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lunes, noviembre 25, 2024

Caso Maldonado: las paredes de Esquel hablan

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En esta ciudad turística, de unos 45.000 habitantes, las que hablan son las paredes.

En la ciudad chubutense de Esquel no hay velas encendidas por Santiago Maldonado, como por ejemplo, en la Morgue Judicial de la Ciudad de Buenos Aires donde, de manera espontanea, los dolientes improvisaron un sentido altar en el lugar dónde los profesionales practicaron la autopsia buscando la verdad sobre su muerte.

En el Aeropuerto, los pasajeros que abordan o bajan de la aerolínea de bandera, son recibidos o despedidos por los afiches que en este caso anuncian una recompensa de 500.000 pesos por quien aporte datos certeros sobre el paradero del joven tatuador.

A casi 48 horas de la identificación de su cadáver nadie se atrevió aún a retirarlos.

Las paredes del juzgado

Inmediatamente después que Sergio Maldonado anunciara con extremo dolor y pesar que el cuerpo hallado en el Río Chubut el Día de la Lealtad Peronista, y cinco antes de las elecciones generales legislativas de medio término, era el de Santiago, su hermano desaparecido desde el 1 de agosto después de un operativo represivo de Gendarmería Nacional, un minúsculo grupo de personas, que aseguraban haber «militado con Santiago por la causa Mapuche», realizaron una pegatina-escrache sobre las puertas, ventanas y paredes del edificio blanco de tres pisos que alberga a los Tribunales Federales de esa localidad.

La cartelería es contundente.

La puerta de acceso fue clausurada, de manera simbólica, con una improvisada faja casera blanca y que en fibrón rojo reza una sentencia: «CULPABLES».

Está dirigida, sobre todo, al primer juez de la causa Guido Otranto, y a la fiscal federal del caso, Verónica Ávila, por la presunta «desaparición forzada» del artesano, según la carátula que aún mantiene uno de los expedientes que se abrieron después de esa primera y horrorosa jornada de agosto.

De la manija de bronce de la puerta doble de madera cuelga un lacónico crespón de tela negro que simboliza la tragedia.

Pegado en los vidrios hay una docena de fotocopias en blanco y negro del retrato del malogrado joven de 28 años en las que se destacan sus ojos que parecen trasmitir alegría y sus prolijas cejar.

«El Gobierno es responsable», asegura uno de los epígrafes. «Verdad y justicia», pide otro. «Juicio y castigo a los culpables», recuerda el siguiente. «Fuera Bullrich», corona el que más se repite en letras mayúsculas.

«Santiago Maldonado Presente», recitan otros tres y parecen entonar los gritos con los que han cerrado los discursos de la familia Maldonado en Plaza de Mayo.

En la esquina de las calles 25 de Mayo y San Martín, casi en la esquina del Palacio de Justicia, el cartel azul que indica la rampa para discapacitados también fue cruzado con un género negro y la mirada de Santiago rogando por «Juicio y Castigo a los culpables».

El escrache a la desprestigiada justicia de la ciudad donde murió –se determinará de qué manera- el mochilero que vivía en una habitación de una biblioteca comunitaria en El Bolsón, no tuvo difusión en los medios nacionales que en gran mayoría se retiraron junto al cuerpo que aún no tenía nombre, el jueves 19 pasado a las 6.30 de la madrugada, junto a peritos, el juez Guillermo Lleral y sus secretarios.

Las otras paredes

«Por luchar por la tierra. Facundo Jones Huala, preso político. Santiago Maldonado, desaparecido por la Gendarmería. NUNCA Más». Destaca un cartel en colores con las fotos del Lonko, líder de la Resistencia Ancestral Mapuche, y del artesano de 28 años.

Huala está preso en Esquel y espera su extradición a Chile por su presunta participación en el asesinato de una pareja de cuidadores de la finca Pisú Pisué, durante el incendio que habrían protagonizado el 9 de enero pasado junto a un grupo de la Coordinadora Arauco-Malleco, que reivindica –al igual que en la Patagonia Argentina- territorios mapuches, y que instauró, desde la década pasada, los ataques incendiarios en el vecino país.

