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sábado, octubre 19, 2024

Cómo analizar el 18A

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A la hora de analizar la marcha del 18 hay que evitar tanto la desmesura como el ninguneo. No fueron cien mil personas como deslizaron desde el gobierno. Tampoco dos millones como aseguran algunos opositores. La movilización fue masiva y se extendió a ciudades y pueblos del interior del país. Los observadores más serios estiman que la cifra fue similar a la convocada en la marcha anterior (8 N). La discusión sobre este punto no tiene mucho sentido.

La gente en la calle, movilizada en forma pacífica, es siempre una buena noticia. Vale para cuando apoya a un gobierno y también vale cuando protesta. Ningún dirigente democrático puede darse el lujo de no escuchar las voces que vienen de la calle. No importa que esas voces, incluyan algún insulto. “Es necesario escuchar el reclamo”, opinó Horacio González. El titular de la Biblioteca Nacional y referente intelectual del kirchnerismo percibe con claridad la legitimidad de algunos planteos. Escuchar y dialogar no implica una claudicación. Tampoco torcer políticas que tiene el aval de la votación popular.

No obsesionarse con teorías rebuscadas sobre la composición social de los manifestantes. Es evidente que la mayoría de los movilizados integran la difusa categoría de “clase media”. También hubo más adultos que jóvenes. Los cronistas registraron la presencia de numerosos jubilados. Esto no potencia ni invalida la marcha.

En cuanto al menú de reclamos, como en las dos protestas anteriores, fue variado. Se incorporaron el rechazo a la reforma judicial y renovados cuestionamientos por la corrupción oficial (dos cuestiones que se potenciaron por la exposición mediática de los últimos días). Pero se reiteraron otros: la inseguridad, la inflación y, en menor medida, el cepo al dólar. El delito y el aumento de precios son preocupaciones compartidas por la base electoral del kirchnerismo.

La oposición, por primera vez, convocó de manera explícita a la movilización. Desde Hermes Binner a los dirigentes radicales destacaron la masividad de la protesta. Macri, entusiasmado hasta el éxtasis, aseguró que era “la mayor marcha de la historia”. La diputada Laura Alonso, según el portal lapolíticaonline, dijo que se haría un tatuaje con la leyenda “18A, Yo estuve”. Alonso, tal vez no lo sabe pero del ridículo es muy difícil volver.

Cuando pase la euforia, los dirigentes opositores deberán comprender que también fueron interpelados. Ya lo señaló Beatriz Sarlo cuando escribió sobre la marcha de noviembre pasado: “el odio contra el gobierno no construye política”. El desafío es traducir la bronca en acción política y, si es posible, darle un correlato electoral. Con la indignación no se modifica nada.

Cientos de miles de argentinos se expresaron con libertad. La sociedad está dividida pero también movilizada. Todo está en discusión, todo se debate. El poder, la justicia, los medios de comunicación, el sindicalismo, la economía. Se habla de política en las casas, en el trabajo y en la escuela. A veces, con demasiada vehemencia. Son los ruidos de la democracia, siempre mejores que el silencio.

– Noticias.ar.msn

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