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domingo, noviembre 24, 2024

Camerata Lazarte estrena Albinoni II en Primavera

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Sábado 19, a las 19.30 en el Salón Victoria del Teatro Provincial de Salta (Zuviría 70).

El ciclo de conciertos “Sonatas Trío” que está realizando la Camerata Lazarte continuará con el estreno de las Seis Suites Trío Opus 8 de Tomaso Albinoni a cargo de Gerardo Solórzano e Isabela Lemos en violines y del maestro Julio Lazarte en órgano.

El Opus 8 para dos dos violines y bajo continuo de Albinoni está constituido por Seis Sonatas y Seis Suites dedicados al Conde Christian Heinrich von Watzdorf y las suites se caracterizan por no poseer las cuatro danzas de la suite barroca e incluir las sarabandas italianas antiguas en movimiento rápido.

Todas las presentaciones de esta prestigiosa agrupación de cámara tienen el auspicio del Ministerio de Cultura y Turismo. La entrada libre y gratuita.

En 1637 Tarquino Merula publicó una colección titulada Sonate concertate da chiesa e da camera. El título puede resultar chocante porque, en principio, parece que el repertorio religioso tiene sus reglas y contenidos muy distintos de lo que se practica en casa o en los salones palaciegos. Para la vida del músico de entonces tal distinción no era tan drástica. El instrumentista se ganaba el sustento actuando allí donde sus servicios eran requeridos y lo que pretendía era, en todo caso, que se le dejase interpretar la mejor música posible con su instrumento. La distinción expresa en el título de Merula no es más que un reclamo para que el posible comprador sepa que podrá utilizar aquella música en cualquier ámbito. Los músicos eclesiásticos utilizaban las sonatas instrumentales en ciertos momentos de silencio (o más bien de incomunicación entre el celebrante y los fieles) de la misa o de las vísperas. En España hay constancia de una curiosa costumbre instituida en algunas catedrales: la siesta, la hora de sexta, al mediodía, momento en que se dejaba expuesto el Santísimo para la adoración de los fieles en determinadas festividades hasta la hora de vísperas. Al no existir una liturgia concreta para ello, se encargaba a los músicos que interpretasen música vocal o instrumental. También Mattheson cuenta haber oído una sonata de Corelli durante unas vísperas en Holanda.

Lo que la Iglesia no permitía en ningún caso era la música de danza. El violín había sido desde sus inciertos orígenes un instrumento dedicado a hacer bailar y seguramente por ello en las colecciones de sonatas se añadían arreglos de música de baile, pensada en muchos casos como mero disfrute auditivo y no para la práctica balletística. Por eso las sonatas que se anuncian como da chiesa se distinguen de las sonatas da camera, sobre todo, porque no tienen músicas de danza, al menos de modo expreso. La distinción nunca fue, con todo, absoluta, porque nada hay más sencillo que cambiar el título de Allemanda por Adagio o el de Giga por Allegro. No se trata de engañar a nadie, sino de una práctica lógica de la música instrumental: el compositor no rechaza sus ideas melódicas porque tengan aire bailarín, sino, al contrario, encuentra en los ritmos de las danzas motivos para su inspiración. Por el contrario, con frecuencia las sonatas de cámara tienen movimientos lentos ajenos a la danza al principio o en lugares intermedios.

Aunque los elementos básicos de la sonata de iglesia se encuentran ya definidos en las publicaciones de Giovanni Legrenzi (1626 -1690), será a partir de las famosas colecciones de Arcangelo Corelli publicadas en las dos últimas décadas del siglo cuando se produzca una sistematización. La sonata de iglesia más típica constará de cuatro movimientos alternados lentos y rápidos: I.- Grave, a modo de obertura, frecuentemente con aire de allemande. II.- Allegro, fuga. III.- Lento, aria. IV. Allegro, giga. Las diferencias entre los dos modelos de sonatas son descritas así por Sebastián de Brossard en su Díctionnaire de musíque (1710): …”la Sonata da Chiesa difiere de la de Camera en que sus movimientos son Adagios o Largos mezclados con alguna Fuga alegre y animada, mientras los de la Sonata llamada da Camera consisten, tras el Adagio, en una suite de aires de estructura regular como la Allemande, la Courante, la Sarabande y la Gigue: o bien, después del Preludio, una Allemande, un Adagio, una Gavotte, una Bourrée o un Menuet. Como ejemplo consúltense las obras de Monsieur Corelli”… A lo largo del siglo XVII se suceden en Italia las escuelas violinísticas. Durante la primera mitad son las ciudades del Norte las que ejercen el liderazgo: Venecia, Módena, Mantua, Milán, etc. Desde mediados del siglo será Bolonia la que se sitúe en la vanguardia, gracias a dos instituciones: la iglesia de San Petronio y la Accademía dei Filarmonici. En la primera se creó una verdadera escuela, cuyo maestro fue Maurizio Cazzati (c. 1620- 1677), que formó expertos instrumentistas. En la Academia las composiciones se sometían a la disección y la crítica, suscitándose agudas controversias que, aunque a menudo desembocaban en arduos problemas teóricos, mantenían apasionadamente el pulso de la vida musical. Se puede comprobar en esta época una cierta diferencia de carácter entre la sonata a solo y la sonata en trío. La primera, por la libertad de que puede gozar el solista, sirve para la demostración de facultades virtuosísticas y audacias técnicas, mientras en la segunda el compositor persigue un ideal camerístico que también le sirve para mostrar sus dotes musicales, pero en un sentido más amplio. Por eso no es casual que la carrera de muchos autores que luego serán famosos comience por la publicación de trío-sonatas: Corelli (1681), Caldara (1693), Albinoni (1694) o Vivaldi (1705). El éxito universal conseguido por las colecciones de Corelli convierte a la sonata en trío en un género practicado por doquier. Los aficionados encuentran en él la posibilidad de hacer música en grupo y, frecuentemente, en familia, sin necesitar la categoría de virtuosos. La expresión «trío sonata» fue acuñada por los historiadores y editores en los años 30 del siglo XX, precisamente al comenzarse el estudio y recuperación de todo este amplio repertorio. Los músicos del Barroco suelen referirse a estas obras como sonatas a tres o, simplemente, tríos, aunque tampoco escasean títulos como trattenimenti o divertimenti.

