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domingo, noviembre 24, 2024

Apagón cultural con una gala para gente bien

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«Bellísimo», «estoy orgullosísima de ser la esposa del gobernador». Esta declaración de la platinada primera dama saliente resume una concepción de cultura personalista, casi monárquica. Una gala exclusiva, excluyente y sorprendente en una velada vip

Salta 21 no se vistió de gala y tuvo problemas para entrar con alpargatas y zapatillas en un ambiente donde primaban los trajes Armani y el perfume francés legítimo.

A la periodista de este sitio Romina Chávez Díaz le cerraban la puerta en la cara porque estaba vestida con una campera común y zapatillas. No la invitaron. Pero un colega la vió, le cedió su invitación porque se retiraba y tuvo un altercado con los porteros porque definitivamente Chávez Díaz no existe para la cultura salteña, es una alien, nadie la invitó, molesta, no se sabe porqué pretende escuchar a Mahler y a Beethoven en una gala donde está el gobernador saliente, el gobernador electo y la mar en coche.

Ella no es una de las que tiene la «suerte» de «pertenecer» al círculo aúlico de los chupamedias del poder. Sus notas molestan, es demasiado crítica, se identifica con el pueblo, tiene que trabajar para vivir, no es ñoqui, no recibe premios provinciales que van a parar a las manos de los asesores de cultura -que no les importa presentarse en concursos y ganar premios oficiales cuando son asesores de cultura-. Romina escribe, actúa, dirige, es profesora de Letras, es una dramaturga reconocida, elegida por Argentores para integrar un libro de autores del Noa. ¡Y tiene el tupé de querer ingresar a la gala inaugural del Teatro Provincial de Salta!

¿Quién la llamó? ¿Quién la invitó? ¿Por qué no se queda en su casa escuchando a Néstor en Bloke o mirando a Tinelli mientras come pochoclo? ¿Cómo puede ingresar al mismo edificio donde posa sus asentaderas en una mullida butaca flamante la brillante secretaria de Cultura de la Provincia que no tiene problemas de títulos universitarios ni falsos ni verdaderos -a lo Blumberg o Telerman- porque todavía está envuelta en la abortada polémica con un periodista -ahora amigo de ella y del poder porque ingresó al círculo, tiene pauta, recibe invitaciones- acerca de si terminó o no terminó la escuela secundaria?

Bueno, está bien, es lógico. Que sea un acontecimiento social. Pero si estamos en una democracia que no discriminen, que no excluyan a la gente común que no se mueve en limusina ni en cuatro por cuatro. Porque -¿saben?- los más de tres millones de pesos que se invirtieron en la refacción del Teatro no salieron de la sospechosa fortuna de Romero sino de las arcas del estado provincial.

En el palco vip

Todo venía perfecto para la gente bien, porque la chusma había quedado fuera de la fiesta exclusiva y ellos tenían su lugar de privilegio en el palco.

Comienza el concierto para piano Nº 1 opus 15 de Ludwig van Beethoven -que si renacido hubiera intentado entrar al Teatro Provincial los porteros no lo reconocerían, lo hubieran echado por lumpen-. Pero de pronto, ya navegando todos contentos en el allegro con brío -tenía que suceder porque se ve que dios es ateo, o es un vengador de los pobres y ausentes- vino el apagón.

El director de la Sinfónica, Luis Gorelik, lúcido, salva la situación diciendo: «suele pasar en las casas nuevas». ¿Un cortocircuito? ¿fallaron las luces? No. Fue un apagón general. Vuelven las luces, sigue el concierto y concluye la primera parte.

