El vocablo inglés “casting”, en su traducción nomina la fundición, el molde, la forma, el elenco, el enyesado y también el vaciamiento…
Marx describió que uno de los rasgos fundamentales del capitalismo es la sustitución del valor de uso por el valor de cambio, y ello se extiende al campo de las relaciones personales… Dice Miller que el siglo XXI es el siglo de las listas, es el siglo de la evaluación cuantitativa y considera que ello fue muy bien captado de modo profético por el escritor Robert Musil en su gran novela El hombre sin cualidades. El hombre sin cualidades es aquel cuyo destino es ya no tener ninguna cualidad… En definitiva el hombre sin cualidades es el hombre numérico. Cuando el ser se cifra lo que no reacomoda a ella se elimina, de ahí el dramatismo de no valer lo suficiente. El “casting amoroso” obedece a este principio…
Luego de haber concretado diversas citas por Internet, una mujer define esas experiencias en términos de “casting amoroso”. Se había sentido examinada, comparada con lo que se esperaba de ella, sometida a una prueba de evaluación. Esta palabra, utilizada clásicamente para la elección de modelos o de actores en vistas de una producción, hoy extiende su empleo para otro tipo de situaciones, indicando de qué modo los sujetos son evaluados mucho más allá de lo laboral. Escuché hace poco a alguien decir, luego de una pronta decepción tras el casamiento, que se había equivocado en el “casting”. El vocablo es inglés y en su traducción nomina la fundición, el molde, la forma, el elenco, el enyesado y también el vaciamiento.
Alguien podría decir que siempre buscamos al otro de acuerdo a un molde previo, que tenemos patrones, que nos interesan determinadas características, que preferimos determinadas cualidades, viendo como muy natural esta forma de elección. ¿No nos dice acaso el psicoanálisis que existen rasgos de fijación que dirigen la orientación hacia determinada persona y no a otra? Sin embargo, tales adhesiones son inconscientes, y se distancian de las del mentado “casting” en el que, por el contrario, intentan ser calculadas y sometidas al control. Por otra parte, Lacan nos dice que el amor es contingente, no planeado y si hay siempre un misterio, este se enraíza en que en la atracción hacia el objeto amado hay algo inexplicable que trasciende en mucho lo evaluable de sus atributos. Al respecto expresa Roland Barthes: “En ¡Adorable! ninguna cualidad cabe, sino solamente el todo del afecto. Sin embargo, al mismo tiempo que adorable dice todo, dice también lo que le falta al todo, quiere designar ese lugar del otro al que quiere aferrarse especialmente mi deseo, pero tal lugar no es designable, de él no sabré jamás nada, mi lenguaje tanteará, balbucirá siempre en un intento de decirlo, pero no podré nunca producir más que una palabra vacía, que es como el grado cero de todos los lugares donde se forma el deseo muy especial que yo tengo por ese otro”.
El “casting amoroso” rechazaría esta verdad del amorque hizo que Kierkegaard dijese que era tan difícil definir lo que es su esencia, como lo es definir la esencia de una persona[3]. Cuando se trata de convencer a un enamorado de la no conveniencia del objeto amado, se comprueba que es inútil, tal como argumentar en el desierto ya que la atracción no contempla razones. Y quizás en tal “inutilidad” se revela el corazón del amor, incompresible en términos del costo-beneficio. No ocurre lo mismo cuando se tasa a un producto, sin embargo en el “casting” se buscan determinados atributos y los sujetos se ofrecen cual mercancías, ya no solo ellas mismas como valores de cambio sino los mismos sujetos. De ahí la depresión cuando ellos advierten de su lugar como objetos desechables: no ser el producto buscado.
Vigencia de Marx
Marx describió que uno de los rasgos fundamentales del capitalismo es la sustitución del valor de uso por el valor de cambio, y ello se extiende al campo de las relaciones personales. En julio de2007 se cumplieron140 años de la primera edición de “El Capital”. Luego del cambio de paradigma suscitado por la caída del muro de Berlín, surge la pregunta acerca de qué lugar le queda hoy a Marx. Como lo hace Horowich, podríamos extraer del gran texto histórico cinco proposiciones, para afirmar que, si el socialismo como programa político histórico ha perdido potencia, el escrito de Marx se mantiene vivo. Enumeremos dichos postulados:
– los intercambios mercantiles, la lógica del capital, como inevitable fetichismo de la mercancía.
