A pesar de que en los foros públicos elogian sus políticas, los empresarios están empezando a dar señales de disconformidad con el Gobierno. Les critican la falta de estímulo a la economía y, sobre todo, un traslado de costos estatales hacia el sector privado para poder solventar el «plan electoral».
Mauricio Macri eligió un léxico coloquial para exhortar a los empresarios: «A romperse el traste», los conminó. El tono del discurso, por más amigable que suene, no debería distraer el análisis de lo ocurrido las últimas semana.
Revela una tensión en el vínculo entre ambas partes. Un clima nervioso, tal cual lo describen tanto funcionarios de primer nivel como ejecutivos que suelen caminar los pasillos de la Casa Rosada y de los Ministerios.
¿Qué pasa? ¿Se acabó el idilio entre los dueños de las compañías más grandes de la Argentina y el Presidente? ¿Hay decepción? ¿A qué se debe la mala onda?
Una máxima del fútbol señala que cuando el equipo no gana, en el vestuario sólo se escuchan quejas y reproches. Jugadores, técnicos y dirigentes buscan culpables cuando las cosas salen mal.
Algo así sucede entre Macri y los hombres de negocios.
Funcionarios que dialogan habitualmente con el Presidente cuentan que el jefe de Estado siente que puso a la Argentina en un lugar que ni los más optimistas creían, hace apenas un año, cuando todavía no se sabía quién triunfaría en las elecciones. La lista es extensa, pero entre las menciones más escuchadas figuran el arreglo con los holdouts y la salida del cepo. Ambas decisiones habilitaron el regreso del país al mercado financiero internacional y el ingreso de dólares. Nada menos.
«Los ejecutivos que hasta hace poco se lamentaban porque el anterior gobierno les impedía enviar remesas a sus casas matrices, ahora no pueden explicarnos por qué demoran sus inversiones», se queja uno de esos funcionarios con llegada al círculo íntimo del poder.
En público, los empresarios se cuidan en mantener los elogios al Gobierno. Las críticas las guardan para la intimidad. Por ahora.
En estricto off the record, la queja de los ejecutivos se centra en que la estrategia oficial no alcanza para levantar la actividad económica.
Los mismos hombres y mujeres de empresas que en su momento valoraron la apertura financiera, ahora muestran reparos a las últimas decisiones de la Casa Rosada.
Uno de los principales directores de una cámara empresaria -socio de una metalúrgica- comenta a iProfesional: «Nadie va a negar lo realizado ni la buena voluntad por arreglar los desequilibrios. Pero está cada vez más claro que la actividad no despega y hasta el momento sólo se logró una estabilización que no asegura el crecimiento».
Y ahí viene lo que, en la intimidad de los despachos oficiales, se considera un análisis injusto: que la administración macrista postergó de manera indefinida las reformas estructurales que, bajo la lupa empresaria, son imprescindibles.
La novedad es que ya no se escuchan solamente las advertencias sobre la solidez fiscal sino que ahora las críticas se extienden a temas como la falta de competitividad, en general, y la presión fiscal, en particular.
Un ejecutivo de la alimentaria Arcor le puso números durante una charla informal con un funcionario de primer nivel: «Tenemos presencia en América Latina, y acá somos un 25% menos competitivos que en el resto de la región, en promedio. Así es difícil crecer», le dijo crudamente.
Agendas paralelas
Los chispazos entre Macri y el establishment -el «círculo rojo», como los denomina el propio jefe de Estado con cierto aire de desprecio- se debe lisa y llanamente en que cada uno tiene sus prioridades.
A punto de cumplirse un año de la elección que lo consagró, el Presidente le dio un giro a su política económica. Después del anuncio del índice de pobreza en el 32%, Macri se jugó a una estrategia que levanta críticas en la City y en los directorios de las empresas.
Ante la falta de reacción de la economía, el foco estuvo en las medidas que puedan acertar en el camino hacia una recuperación rápida.
El calendario electoral lo exige: Cambiemos necesita que a comienzos de 2017 haya números positivos para mostrar. De otra forma, al Presidente le será muy difícil hacer una buena elección. Y si fuera así, dentro de un año se estará hablando de un mandatario «pato rengo».