Cuando Maldonado y el grupo mapuche RAM fueron reprimidos por Gendarmería en el corte de la Ruta 40, a la altura del kilómetro 1847; y después dentro de la Pu Lof de Resistencia, en Cushamen, en este último caso sin autorización judicial, justamente estaban reclamando la liberación del cacique Mapuche.

Los vecinos de Esquel observan con muy malos ojos la actividad violenta de la RAM. La diferencian de otras comunidades mapuches, como la Santa Rosa, ubicada a 15 kilómetros del Pu Lof donde había desaparecido el tatuador.

Ambos territorios pertenecen, en los papeles, al empresario textil italiano Luciano Benetton, y están ubicados dentro de las casi 200.000 hectáreas de su estancia Leleque, parte de la cual, según denuncia la comunidad Mapuche, es «tierra sagrada».

Pero, a diferencia de la RAM, Atilio Curiñanco, el cacique de la comunidad Santa Rosa, recuperó 500 hectáreas de las tierras que históricamente le pertenecían a su familia indígena, a través del dialogo.

Esa metodología, aplaudida por los chubutenses, lo llevó a Italia para hablar cara a cara con el mayor terrateniente extranjero en la Argentina.

El cacique Atilio asegura que la metodología salvaje y violenta de los seguidores de Jones Huala, los perjudica y hace que la sociedad ponga en la misma bolsa a la Resistencia Ancestral Mapuche, con el resto de las pacificas comunidades mapuches que también luchan por las que consideran sus tierras.

Ellos también se expresan en las paredes de Esquel. Pero lo hacen con pintura verde y su lema es «El pueblo Mapuche resiste y lucha».

«Yo soy un laburante. Tengo que salir a trabajar como cualquier otro para alimentar a su familia, mujer, hijos, nietos. No como los de la RAM que tienen vínculos con otros violentos grupos de chile. Nosotros luchamos dentro de las leyes de este gran país. No tenemos leyes ni bandera propia como reivindica la RAM», aclara Atilio Curiñanco, desde el portón de la Comunidad Mapuche Santa Rosa.

Santiago Maldonado reivindicaba la recuperación de las tierras ancestrales y no era violento, le dijo a este medio su hermano Sergio.

Pero, como sugiere Curiñanco, la sociedad iguala a todas las Pu Lof Mapuches. Quizás por esa ignorancia en Esquel hay enormes carteles con la emblemática figura del artesano con rastas y pañuelo negro con calaveras blancas cubriendo su larga cabellera arrancados, destrozados por quienes exigen paz y el imperio de las leyes. Como el propio Santiago, según Sergio.

Los chubutenses son ciudadanos movilizados. Y quienes nacieron y viven en Esquel, aún más.

Sus paredes hablan, por ejemplo a través de coloridos murales respetados y cuidados por todos. Por ejemplo el que hace mención a las multitudinarias movilizaciones contra la instalación de mineras y al colectivo de «ni una menos».

En el centro del artístico trabajo se destaca la mitad del rostro de una bella mujer aborigen. A la izquierda la temeraria figura de la represión policial y a la derecha la consigna «no a la mina».

El pasado vieres 4 de agosto, tres días después de la desaparición de Santiago, la mayoría de las luchas pintadas en las paredes confluyeron en una única marcha.

Sucedió que los vecinos Autoconvocados por el «No a la Mina» se movilizaron por la zona céntrica de la ciudad en defensa del «agua, la vida y la tierra». También se manifestó un repudio generalizado a la posible instalación de una central nuclear en tierras patagónicas y algunos presentes levantaron pancartas con el rostro de Santiago Maldonado.

Esquel, Santiago, Mapuches, Tierras, Minas, Verdad, Justicia, Nunca Más, Violentos, Escraches. Todo en una misma ciudad que habla a través de sus muros, de sus deseos y reclamos, como los de Santiago, que lo llevaron a la muerte.

– Por Andrés Klipphan

– Infobae

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