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domingo, noviembre 24, 2024

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Hebe simpatizaba abiertamente con Bin Laden, ETA y las FARC cuando entró a la Casa Rosada en mayo de 2003, recibida por Kirchner, que sabía muy bien quién era y jamás le había dado ni un vaso de agua en sus largos 22 años como jerarca municipal y provincial de Santa Cruz.

Durante años hubo que optar entre callarse la boca, porque hablar del tema equivalía a una especie de traición al pueblo, o negarle importancia a sus dichos y hechos. ¿Para qué hacerlo, se alegaba, si Hebe de Bonafini es sólo una señora mayor que carece de relevancia política? Por eso, cada vez que su nombre y el de su grupo aparecían al tope de la agenda, sistemáticamente funcionaba el menoscabo. Que no conoce bien los temas y su cultura es muy precaria, se argumentaba. Que habla desde el sufrimiento, pero no influye en el juego grande, se razonaba. Esa subestimación se aderezaba con la extorsión moral de siempre, el recurso agobiante de que no hay que “cebarse” con personas cuyo mérito es acaudillar un movimiento honorable y reconocido en todo el mundo, como el que ella encabeza de manera vitalicia. Pero lo que ha venido sabiéndose desarma tanta cháchara moralista y manipuladora.

¿Para qué hablar de Schoklender? No sirve de nada seguir abocándose con fruición a los pormenores de los negocios oscuros de ese personaje. Como sucede con todos los caídos en desgracia en regímenes como el actual, el Gobierno lo tira por la ventana y lo usa de pararrayos, el perfecto canalla, el inescrupuloso monje negro que se aprovechó de la ingenuidad y la buena fe de “las madres” (Bonafini y su grupo asumieron desde sólo ellas fueran paradigma y resumen excluyente de la condición materna hace añares el nombre de “Madres”, a secas, sin artículo, como si ellas y sólo ellas fueran paradigma y resumen excluyente de la condición materna).

Es una perfecta estafa. El tema no es Schoklender. Es el Gobierno y el grupo, al que sirvió durante años el parricida, al que ahora han tirado debajo de los camiones. Nadie puede alegar ignorancia. Un año y medio antes de que Néstor Kirchner la entronizara como santa laica del progresismo nacional y popular, Bonafini recibió los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 con esta definición: “No voy a ser hipócrita, no me dolió para nada, siempre digo en mis discursos que nuestros hijos serán vengados el día que el pueblo, algún pueblo, sea feliz. (…) Tanta tecnología no le sirvió a EE.UU. Yo sentí que había muchos pueblos en ese momento que eran felices y que la sangre de tantos en ese momento era vengada”.

Como entonces Horacio Verbitsky tuvo la prudencia de condenar aquella matanza del terrorismo fundamentalista, Bonafini de inmediato definió al actual jefe de inteligencia en las sombras como “un sirviente de Estados Unidos. Recibe un sueldo de la Fundación Ford y, además de ser judío (sic), es totalmente pronorteamericano”. No sólo eso. Subrayó que para ella “un revolucionario nunca es terrorista. Es alguien que quiere el bien del pueblo para que otros vivan, coman y sean felices. El terrorista es el Estado que reprime, el otro es una respuesta prevista en la propia Constitución”. Ya simpatizaba abiertamente con Bin Laden, ETA y las FARC cuando entró a la Casa Rosada en mayo de 2003, recibida por Kirchner, que sabía muy bien quién era y jamás le había dado ni un vaso de agua en sus largos 22 años como jerarca municipal y provincial de Santa Cruz. Las “madres” estaban prohibidas en Santa Cruz.

Sin límites ni pruritos, perpetró un sincericidio memorable tras conocer a Kirchner: “Me la pasé diciendo que (Carlos) Menem, (Eduardo) Duhalde y Kirchner eran la misma mierda. Y después tuve que ir a decirle: ‘Señor presidente, me equivoqué, yo dije que usted es la misma mierda que los otros pero no: usted es totalmente distinto’. Y se lo reconocí así, sinceramente”. O sea que durante esas dos décadas ella pensó que Kirchner era “la misma mierda” que los presidentes peronistas anteriores, hasta que las alfombras rojas de la Casa Rosada estuvieron bajo sus zapatos. Sus razones tendría, pero luego cambió de opinión.

