, mejoras pendientes. Entre los reparos: “dejar afuera” a los informales que ganan por encima del salario mínimo vital y móvil. Y a los monotributistas que apenas paran la olla, que los hay y quedan excluidos.
También sería deseable mejorar el rango institucional de la AUH, sancionada por decreto: implementarla por ley, para conferirle mayor solidez. Si el resultado electoral es el que todos prevén, el oficialismo tendrá esa mejora al alcance de la mano. En la reforma, opina el cronista, valdría la pena establecer ajustes semestrales con coeficientes prefijados por ley tal como se hace con las jubilaciones, para preservar el valor adquisitivo y limitar la discrecionalidad gubernamental.
Con esos señalamientos, que no son los únicos, es innegable el valor económico, cultural y simbólico de la AUH. Sin embargo (¿o por eso?) tiene “mala prensa” y concita opiniones adversas de muchos ciudadanos de sectores medios. Las encuestas receptan esas críticas. Muchos periodistas de postín confunden, por desidia o mala fe, una asignación-derecho con “un plan”.
Y sin embargo, como ya se dijo, debería haber más ciudadanos incluidos en la AUH. Porque lo necesitan y porque lo merecen. Aunque muchas amas o amos de casa VIP se enardezcan, carteando a La Nación: esos derechos se merecen, porque son correlato y pre-requisito de la condición ciudadana.
La lectura de la nota central podrá motivar que algunos den por corroborados sus prejuicios. “Ellos” no siempre “invierten” bien. Eventualmente compran motos, golosinas, comida chatarra. Los chicos tienen berretines o caprichos con productos de marca o con la comida, como sus símiles de sectores medios. No faltará quien levante el dedito o arroje la primera piedra. Torpe, pero no infrecuente manera de valorar la igualdad, así sea ejercida durante un ratito.
Las familias de sectores populares sobrellevaron lo peor de la crisis con perseverancia y templanza. Se mantuvieron en pie casi sin nada, entretejiendo estrategias de supervivencia.
Ahora perciben del Estado en reconstrucción lo que merecen, menos de lo que merecen si se quiere ser estricto. La regularidad facilita el cálculo, la previsión, la diversificación de los gastos, máxime si quien administra es una mujer (80 por ciento de las beneficiarias de la AUH lo son, según información del Ministerio de Trabajo).
Menuda mano, no siempre reconocida, le dieron a la sustentabilidad democrática. Ayer y ahora se bastaron para sostener a la familia raspando el fondo de la olla. Con templanza, con sabiduría, con la formidable destreza para exprimirle el jugo a cada moneda transformándola, si viene al caso, en alegría.
“Si es para que vaya a la escuela, es mi plata”
Frases textuales tomadas del informe, desde distintas perspectivas y vivencias:
– “No les compran con la plata de la AUH lo que necesitan para la escuela. Ellos están acostumbrados a pedir. No tienen alma de pensar y la gastan en cualquier cosa” (una directora de escuela del Chaco).
– “La primera vez que fui a cobrar, mi hija, la más grande, decía: ‘¡Somos ricos, mamá, somos ricos’. Claro, eran cuatrocientos treinta pesos y ella veía esos billetes grandes… estaba chocha. Cobré el 23 de diciembre, no teníamos nada para pasar la Navidad, no tenía para comprarles un regalo para la Navidad (…). Bueno, a base de ahí yo estuve feliz porque pudimos tener una linda Navidad, un Año Nuevo; le pude comprar sus regalos, no caros, pero fueron sus regalos. Y sí, nos cambió, me cambió mucho a mí la vida” (una madre, cordobesa).
– “Los chicos han perdido la cultura del esfuerzo. Más allá de la asignación, tiene que ver con una realidad social, de dos a tres generaciones que han perdido el trabajo” (docente de Melchor Romero).
– Diálogo entre Tamara, de seis años, y su mamá Blanca, a la salida del cajero automático, en el conurbano bonaerense. Recogido por estudiantes de periodismo de la Universidad de La Plata:
–Ma, ¿quién te paga todo esto?
–Cristina, hija; ella nos ayuda.
–¿Y por qué, si vos trabajás?
–Nos ayuda para que vos puedas ir a la escuela. Además, con la changa de la ropa no alcanza.
–Entonces me paga a mí; si es para que vaya a la escuela, es mi plata.
–Es una ayuda que nos da a todos, porque a mí me falta trabajo seguro y vos tenés que ir todos los días a la escuela.
Quiénes,cuántos
El Informe mencionado en la nota central se titula “Análisis y evaluación de los aspectos educativos de la Asignación Universal por Hijo (AUH)”. Centraliza y sistematiza investigaciones con trabajo de campo solicitadas por el Ministerio de Educación a seis universidades públicas: General Sarmiento, La Plata, Misiones, Moreno, Villa María (Córdoba) y Patagonia Austral. Esta última está atrasada por las dificultades climáticas que soporta la región.
La investigación insumió ocho meses, entre enero y agosto de 2011. Se realizaron más de 1200 entrevistas “en profundidad” en 28 localidades de 7 provincias: Córdoba, San Juan, Formosa, Chaco, Misiones, Corrientes, Buenos Aires, Santa Cruz.
Los entrevistados fueron directivos del Ejecutivo (97), 131 directores de escuela, 365 docentes, 209 estudiantes, 345 beneficiarios y 134 “otros actores” (comerciantes, personal no docente, etcétera).
– Por Mario Wainfeld – Página 12
Análisis de la AUH: «a mí me cambió la vida»
No puedo ni debo callarme.- Alguna vez, en las luchas estudiantiles, imaginamos un sueldo a todas las madres, por ser , madres, por darnos la vida, las primeras enseñanzas, las primeras letras y en fin, darnos las bases de ser buenas personas.- Estoy totalmente de acuerdo con AUH.- y estoy de acuerdo que se debe profundizar la ayuda, tanto para las madres como para los hijos.- Y tambien sueño con grandes comedores estudiantiles, con grandes cocinas, que las bestias asesinas, destrozaron en los comedores estudiantiles del tucuman.-
Análisis de la AUH: «a mí me cambió la vida»
Qué maravilloso y qué felicidad me produce leer este informe sobre la Asignación Universal por Hijo y sus efectos colaterales.
Me emociono profundamente al pensar en todas las mujeres a los que la Asignación «les cambió la vida».
Me molestan sobremanera las mezquinas opiniones de aquellos docentes y argentinos que opinan que esta ayuda por hijo, debilita «el sentido y la cultura del trabajo».¿De qué cultura del trabajo hablan? Seguramente se refieren a la cultura del trabajo que fue borrada con la precarización y la destrucción de los puestos de trabajo con el advenimiento del gobierno neoliberal que asoló a la República Argentina,y que por suerte NUNCA MÁS SE REPETIRÁ PORQUE ESTAMOS EN UN NUEVO PAÍS,CON JUSTICIA Y,A PESAR DE ALGUNAS DIFICULTADES, CON ALEGRÍA,CON AUTOESTIMA Y CON INCLUSIÓN.
Prof Yeni Pérez Zamora
Prof de Letras