Últimamente escuchamos hablar y hablamos con frecuencia del bullying, y en general casi todos tenemos una idea aproximada de qué significa esta palabra, de origen inglés, muy en boga en los medios de comunicación social. Silvia Estela Ruiz, licenciada en Educación que se desempeña en la Secretaría de Salud Mental y Abordaje Integral de las Adicciones dependiente del Ministerio de Salud Pública de Salta, aborda en este artículo aspectos de esa problemática social.
El término bullying deriva de bull, que en inglés significa toro y nos remite a la figura de este animal arremetiendo contra un par, atacando embravecido. De allí que se utilice cuando hay ataque o persecución contra alguien, pero el fenómeno no es tan sencillo ya que implica varias etapas y empieza por diferentes medios.
Para que se configure el bullying tiene que haber una víctima, un atacante y un grupo, porque siempre hay una persona que es agredida por otra y un grupo que observa la agresión; ese es el escenario. Es un problema que generalmente lo padecen niños con una autoestima no fortalecida y puede darse a edad muy temprana, por lo que hay que estar atentos a la hora de poner límites.
No podemos hablar de bullying individual, siempre hay un atacante, una víctima y el grupo que se mantiene pasivo ante el ataque o fomenta la persecución, como se observa en los videos en los que un grupo observa cómo alguien es agredido sin intervenir a su favor, muchas veces tomando fotografías o filmando. Por eso, en las escuelas, siempre debe haber un adulto responsable controlando los recreos, los padres deben observar las actitudes de los chicos, porque generalmente el niño que es víctima de bullying no lo cuenta, pero lo vive y lo somatiza de alguna manera.
No existe un ambiente específico para este problema, puede darse en cualquier contexto, independientemente de clases sociales, ámbitos culturales o grupos raciales.
A partir de los tres años, el infante comienza su etapa evolutiva, comienza a desarrollar su personalidad y es allí cuando empieza a internalizar las normas del hogar, el respeto hacia los demás, empieza a entender cuál es su mundo y cuándo está entrando al mundo de otro. Cuando ingresa a la escuela empieza a entender sus deberes y derechos, los límites y barreras sociales que el adulto debe marcarle con sabiduría, para que pueda entender cuál es su lugar y cuál el lugar del otro, cuáles son sus derechos y cuáles los derechos del otro.
La familia cumple un rol fundamental en este proceso de socialización. La imagen de los padres es muy importante, pero los padres biológicos no son necesariamente quienes imponen las normas. A veces este papel lo cumple algún otro referente significativo para el niño, como pueden ser los abuelos o los tíos. La familia y la escuela tienen mucho que ver en la asimilación de las pautas culturales del niño en su etapa primigenia.
En toda familia siempre hay normas de convivencia, la comunicación, la empatía y la adaptabilidad por sobre todas las cosas, el poder entender el rol del otro. La familia es un modelo pequeño de cultura, en el que el niño se forma, con los límites para el sí y para el no. Entendemos los límites que nos marca el no, pero hay límites también para el sí: me puedo divertir, pero hasta cierto punto. ¿Cuándo ya no es diversión? Cuando me río de un compañero y lo hostigo, me divierto, pero el otro no se divierte, ese es el límite para mi diversión. Podemos hacer una broma, divertirnos entre compañeros, con los amigos, pero también en eso debe haber un límite.
¿Cuándo una burla se convierte en bullying?
Es muy difícil determinar cuándo se pasa el límite, sobre todo cuando se está en un ambiente de bromas. Por eso, ni las bromas ni los apodos son aceptables en un contexto de educación, de escuela, porque se empieza con un sobrenombre, que no siempre destaca lo mejor de una persona, lo más estético y se avanza hacia la agresión. El destinatario de ese apodo, de la agresión, quiere defenderse y si no sabe cómo hacerlo o no puede hacerlo se calla, o se escapa, lo que es tomado como signo de debilidad y hace que la persecución, la molestia, se incremente. Es difícil ponerse límites, saber dónde hay que detenerse en las bromas. El que inicia la broma se ríe y el grupo festeja, entonces siente que lo apoyan y continúa hostigando al compañero, sin ver que el otro está sufriendo por esa acción. El grupo tampoco pone límites y es allí donde estamos en presencia de bullying. Por eso es importante saber ponerse límites, porque se puede llegar demasiado lejos a partir de una broma.
Para saber si alguien está siendo víctima de bullying debemos ponernos en su lugar. En la familia es importante escuchar al niño, observar su comportamiento; los padres conocen a su hijo, saben cuándo está teniendo problemas, cuándo está triste, hay que observar esos cambios y hablar con él, escucharlo atentamente y darle confianza para que se exprese, poner atención a su silencio, su encierro, son síntomas de que algo le pasa.
Cuando un padre observa que su hijo tiene algún problema, debe buscar la forma de hablar sin encararlo en forma directa, buscar el lugar donde el niño quiere estar, hacer actividades juntos, lograr que se relaje y pueda contar qué le está pasando, por qué no se siente bien.
Un niño que padece bullying en la escuela se reúsa a ir a clases, manifiesta síntomas corporales como dolor de estómago, náuseas, o inventa alguna excusa para no ir. Esos síntomas no deben ser minimizados, porque pueden estar indicando una situación grave.
Cuando vemos que nuestro hijo está siendo perseguido o él está persiguiendo a otro debemos pedir ayuda profesional, porque a veces solos no podemos. Cuanto más pronto lo detectemos y nos ocupemos del problema, mejor. Es muy importante saber escuchar, no minimizar lo que el niño cuenta que le pasa, porque la situación que pueda estar sufriendo puede significar un daño para toda la vida, puede generar resentimientos, cuestiones no resueltas, depresiones.
Del acoso, que puede comenzar con una broma, se pasa a lo físico, empujones, golpes, encierros. Acosar es estar encima del otro, el bullying empieza con bromas y termina en agresión física. En el ámbito educativo es violencia concreta, visible, ya sea en el aula, en el patio de recreo, en la calle.
“Así es Churito Crecer”
Ante esta problemática, la Secretaría de Salud Mental y Abordaje Integral de las Adicciones cuenta con un programa para el ámbito educativo primario destinado a que los docentes, desde el jardín de infantes, trabajen con la autoestima y la autoimagen en el niño, para que pueda valorarse, entenderse como individuo, que no es un modelo de televisión, que es como nació y se acepte como es. Este programa se denomina “Así es Churito Crecer” y se está implementando en las escuelas, previa capacitación de los docentes.
“La escuela debe ser un ámbito de sana convivencia, donde los docentes estén comprometidos con la educación, no sólo con la educación formal, también con lo que tiene que ver con la vida, favorecer los espacios para que el niño exprese sus emociones y sentimientos y pueda manejarlos, sin necesidad de descargar sus agresiones sobre un compañero. Los docentes deben estar atentos a los comportamientos de los chicos, fortalecer la autoestima, fomentar el diálogo, la reflexión y la integración”.
– Foto extraída de: educación futura
– Fuente: Secretaría de Salud Mental y Abordaje Integral de las Adicciones dependiente del Ministerio de Salud