Ama de casa toda su vida, su organización se convirtió de la noche a la mañana en socia privilegiada de la denostada patria contratista. Derramó condenas y maldiciones no sólo contra dirigentes políticos de larga trayectoria al servicio de la defensa de los derechos humanos (como Raúl Alfonsín), sino también contra referentes de la propia izquierda, algunos de cuyos representantes más caracterizados fueron fulminados por su odio y desdén (“Pino Solanas realmente es muy cagón” o “a Martín Sabatella, que critica tan duramente al gobierno de nuestra Presidenta y dice que es igual al gobierno de Menem, que se le caiga la lengua”).

Todo se sabía y era conocido, pero todo se le perdonaba. Dijo: “Para nosotras la legalidad no existe. Ni siquiera pagamos impuestos”. Para ella “Cristina Kirchner es brillante para todo, pero la oposición no es una oposición, es una mierda”. Y para quien dudara de quién era la aliada y el símbolo del Gobierno, admitió que “siempre pensé en mis hijos como guerrilleros y revolucionarios, con un gran orgullo. Yo me siento revolucionaria sin haber usado nunca las armas, pero creo en la revolución armada”.

El pañuelo no se manchó solo ni lo manchó un canalla singular. Es cierto, y así lo he pensado por años, que en la Madres de Plaza de Mayo hubo muchas mujeres dignas, corajudas, admirables e inolvidables, pero debieron emigrar de la secta de Bonafini, así como tuvieron que irse numerosos intelectuales y periodistas aterrorizados por el stalinismo grosero de la jefa vitalicia, a la que el Gobierno coronó como la mayor, la más importante, la principal, la única.
Le dieron centenares de millones de pesos, sabiendo que carecía desde el vamos de la pericia y la competencia para encarar emprendimientos económicos tan ambiciosos. La forraron de plata e impunidad para justificar un fraudulento “relato”. Compraron la franquicia de “Madres”. El gerente de ese trapicheo millonario fue un personaje que encarnaba de manera acabada la más perversa de las sociedades, en la cual el crimen enaltece y la ilegalidad es un orgullo. Así que el tema no es él, ni tampoco la mujer a la que los Kirchner etiquetaron como madre de todos los argentinos. Las raíces del mal están en el riñón de un poder que ha comprado todo lo que se ofrece en venta.

– Por Pepe Eliaschev

6 COMENTARIOS

  1. Chivo
    No se sabe qué tiene que ver el ADN de los hijos con esto, es mucho más amarillista este comentario que toda Salta 21 junta. No te preocupés tanto que la opinión de nuestro medio no está comprada como ocurre en la casi totalidad de los demás.

    Salta 21 no es un nicho ni de la izquierda ni de la derecha. No se puede medir toda una línea por un artículo, si no se conoce los años de publicación que lleva el sitio.

    Esperamos a la justicia argentina? OK. Es como esperar a Godot, pero nos mantiene esperanzados.

  2. Chivo
    Está claro que quienes están sacando ahora la cabeza son estos miserables que, como con la 125, quieren llevarse puesto primero a la presidenta y de paso cañazo a las organizaciones de DDHH, a las que aborrecen desde siempre. Basta de discursos hipócritas, con mentiras repugnantes, los personeros del odio ya fusilaron durante la libertadora, ya mataron con la triple a y luego con los militares que secuestraron, asesinaron y robaron niños y bienes y ahora tratan de imponer su discurso fascista: «miente, miente, que algo queda…» Me preocupa cierto amarillismo que a veces se cuela por Salta 21 y que termina siendo funcional a la derecha más recalcitrante. Pero el pueblo no compra basura y sabe quien es quién. Que la Justicia investigue, que para eso se tiene una Corte Suprema autónoma, como debió ser siempre. El pañuelo no se mancha y los ADN de los hijos tampoco.

  3. Chivo
    No me gusta para nada este tipo, «Pepe» Eliaschev. Es uno màs de los comentaristas pagos que pululan en la televisiòn argentina. Es un taxi boy màs del «Periodismo Unico» que existe en la Argentina. O sea, de la prensa controlada por un ùnico dueño: Yankelevich. Ambos sionistas declarados. Por tanto, este comentario en relaciòn a la señora Bonafini y a su vinculaciòn con Shocklender, no es un comentario a lo que dice Eliaschev de ella. No podrìa comentar los dichos de Eliaschev por el simple motivo de que no los leì ni los leereè. No le creo nada al tipo.

