Nunca me olvido de Esther, que sentados en una plaza de Cofito, me contaba (lagrimeando) cómo su amante había roto la espléndida relación que mantenían, después de su operación de próstata,
Es conocida mi rutina atávica de retornar, periódicamente, al reencuentro con mis compañeros trebejistas, por un lado, por razones estrictamente afectivas, pero por otro, para recuperar la tradicional misión que me asignaron (mejor dicho, que me asigné) y que está directamente relacionada a los menesteres terapéuticos (en realidad atinentes a causas catárticas).
Los muchachos, cada tanto, necesitan mandar a tierra sus energías sobrantes. Debo aclarar, que mi distanciamiento, provoca cismas funcionales, causados por dos o tres intrusos que aspiran a ese reemplazo (ni adhonorem, te podes descuidar), tal el caso de Victorio, que con sus lecturas sobre Filosofía, se cree “sobradamente” merecedor de ocupar ese cargo y otro tanto ocurre con Antoñito Di Fresca, que mira el puesto con ambición, pero previamente habrán de pasar por mi cadáver. Vamos al grano, sentado en el sofá a tales menesteres, estaba esperándome (ansioso) el querido gordo Piraña, recién jubilado y con toda la carga de ansiedad-angustia, por este motivo. Los primeros meses, inmediatos a la Jubilación, hay que saber vivirlos y aprender a mover el timón para no desbarrancar.
Piraña, estaba con toda la desazón del corte abrupto. ¿Y, ahora qué? O sea, ¿Y ahora qué hago de mi vida? ¿Cómo sigue esta jugarreta? Para algunos la cosa es fácil, para otros, se les viene la tormenta encima. ¿Cómo sigue el guión? ¿Ahora, de qué nos disfrazamos? Mi tranquilidad estaba puesta en los acostumbrados “opinadores” de turno que facilitan, convenientemente, el trámite narrativo, pero cual no fue mi sorpresa que mis “colaboradores”, se declararon prescindentes en este debate, dejándome más solo que Adán en el día de amigo. Forcé mi memoria recordando que, no bien jubilado de docente, sentía apuro cuando me preguntaban: “¿Ud. amigo, de qué trabaja?” lo que me provocaba un inmediato sudor frío, tener que reconocer mi condición de jubilado…”¿No le parece que es joven para no trabajar?” “Podría conchabarse en algo, ¿No?” Juro que no tenía un repertorio clisé para contestar, como dándole razón al interlocutor y aceptar que estar jubilado, al principio muchos lo sienten como vergonzante. Fenómeno, raramente machista, porque las mujeres, generalmente, lo toman como una meta realizada, como un logro concretado.
La Tercera Edad
Quizá las mujeres tengan más aceptación de su propio envejecimiento. El varón se resiste a este paso inexorable, en tanto que la mujer sigue pegada (voluntariamente) a tareas de atención doméstica, con la ayuda en la crianza de los nietos. Al varón se le dificulta aceptar la propia disminución de sus potenciales, sobre todos aquellos que tienen que ver con la sexualidad y su concreto rendimiento sexual. Nunca me olvido de Esther, que sentados en una plaza de Cofito, me contaba (lagrimeando) cómo su amante había roto la espléndida relación que mantenían, después de su operación de próstata, opinando que el mismo no se “bancaba” un futuro fracaso en este orden. Para el varón éste es un tema casi primordial, obsesión permanente y riesgo concreto a un desenlace depresivo, con influencia directa con el insomnio/la alimentación y pérdida de la memoria. Casi me atrevo a decir que la mujer en este invierno de la vida, se libera ampliamente de estos desafíos, a los que el varón sigue atado, como si el seducir fuera una condición masculina eterna. Si no lo creen, corroboro esta fijación con las propias palabras del Dr. Javier, cuando asegura que no puede dar crédito de los hombres mayores (habla de mayorcitos de 75 abriles) que le solicitan la pastilla azul, en tanto que las Sras. Pacientes, dejan sus quejas por el acoso de sus consortes (considerado en esta etapa como un hartazgo). Reverso y anverso de una misma realidad.
Dicho estos testimonios, me preparé para encararlo al gordo Piraña de la mejor manera, no era cuestión de enchastrarle que su preocupación mayor era la competencia fálica en disminución y que se fuera rebuscando una amante tolerante o algún otro rebusque decente, como sustituto, tal como el abocarse al Yoga/al Chi-com/al Taichí/al Pilates como mi amigo Rafael, o a mejorar su desempeño ajedrecístico, para no caer en la nostalgia y la depresión consecuente. Para evitar la evidencia de estos temas íntimos, intenté con un susurro al oído, avanzar con cautela, sin percatar que el bocina del Chiri, estaba al acecho y vociferó, sin recato: “Changos, se formó una pareja…y estos son dos putos escondidos”. “Quién iba a pensar que estos dos se volvieron comilones…No se puede confiar en nadie…” Se me fue la inspiración al carajo y solo atiné a decir: “Hermano Piraña, los años no vienen solos. Traen algunas complicaciones anímicas/físicas/fisiológicas/neurológicas y de relación. Tendrás que prepararte para afrontarlas solo y despaciosamente.”
Mientras tanto, el Chiri, no nos sacaba su miraba sospechosa: “Changos, aflojen que hay gente…Los besos cuando estén solitos…” Me arruinó el chamuyo que venía florido.