Suficiente para Juan Manuel Urtubey que hace mutis por el foro. ¿Por qué se fue? ¿Estaba incómodo compartiendo el mismo ámbito con Romero y Wayar? ¿Tenía que ir a estudiar nombres para anunciar de una vez por todas el gabinete? ¿Un mal presagio sobre su concepción de cultura que no se encandila con la sinfónica y quiere dejar claro su desprecio al arte musical que fue la joya de la política de su antecesor? ¿se asqueó al darse cuenta que en el palco vip todo era vanidad, soberbia y falsedad? ¿Le gusta Beethoven pero no Mahler? ¿Su espontaneidad de tipo común y corriente que se mueve sin guardaespaldas lo hace incurrir en una falla de protocolo? Incógnita total y comentario general…

Gustav Mahler con su sinfonía Nº 5 parece mucho para el palco vip, ¿como muy denso quizá para sus gustos musicales?. Señores que se mueven incómodos en el asiento. Un mujer de trajecito crema bosteza. Wayar Cuchichea con Romero, inclinándose hacia el primer mandatario provincial que mordisquea la patilla de sus gafas. Una pared de hielo parece levantarse entre el gober y su esposa, sentada a su lado, vestida de un fucsia impactante, recta y hierática como una esfinge.

El jefe de policía se levanta y se va, con su esposa. También otro señor calvo y barbado abandona la sala. Una señorita coqueta, sobre la punta opta por la retirada. El sector vip amenaza despoblarse. ¿El ejemplo de la enigmática retirada de Urtubey cunde?

En la platea hay claros. Se regalaron 600 entradas a empresarios, amigos, familiares y funcionarios. Pero 100 butacas quedaron vacías. Son invitados de lujo que ni siquiera se molestaron en ir, cuando muchos ciudadanos salteños con más cultura musical pero menos plata -o nulas relaciones con el poder- quedaron definitivamente fuera de «la fiesta para pocos».

Por lo menos ellos no hubieran dejado prendidos sus celulares para arruinar el adagietto de la sinfonía de Mahler, no se hubieran dedicado a cuchichear, a toser, a mirar el reloj, a dormitar, aburridos, a levantarse de a uno para abandonar la sala…

La eternidad del arte y la vanidad del poder

El sopor general me contagia, me adormezco. Dicen que el arte verdadero nos coloca fuera del tiempo, es como un sueño eterno entrevisto desde la frágil transitoriedad humana…

El tiempo ha pasado, el Teatro reluciente con sus paredes cremas, sus alfombras rojas y la mullida pana de las cómodas butacas yace en girones espectrales, y veo de pronto, entre masas de humo -que son en realidad colgajos de densas telarañas- un escenario quieto, poblado de esqueletos que se recuestan sobre los instrumentos como en un gesto último, sublime y patético.

Estoy solo, todos se han ido. Pero no. Me parece entrever como imágenes espectrales, como ancianos de mil años escapados de la película Cocoon, a otros salteños que permancen como fantasmas en la sala en penumbras, que han permanecido en una gala interminable por amor al arte, cuando ya todo ha pasado, cuando ya toda vanidad y todo poder se ha pulverizado. Creo adivinar quienes son: Raquel Peñalva, Mario García, Jorge Moroni, José Mario Carrer.

Horrorizado les pregunto qué pasó. Dónde está Romero, dónde está la gente. Me dicen que la gestión cultural de Romero quedó como un diamante de luz en los tiempos. Que Urtubey -cuyos restos yacen en una urna en el centro del escenario- ha optado por la cultura popular, por Néstor en Bloke y la bailanta, por una orquesta de quenas y sikuris. Que ellos se negaron a salir del Teatro convertido en refugio imposible del mayor arte musical, que finalmente alcanzamos -junto a los músicos que yacen en osamentas abrazados a sus instrumentos- el nivel máximo de la música: el silencio absoluto.

Me despierto con los aplausos, los bravos y los vivas. Con los saludos efusivos al gobernador. Converso con Dino Saluzzi, que el domingo presenta aquí en concierto su disco Juan Condorí junto a la Saluzzi Family. Me da su opinión del teatro y del concierto: «maravilloso, espero estar a la altura…»

Afuera todo es glamour y flashes, etiqueta y sonrisas. En el momento mismo en el que se zambulle en el coche de lujo (donde su marido ya subió adelante, junto al chofer) la primera dama provincial Carmen Lucía «Bettina» Marcuzzi me responde -en exclusiva para Salta 21– a la pregunta por su impresión sobre el Teatro y el concierto:

«Bellísimo…, estoy orgullosísima de ser la esposa del gobernador!»


Comentario

Genial, poético. A la altura de tal inauguración. Los felicito. Sigan así…

Daniel Tinte

1 COMENTARIO

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