    Antes de comentar lo que hace o dice la señora Bonafini, hay que hacerse varias preguntas, a saber: Primero, ¿la señora Bonafini, ¿perdiò ,realmente, dos hijos en manos de los militares? La pregunta no es banal o antojadiza. La presento porque, un periodista muy serio, Christian Sanz, en su diario virtual «Tribuna de Periodistas», afirma que Hebe de Bonafini no perdiò ningùn hijo a manos de la dictadura. Como prueba de sus dichos, Sanz publica una entrevista con el ex marido de la señora Bonafini y padre de los dos hijos supuestamente perdidos. El señor- residente en Madrid- dice que Ebe de Bonafini nunca perdiò hijo alguno. Demuestra su afirmaciòn presentando, vivitos y tomando mate, a los dos ùnicos hijos que tuvieròn juntos y que actualmente viven muy bièn con èl en Madrid. El ex marido de Bonafini comenta que no acaba de entender como Bonafini puede mentir de un modo tan grosero.

    Eso por una parte. Ahora la otra pregunta: suponiendo que Bonafini perdiò, realmente dos hijos a manos de milicos; ¿puede su sufrimiento ser razòn suficiente para justificar todo lo que diga o haga? Yo creo que no. De ninguna manera. La pregunta anterior, se encadena directamente con otra. ¿Bonafini no sabìa nada, pero nada en absoluto de lo que hacìa Shocklender? Difìcilmente. Bonafini no podìa dejar de saber que hacìa Schocklender. Era imposible, ya que: (1) Shocklender jamàs hizo votos de santidad, (2) jamàs declarò su arrepentimiento por lo que hizo, (3) jamàs demostrò que al salir de la carcel lo hizo como un hombre rico y (3) jamàs oculto el, mas que lujoso, nivel de vida que tenìa (un yate, varios autos, ropa finìsima, etc, etc. son cosas muy visibles). Ademàs, vamos, hasta el ser màs ingenuo desconfiarìa de un tipo que matò a su madre atravesandolè la cabeza con un fierro mientras dormìa. Segùn la ley, uno no puede justificar sus delitos apelando a su torpeza, en consecuencia, creo que la señora Bonafini deberìa ser encausada junto con Schocklender .

    Es notable tambièn la inmadurez e incoherencia de esta señora. Esta mañana la escuchè en una entrevista. Decìa que ella estaba segura de que Schocklender no coincidìa en nada con su visiòn de la fundaciòn ya què, argumentaba, Schocklender era «un (tìpico) enemigo de clase». Este escandalo serà una prueba de fuego para la «Justicia» argentina. Personalmente, creo que el resultado està cantado: fuego a Schocklender, besitos a Bonafini y a otra cosa, los argentinos somos humanos y derechos.

    • Para Síndico
      Síndico, deberías leer la nota de Pepe. No es santo de mi devoción (nadie lo es, soy bastante escéptico) pero deberías leerla porque coincide en varios puntos con lo que vos pensás, a pesar de considerarlo un «pro sionista».
      No le creo, ni le creí nunca a la Bonafini, a quien conozco personalmente y he tratado (es una déspota ignorante, discriminadora y ambiciosa sin freno) pero no sabía lo del marido y los hijos en Madrid, voy a leerlo… si es así, debería difundirse en todas partes!
      Y deberia también (sé que no lo veré, no sólo por mi edad sino pporque en este país la justicia se ensaña sólo con los que no pueden comprarla) debería también, decía, investigarse y juzgarse a CFK, y su séquito de delincuentes, que amparan, protegen y tapan a personas como estas, encubriendo delitos de todo tipo. Hablan mucho de los desaparecidos durante la dictadura (en mi familia hay dos), pero hacen callar a quienes quieren averiguar qué pasó con Julio López, desaparecido en ESTE gobierno… callan lo del pibe Ferreyra, asesinado por secuaces de ESTE gobierno… y en fin, podría seguir un rato largo y este no es el momento ni el lugar.
      Coincido en un casi todo con vos y con Pepe. Y con la valentía de los que no se callan.
      Saludos

  4. Chivo
    Bien por Eliaschev. Menos mal que empiezan a aparecer periodistas NO CAGONES como Morales Solá, Nelson Castro y Lanata que coincidieron en que el «buen nombre y honor» de la Bonafini quedaba ‘resguardado’ y al margen del ‘corrupto Schoklender’. Hipócritas. Hipócritas y además conscientemente ignorantes: ningún titular de ninguna empresa, sociedad, fundación, etc. es ‘intocable’ en casos de fraudes, malversaciones o evasiones impositivas. La Ley Penal Tributaria vale para todos y ‘todas’, no sólo para la ‘perrada empresaria’. O por lo menos así debería ser. Pero en esta Argentina, república frustrada, puede ocurrir cualquier cosa bajo el poder totalitario del signo que sea: dictadura militar, totalitarismo ‘democrático’… o como se le quiera llamar al fascismo vigente de la mano del montonerismo setentista.

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