– la transformación de parte del excedente social (plusvalía) en capital.
– la tendencia a que las ramas económicas más concentradas arrastren excedente de las menos concentradas. La constitución del monopolio.
– a tendencia a la igualación de la tasa media de ganancia.
– la existencia de un mercado mundial y un afuera de este mercado que le hace resistencia.
Dos de estas proposiciones han sido superadas: tanto la tendencia al equilibrio de la tasa media de ganancia, como el adentro y el afuera del mercado mundial han quedado atrás (China se ha incorporado al mercado mundial). Sin embargo, las otras tres tienen una actualidad extraordinaria y dos de ellas -las primeras en la lista- son aquellas que Lacan ha jerarquizado, tomando de Marx, no al ideólogo del proletariado, sino al analista lúcido, inventor del síntoma antes de Freud. Notablemente Lacan anticipó una época, al destacar en esta obra, lo que de ella hoy tiene vigencia: el inevitable fetichismo de la mercancía, las relaciones entre las personas sustituidas por relaciones entre las cosas, la vida alucinada otorgada al mundo de los objetos que hizo decir a Marx “La mesa baila”. En el capitalismo tardío “consumir” equivale a tener pertenencia en la sociedad y poder así “ser vendible”, es decir adquirir las cualidades que el mercado demanda. El consumo en una sociedad de consumidores no es satisfacer necesidades, deseos o apetitos sino elevar el estatus de los consumidores al de bienes de cambio vendibles. Por ello dice Bauman que los miembros de una sociedad de consumidores son ellos mismos bienes de consumo, su desvelo es convertirse en productos vendibles. Así, el atractivo de los productos, se evalúa según su capacidad de aumentar el valor de mercado de quien los consume. En definitiva los miembros de una sociedad de consumidores son ellos mismos bienes de consumo, “productos” valorados en la sociedad. Así, consumir significa invertir en la propia pertenencia a la sociedad, tener así valor como objeto vendible.
El amor no es capitalista
Jacques Lacan dice que el discurso capitalista excluye al amor. No solo por el aspecto romántico que hace que los enamorados se basten a sí mismos y en esto se alejen del consumo, sino porque en el amor, el otro no es una moneda de cambio sino que se revela insustituible. Pensemos en la nostalgia que surge del recuerdo de un amor que se ha perdido, seguramente se hará presente el lenguaje privado compartido con el que fue amado, un lenguaje que fue ese, único, no intercambiable con el de ningún otro. Dice Borges que uno está enamorado cuando se da cuenta de que la otra persona es única. En el lenguaje privado, los epítetos indican la manera en la que lo nombrábamos, queriendo de ese modo intentar expresar su unicidad, y el tiempo que demanda el duelo amoroso testimonia, en última instancia, que los seres no pueden sustituirse tan fácilmente por otros, que no son descartables, que lleva tiempo el proceso de desasimiento, que hay apego, viscosidad libidinal.
Y a la inversa, Marx descubrió que en el capitalismo el valor de uso, subjetivo, es sustituido por el valor de cambio: las cosas no valen por sí mismas sino por el valor de mercado. El detalle que se agrega en el capitalismo tardío es que lo mismo vale para los sujetos, y de ahí el drama de devenir obsoleto como los objetos. El culto por la juventud se basa, buena parte, en este principio ya que la juventud se cotiza muy bien en el mercado.
La aceleración define muy bien al hombre de nuestro tiempo. Fue Heidegger quien señaló su incapacidad para detenerse en la contemplación y el afán creciente por novedades, como una de sus características. Tal avidez va unida a la inquietud por lo nuevo y por el cambio, a la dispersión creciente, a un no demorarse nunca. Esas características fundan un ”ser en el mundo” que es denominado la “falta de paradero” como nombre del desarraigo.
Hace tiempo, (Claude) Lévi-Strauss observó que el consumo estaba transformando a los estadounidenses en niños al acecho de novedades. Lacan se refirió a la figura del niño generalizado inspirándose en un texto de (André) Malraux: “No hay personas mayores”, respondió el confesor de las Antimemorias cuando se le preguntó qué había aprendido en sus largos años de sacerdocio. El culto por lo nuevo es definido por Miller como la nueva forma sintomática del malestar en la cultura, claro que cada día algo nuevo se mantiene menos nuevo y menos tiempo, se vuelve obsoleto cada vez más de prisa. El ideal de progreso –pese a las apariencias– tiene un aspecto letal, es que el culto por lo nuevo hace que el propio sujeto pueda devenir prontamente caduco.