Tomaso Giovanni Albinoni nació en Venecia el 8 de junio de 1671 y murió en Venecia el 17 de enero de 1751. Nacido en el seno de una rica familia veneciana fabricantes de papel, comenzò su carrera como diletante, es decir sin entrar al servicio de un aristócrata o un mecenas. Se sabe relativamente poco de su vida, si se tiene en cuenta su estatura contemporánea como un compositor y que vivió durante un período relativamente bien documentado. En 1694 dedicó su Opus 1 al compatriota veneciano cardenal Pietro Ottoboni (sobrino-nieto del papa Alejandro VIII); Ottoboni era mecenas de otros compositores en Roma, como Arcangelo Corelli. Es probable que Albinoni fuera contratado en 1700 como violinista por Fernando Carlo, Duque de Mantua, a quien le dedicó su colección instrumental Opus 2. En 1701 escribió sus muy populares suites Opus 3, y dedicó tal colección al Gran Duque Fernando III de Toscana. Logró su temprana fama como compositor de ópera en muchas ciudades de Italia, incluyendo Venecia, Génova, Bolonia, Mantua, Udine, Piacenza y Nápoles. Durante esta época compuso abundante música instrumental: antes de 1705, escribió sobre todo sonatas en trío y conciertos para violín, pero entre esa fecha y 1719 se dedicó más a sonatas para solo y conciertos para oboe. A diferencia de la mayor parte de compositores de su época, nunca buscó un puesto en una iglesia o una corte de la nobleza, pero lo cierto es que era un hombre independiente con recursos propios. En 1722, Maximiliano II Manuel de Baviera, a quien Albinoni había dedicado un conjunto de doce conciertos, le invitó a dirigir dos de sus óperas en Múnich.

Alrededor de 1740, una colección de sonatas para violín se publicó en Francia como una obra póstuma, y los eruditos supusieron durante mucho tiempo que ello significaba que Albinoni había muerto para entonces. Sin embargo, parece que siguió viviendo en Venecia en el más completo anonimato; un archivo de la parroquia de San Bernabé indica que Tomaso Albinoni murió en 1751 a la edad de 84 años de diabetes. Escribió una cincuentena de óperas, de las cuales 28 fueron producidas en Venecia entre 1723 y 1740, pero actualmente se le conoce por su música instrumental, especialmente sus conciertos para oboe. Su música instrumental atrajo la atención de Johann Sebastian Bach, quien escribió al menos fugas sobre temas de Albinoni y utilizó constantemente sus bajos como ejercicios de armonía para sus alumnos.

Parte de la obra de Albinoni se perdió durante la Segunda Guerra Mundial con la destrucción de la Biblioteca estatal de Dresde, así que se sabe poco de su vida y su música posterior a mediados de los años 1720. Su fama se incrementó en gran medida cuando en 1910 un investigador comenzó a escudriñar las partituras de un antiguo monasterio, entre las que descubrió la obra más solemne de Albinoni: un fragmento de un movimiento lento de una sonata para trío, para cuerdas y órgano que posteriormente en 1945 reconstruiría Remo Giazotto como el “Adagio de Albinoni”. La obra fue reconstruida por Giazotto en base al fragmento que pudo rescatar de la partitura original, en donde sólo apenas se apreciaba el bajo contínuo y seis compases de melodía.

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