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Carmina Burana: un poderoso impacto

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En nuestra ciudad se presentó por primera vez durante 1993 en el viejo Teatro Alberdi bajo la dirección del maestro Daniel Mazza organizado por la Secretaria de Cultura a mi cargo con entradas agotadas una semana antes. Diez años después, la hizo el maestro Felipe Izcaray con la Sinfónica local en el Estadio Delmi para más 6.000 oyentes y quince años después, otra vez nuestra orquesta, también con entradas agotadas, conducida por el maestro Jorge Lhez

Salta, viernes 26 de octubre de 2018. Teatro Provincial. “Carmina Burana: Cantata escénica de canciones profanas para ser cantadas por cantantes y coro con acompañamiento de instrumentos e imágenes mágicas” de Carl Orff (1895-1982). Solistas: Laura Rizzo (soprano); Luciano Garay (barítono); César Agostini (tenor). Orquesta Sinfónica de Salta; Orquesta Sinfónica Juvenil; Coro de la Universidad Católica; Coro de Niños Octavando. Director Maestro Jorge Lhez. Producción del Instituto de Música y Danza de la Provincia y la Universidad Católica de Salta. Aforo 100%.

La colección de manuscritos que data del siglo XIII, de la cual han sido elegidos poco más de dos decenas de textos para que el compositor alemán Carl Orff nacido y muerto en Múnich (Alemania) compusiera la música acorde con los mismos, constituye la obra que comento. Esos manuscritos fueron descubiertos en el Benediktbeuren, un antiguo monasterio ubicado en los Alpes bávaros por Johann Andreas Schmeller quien publicó su hallazgo alrededor de 1847. Son poco más de doscientos poemas, para ser preciso 254, entre sagrados y profanos que van desde la más devota contemplación religiosa hasta la cínica y desprejuiciada expresión de mundanidad de la época. Si bien esos textos hablan de la alegría, los placeres mundanos, la primavera, el reinado de la naturaleza, yo diría que las dos ideas centrales sobre las cuales se asienta la historia, son el amor y la influencia de la fortuna, representativa del destino en la vida del ser humano. “Fortuna rota volvitur: descendo minoratus, alter in altum tollitur, nimis exaltatus”.

Como ya había anticipado Verdi cuando dijo: “volver a lo antiguo seguramente será un progreso” y así luego de la explosión del siglo XIX con el romanticismo, los compositores de la primera mitad del siglo XX tomaron otros caminos. Bartok se introdujo en los cantos populares, Stravisnky saltó de un estilo a otro, Hindemith retornó a las series armónicas de Bach y en la Baviera había un notable pedagogo que también quiso construir un camino particular aunque todos basados en uno de los elementos básicos de la música: el ritmo. Orff estaba obsesionado por este aspecto sonoro y escribió algunas obras que hoy permanecen casi desconocidas, entre ellas seis operas, hasta que en 1937, o sea a sus cuarenta y dos años quedó deslumbrado por los poemas citados más arriba y produjo una obra sin paralelo posible, su Carmina Burana. Esos poemas fueron escritos por los llamados “clérigos vagantes” eternos estudiantes de las universidades europeas que alternaban en sus vagancias prácticas religiosas del cristianismo con otras seculares tales como el beber, comer glotonamente o teniendo relaciones y entonando alabanzas a ese género de vida. Orff le da existencia musical a esos poemas de los disolutos estudiantes goliardos.

Los manuscritos, alguno de gran valor para la época, relatan: 1. La fortuna, emperatriz del mundo, 2. La alegría de la llegada de la primavera, 3. Las diversiones en el prado, 4. La borrachera que produce el vino con el Abad de los bebedores impulsando al goce etílico, 5. Las delicias del amor que no es el platónico precisamente, 6. La unión de Blancaflor y Helena en un potente himno de alabanza para volver al inicio, 7. un recordatorio de la Fortuna gobernando el destino del hombre.

Esta fantástica obra se ha grabado incontables veces desde su estreno hasta la fecha. En nuestra ciudad se presentó por primera vez durante 1993 en el viejo Teatro Alberdi bajo la dirección del maestro Daniel Mazza organizado por la Secretaria de Cultura a mi cargo con entradas agotadas una semana antes. Diez años después, la hizo el maestro Felipe Izcaray con la Sinfónica local en el Estadio Delmi para más 6.000 oyentes y quince años después, otra vez nuestra orquesta, también con entradas agotadas, conducida por el maestro Jorge Lhez.

Obviamente la escuché varias veces en el exterior con resultados varios desde una versión mediocre en Berlín hasta una brillante en Nueva York. Sin embargo, hay una grabación que es de las llamadas definitivas conducida por el maestro Wolfgang Sawallish y supervisada personalmente por Carl Orff. La de esta noche tuvo momentos culminantes. Por ejemplo, una muy convincente planta orquestal con sus macizas intervenciones, sus irreprochables solistas, que contenía además un departamento de percusión sencillamente espectacular y la inclusión de miembros de la orquesta juvenil que dirige Martín D’Elía. Coro de adultos que conduce Jorge Lhez mucho más que aceptable y de evidente lucimiento en los corales 1 y 25 “O Fortuna”, 2 “Fortuna plango vulnera”, 14 “In taberna quando sumus” y 24 “Ave Formosissima”. Coro de niños que dirige Maria Clara Acosta en 20 “veni, veni, venias” en dúo con los cantantes adultos.

Los solistas merecen mención: Laura Rizzo en 21 “In trutina” y sencillamente brillante en 23 “Dulcissime” con esa nota casi inalcanzable. Luciano Garay cuando en la taberna anuncia 13 “Ego sum Abbas” y da esa larga nota con la letra A in crescendo, pleno, dominante y César Agostini con gran esfuerzo intentando hacer el contratenor indicado en la partitura.

El maestro Jorge Lhez usó un tempo apropiado con una duración total de 64 minutos. Pero no solo eso fue su punto alto sino la precisión, las intensidades, los pianos y fortes, los ataques y cortes, todo en su intelecto y transmitido a la masa de 200 músicos en el escenario casi en una entrega de altísima calidad conductiva. Al final, el bis fueron los cuatro últimos números de la Cantata.

También es bueno señalar que en el “hall” del teatro no escuché a nadie quejarse de algo. Simplemente se escuchó la música, se leyó la letra aún cuando me parece más atinado un fondo negro pues la letra sobretitulada era blanca y gran parte de los asistentes no pudo leerla, algunos canturreaban suavemente las partes que conocían en un disfrute común y poco frecuente.

Carmina Burana o en español “Canciones de Beuren” es en conjunto un grupo de canciones medievales y profanas de unos siglos donde el dominio religioso era abrumador aunque hoy parezcan de una gran ingenuidad. En suma, obra, interpretación y público en una noche para recordar.

– Fuentes: El Cedazo y JMC

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