Guy Debord, en los albores de la década del sesenta, decía que un nuevo valor había surgido y que no era ya ni “ser” ni “tener”, sino “aparecer”, valor, que desestima cualquier consistencia ya que se precia como bueno solo lo que aparece. La aceleración de la decadencia de toda novedad, puebla nuestro universo de objetos que hay que desechar de prisa para ser reemplazados por los del último modelo. Tal devoción incide notablemente en los lazos amorosos, ante la menor decepción lo “nuevo” será siempre visto como mejor.
Claro que la palabra “casting” también remite a “vaciamiento” y ello nos introduce al campo de la temática de la evaluación. Es que cuando medimos al otro de acuerdo a requisitos previos lo despojamos de su singularidad. Jacques Alain Miller la presenta como el fenómeno central de nuestra época y define su operación en el pasaje de un ser de su condición de único, al estado de ser uno entre los demás. Así, los sujetos se prestan a ser comparados, accediendo al estado estadístico, proceso idéntico al descripto por Marx cuando se refiere a la pérdida del valor de uso, subjetivo por el valor de cambio. En su célebre libro El capital, aborda los dos valores de la mercancía: valor de uso y valor de cambio. El tema del valor tiene una importancia fundamental, ya en el Prólogo a la primera edición alemana señala que la forma de valor que reviste la mercancía, es la célula económica de la sociedad burguesa. Podríamos resumir diciendo que el valor de uso es subjetivo, es el valor de la cosa en sí misma en su relación al hombre, mientras que el valor de cambio es el valor de las cosas respecto a otras y ese valor será otorgado por el mercado.
“Lo que se confirma aquí es la extraña circunstancia de que el valor de uso de las cosas se realiza para el hombre sin el intercambio, o sea, en la relación directa entre cosa y hombre, y que, al contrario, su valor sólo se realiza en el intercambio, es decir en un proceso social“. El quid consiste en entender que el trabajo mismo se convierte en mercancía y ello ocurre cuando grandes masas son despojadas súbitamente de sus bienes de subsistencia y lanzadas al mercado de trabajo. Entonces, el valor de uso de la fuerza de trabajo, el trabajo mismo, deja de pertenecer al vendedor. Así el valor de uso de la fuerza de trabajo, ya no es del obrero.
Marx da el ejemplo de una fuerza de trabajo que se paga como media jornada laboral, aunque su valor de uso sea el doble de su valor como valor de cambio. Así, Marx y Heidegger se dan la mano ya que el proceso analizado por Marx se entrama con lo que Heidegger describió en términos de dominio de la cifra y de la técnica. Cuando se habla de “recursos humanos”, no nos engañemos creyendo que son “humanos” pues son en verdad numéricos.
Por ello dice Miller que el siglo XXI es el siglo de las listas, es el siglo de la evaluación cuantitativa y considera que ello fue muy bien captado de modo profético por el escritor Robert Musil en su gran novela El hombre sin cualidades. El hombre sin cualidades es aquel cuyo destino es ya no tener ninguna cualidad. El hombre sin cualidades es Ulrich, alguien muy parecido al autor, un matemático escéptico e idealista, de un incansable meditar, sistemático y extremo. Tiene 32 años y detrás suyo sólo ve ruinas y adelante, un precipicio: la crisis de una civilización desbocada. Ulrich se convence de ser un hombre sin atributos cuando reconoce que su época, no muy distinta de la actual, es capaz de considerar “genial” a un caballo de carreras: “Un campeón de boxeo y un caballo superan a un gran intelectual en que su trabajo puede ser medido sin discusión, y el mejor entre ellos es reconocido como tal por todos”.
En definitiva el hombre sin cualidades es el hombre numérico. Cuando el ser se cifra lo que no reacomoda a ella se elimina, de ahí el dramatismo de no valer lo suficiente. El “casting amoroso” obedece a este principio, sin embargo pueden darse en esas citas por Internet un posible encuentro con el “adorable” descripto por Barthes. Seguramente allí el “casting” ha fallado ya que ese encuentro habría dado lugar a lo que excede toda forma de evaluación. Surgimiento entonces de lo contingente del amor como lo no calculado, lo no computable.
