En el fin de semana que pasó, dos competencias se destacaron en la capital salteña.
Hay tanto para escribir sobre la danza folclórica… no de su origen, no de su valor cultural, artístico o histórico, no como tradición del pueblo argento sino del momento actual que vive a través de las competencias y presentaciones de las distintas academias que pululan en el medio propio de las provincias…y también por qué no mencionar, a los bailarines independientes que se presentan para exponer su producto folclórico o simplemente para medirse en competencias cada vez más exigentes con los distintos pares.
En el fin de semana que pasó, dos competencias se destacaron en la capital salteña, una en el complejo Vítale en la zona sur con su primera edición y otra en el complejo de Sanidad en la zona norte que cuenta ya once años. En ambos casos, brillaron bailarines de múltiples provincias y de todas las edades y en todos los rubros que se puedan imaginar: tradicional, estilizado, cuadros costumbristas o históricos, malambo, etc…
Llama la atención este contrapunto organizativo que es realizado por los profes de academias locales. Y si es por organización de esta, hay mucho que hablar ya que los esfuerzos hasta la fecha no pueden dejar de lado las im-prolijidades en los horarios, en la recepción de las academias (sobre todo a las que no son del medio local), las cuales preparan sus actuaciones en sobradas incomodidades de todo tipo: espacio, vestuarios, alimentación, descanso y cosas por el estilo. La mayoría de las veces están en falta…a esto se suma el costo que significa para los bailarines participar, ya que aparte de su inversión personal en cuotas de estudio, trajes, viajes, etc., se suma la inscripción que se paga como cualquier hijo de vecino, es decir, como un espectador más. Sin embargo, ¡estos hacen el espectáculo!
Otro tema para tener en cuenta y que reclama un salto cualitativo es el de la selección de los jueces y el de la transparencia de los participantes. Vamos por los primeros, de los cuales a pesar de que se trae gente con currículo destacado, en la mayoría de las veces no cubren las exigencias críticas y evaluativas de tantas danzas y propuestas académicas de las expresiones artísticas. En realidad, lo que demandan las competencias en cuanto al jurado es la profesionalización de estos, de tal manera que puedan dejar en sus devoluciones algo edificante a los profesores de las academias que en su mayoría son titulados…o al menos lo debieran serlo…y sobre esto, también debiera abrirse un debate.
Con respecto a los participantes, se deja entrever una serie de situaciones poco favorables para la salud ética de estos torneos y puntualmente, se puede hacer referencia al préstamo o asociación de bailarines entre distintas academias para destronar a la competencia o a la participación de bailarines en categorías que no corresponde por la edad. Así, por ejemplo, entre los viejos o categoría «papis», se ven excedidos los cupos de jóvenes permitidos. Esto por citar algo evidente. Las notorias batallas en las redes sociales también desvirtúan el espíritu de amistad y camaradería entre los participantes.
A estas alturas donde la danza y la competencia comienzan a mezclarse con el interés del dinero, ya sea desde la organización ya sea desde un título consagratorio o desde la recolección de premios, se presenta la evidente disyuntiva entre ganar por el interés material dejando de lado los valores que la tradición folclórica acarrea o priorizar estos últimos; cosa que según desde los grandes ejemplos como Cosquín y Laborde, parece imposible ya que la mercantilización del baile y el canto es un gran negocio para varios.
¿Qué hacer? ¿Cómo encarar los nuevos vientos que se avecinan para esta idiosincrasia local?
Quizás esté la oportunidad en los mismos docentes de las academias de folclore que acuerden una federalización de estas y dejen en claro reglas y estatutos para estos tipos de eventos que desde ya, exigen una profesionalización en su organización y una reglamentación que proteja los valores. De lo contrario, vendrá el astuto capitalista que hará un gran negocio de la danza sin importarle el núcleo: la esencia de la mística folclórica.
– Por Hugo Luis Daher