– [1] Barthes, R., (1985) Fragmentos de un discurso amoroso, Argentina, Siglo Veintiuno Editores. Pág .27. ( trad.: E. Molina)
– [2] Kierkegaard, S, (2006): Las obras del amor , Salamanca ,Ediciones Sígueme ( trad: Demetrio Rivero)
– [3] En la misma línea; Juan José Saer ( El país, 5 de enero de 2005) relata: Un día, a mediados del siglo noveno ,en el noreste de la China, en el monasterio que dirigía Lin Tsi, el maestro de la secta budista T ch’ang (en japonés zen, ambas pronunciaciones locales del sánscrito Dhyâna, «meditación»), subió a la cátedra y dictó la más célebre de sus lecciones: «Sobre vuestro conglomerado de carne roja hay un hombre verdadero sin situación, que sin cesar entra y sale por las puertas de la casa. ¡A ver qué opina de esto alguno que no haya hablado todavía!’. Uno de los monjes salió del grupo y preguntó cómo era el hombre verdadero sin situación. El maestro bajó de su banco de meditación y atrapando al monje e inmovilizándolo, le ordenó: ‘¡Dilo tú mismo, dilo!’. El monje vaciló. El maestro lo soltó y dijo: ‘El hombre verdadero sin situación es un montoncito cualquiera de excremento’. Y se volvió a su celda». La expresión «un montoncito cualquiera de excremento» es en el original mucho más cruda y, para su publicación en este diario, ha sido sustituida por la presente, que aparece en otra versión de esta misma escena. El eminente sinólogo francés Paul Demiéville, traductor en 1977 de las Lecciones de Lin Tsi, comenta así la brutal comparación, que resulta todavía más sorprendente cuando sabemos que también se la utiliza a menudo para designar a Buda: «Toda definición del hombre verdadero sólo puede ser impropia, vil, sucia, puesto que por definición es lo que escapa a toda definición».
– [4] En la sección del Tercer manuscrito consagrada al dinero -si se quiere, prehistoria del Capital- Marx describe en forma expresiva la trascendencia del dinero: “El dinero, en cuanto posee la propiedad de comprarlo todo, en cuanto posee la propiedad de apropiarse de todos los objetos es, pues, el objeto por excelencia. La universalidad de su cualidad es la omnipotencia de su esencia; vale pues como ser omnipotente (…) Lo que mediante el dinero es para mí, lo que puedo pagar, es decir, lo que el dinero puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero mismo (…) Lo que soy y lo que puedo no están determinados en modo alguno por mi individualidad. Soy feo pero puedo comprarme la mujer más bella. Luego no soy feo, pues el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora, es aniquilada por el dinero. Según mi individualidad soy tullido, pero el dinero me procura veinticuatro pies, luego, no soy tullido; soy un hombre malo, sin honor, sin conciencia y sin ingenio, pero se honra al dinero, luego también a su poseedor. El dinero es el bien supremo, luego es bueno su poseedor; el dinero me evita, además, la molestia de ser honesto, luego se presume que soy honesto; soy estúpido, pero el dinero es el verdadero espíritu de todas las cosas, ¿cómo podría carecer de ingenio su poseedor? (…) El dinero en cuanto medio y poder universales (…) para hacer de la representación realidad y de la realidad pura representación, transforma igualmente las reales fuerzas esenciales humanas y naturales en puras representaciones abstractas y por ello en imperfecciones, en dolorosas quimeras, así como, por otra parte, transforma las imperfecciones y quimeras reales, las fuerzas esenciales realmente impotentes, que sólo existen en la imaginación del individuo, en fuerzas esenciales reales y poder real.” (C. Marx, Manuscritos: economía y filosofía, trad. cast. F. Rubio Llorente, Alianza, Madrid, 1984, 11ma. ed., pp. 177-180). Claro que el dinero (o el Capital) no solamente se limitan a “invertir” lo inmediatamente dado, lo natural, como sostiene Marx, sino que lo alteran de todas los modos posibles, subvirtiéndolo, trastrocándolo y determinándolo absolutamente desde su “abstracción”, y esto es lo que importa. Lo más interesante del texto del joven Marx es su reconocimiento azorado de la potencia ilimitada de la subjetividad absoluta; aquí, el dinero.
– Por Silvia Ons – El sigma
Marx (nos) excede…
Antes que nada, mis salutaciones a la Directora de
Salta 21, por incluir artículos interesantes como el que
motiva mi comentario.
Para mí, en líneas muy gruesas, lo que dice la autora del
admirador de Engels, es más o menos, exacto.
A pesar que la notera mezcla nombres que son incompatibles
para mí, con el amigo de Wolff, como el de Bauman, junto al de Heidegger y
Barthes, por el entretejido mismo, no me desorienta, como parece
despistar a otros, que un tema se escriba con desvíos, codas, aclaraciones,
tal cual parece desorientar a algunos lectores de mis artículos que me
recomiendan la consulta de Diccionarios.
Bauman es un “mitosociólogo” o que practica la no ciencia de la “Sociología”,
que es posmoderno y que no tiene el más mínimo nexo con el padre de Laura,
a no ser, el de defenestrarlo cada tanto, cuando tiene la menor ocasión.
Heidegger es un nazi revulsivo, que no es, como alegó el kirchnerista Feimann,
el más grande pensador del Siglo XX: ese honor está entre tres franceses que, de
cuando en cuando, se mareaban con lo que había destrozado el leninismo de Marx
y con lo que había aniquilado el “marxismo vulgar” que se inició, con cierto Engels,
en vida del suegro de Longuet.
Barthes habla poco de Marx, aunque en las ocasiones en lo que lo efectúa, lo
concreta en términos positivos y cayendo a veces, en lo que se alucinaba del
padre de Eleanor, en los ‘60.
Miller, menos que Lacan, no es marxista. Ambos, cometen errores de calibre en la
interpretación del suegro de Aveling. Jacques-Marie Émile dice en uno de sus
Seminarios, lo que habla del grado de denegación de lo escrito por Marx…,
que en el socialismo, puede que el Significante Amo “mercancía”, siga gobernando.
Eso es lo que aconteció en el “socialismo” de Partido, que es leninismo y no marxismo…, pero no puede suceder en el socialismo que sea el del co fundador de la Internacional, puesto que ese socialismo, es el fin de los precios, de las mercancías, del dinero, de la compra y venta, de las retribuciones en moneda por las tareas que se ejecuten, etc., etc.
Por último, Marx, puesto que nos excedió, nos sobrepasará y es un exceso, no se pude resumir a cinco elementales proposiciones. Ni siquiera el volumen I de El capital, que es el menos complejo, comparado con el tomo II, que ni siquiera lo asimiló Rosa de Luxemburg, por sus famosas objeciones a los esquemas de reproducción del valor autócrata (Rosa deja de lado una de las condiciones que el suegro de Lafargue, se había impuesto para imaginar la reproducción de la comuna burguesa en su globalidad: que el capitalismo se reproduzca dentro de sí y no apelando, que es lo que ejecuta Luxemburgo…, a un “entorno” no capitalista…).
La vigencia de la caída de la tasa de lucro lo demostró Shaikh y otros marxistas que
discuten con ecuaciones, matriciales o no, a mala gente como Piero Sraffa.
Aun en el Siglo XXI, continúan habiendo lugares del planeta que no fueron colonizados por el valor déspota. Tales espacios son denominados por mí, el “Quinto Mundo”, porque en zonas como el “Cuerno de África” al valor tirano no le importa su destino, a menos que encuentre petróleo o algo que justifique el riesgo de costos de producción.
El capitalismo no es tardío, puesto que es joven. Para que el capitalismo fuera “tardío”, debiera acercarse a una de las condiciones que en el imponente volumen II de los Grundrisse, entre las pp. 227/230, estipula: que se llegue a un grado de automatismo tal, que la conversión del tiempo de faenas en ganancia, sea una base mezquina.
Según mi perspectiva y siempre que Gaia lo soporte, tendremos colectividad burguesa hasta por lo menos, la centuria 24 –lo que los leninistas confunden con el ocaso terminal del capitalismo, es una crisis energética, pero que la comuna burguesa puede resolver; si lo hace, continuará (no hay todavía una “etapa superior” del capitalismo; estamos lejos, lejísimo de ello, en términos históricos de larga duración).
Aguardo haber contribuido a reflexionar, que es lo que me interesa, antes que
bombardear al otro. Un sabio no busca victoria ni reconocimiento; desea el
crecimiento, que es más que cumplir aniversarios. Lo estoy descubriendo…
Hasta pronto y felices vacaciones.