Por eso, Macri pasó para más adelante la agenda fiscal y cualquier movimiento del dólar que pueda presionar sobre la inflación. Y, lo que más les duele a los empresarios, quedó en claro que por ahora no habrá un alivio impositivo de importancia.
Algunos ejecutivos ya le hicieron notar a algunos miembros del gabinete nacional que esta estrategia es «puramente electoral».
Lo cierto es que en el ámbito empresarial se nota un malestar por el hecho de que Macri esté concediendo políticamente a favor de distintos sectores, en perjuicio de los hombres de empresas.
En las palabras de un dirigente empresario que no oculta su enojo: «Macri le reconoció deudas a la CGT; anunció la reparación histórica para los jubilados; ahora otorgó el bono de fin de año y postergó cualquier ajuste en las cuentas públicas. Nosotros le pedimos una menor carga impositiva y nos responde con que nos tenemos que romper el traste».
Para algunos representantes del Grupo (empresarial) de los Seis, la advertencia del jefe de Estado tiene una sola lectura: que las compañías líderes no trasladen a los precios los incrementos salariales de 2017.
«El Gobierno trabaja con la pauta de que los salarios crezcan más que la inflación, y nos hace responsables a nosotros de que ese esquema salga bien. No es justo», se queja uno de los hombres que tuvo protagonismo en el último Coloquio de IDEA.
Macri, el tacaño
No es una cuestión de dinero. «Macri, el tacaño» refiere a a la percepción que los grupos empresarios tienen del Presidente en relación a sus manejos políticos.
Concretamente, las críticas hacen eje en la escasa apertura que, en la visión del establishment, el mandatario muestra en su estrategia política.
«Debería darles más espacio al radicalismo y al peronismo no kirchnerista, como hace María Eugenia Vidal en la provincia. Le serviría para contener reclamos. No es lo mismo que venga un gobernador con un reclamo sintiéndose parte de una coalición. Si está afuera, los reclamos son más duros y es más difícil acordar. A menos que haya concesiones. Es lo que viene haciendo Macri», analiza el ejecutivo de una exportadora, en diálogo con iProfesional.
Esta visión esconde una ecuación económica: los empresarios reprochan que Macri gana gobernabilidad rubricando acuerdos con los distintos sectores, a costa de sus bolsillos.
«Nos pide que nos rompamos el traste. Eso quiere decir que no traslademos a precios los aumentos salariales de 2017. Yo a eso lo llamo poner plata para la campaña sin ninguna garantía», grafica un ejecutivo.
La mesa de «diálogo social» fue, para muchos hombres de empresas, una excusa del jefe de Estado para ordenar la carrera de precios y salarios del año que viene. Todo el Gobierno está convencido de que si los sueldos no se adelantan, la recuperación de la actividad económica se ahogará y las aspiraciones políticas de Cambiemos se derretirán.
En estos casi once meses de mandato, Macri dio distintas señales de que los acuerdos múltiples no lo convencen. Por ese motivo desoyó la sugerencia de Alfonso Prat Gay, a principio de año, y es muy probable que por eso mismo haya evitado sacarse una foto con empresarios y sindicalistas, que habían acudido a la cita a pedido de la Casa Rosada.
Hay más: el establishment le achaca al macrismo que haya planteado una estrategia ciento por ciento electoralista. Que insista con la polarización mediática con Cristina Kirchner.
A ojos de algunos ejecutivos, esa estrategia choca contra la idea de que el kirchnerismo es un fantasma que ya desapareció. Esa confrontación con el kirchnerismo, que a la Casa Rosada le puede servir para mantener en alto la aceptación popular, podría jugarle en contra a la hora de buscar las inversiones tan deseadas.
«Tenemos un dilema: ¿por qué nos jugaríamos con inversiones si es como plantea el Gobierno, que Cristina mantiene una importante cuota del poder?», plantea la misma fuente empresaria que fue protagonista en IDEA.
«El propio Gobierno la sostiene (a CFK) y pretende que nosotros invirtamos sin que la economía levante», completa el ejecutivo.
En definitiva, los empresarios creen que esa estrategia oficial conlleva costos económicos. Y que a los únicos que se les está reclamando el financiamiento es a las compañías.
Tanto para que no se traslade íntegramente a precios los próximos incrementos salariales como para que sostengan el nivel de empleo aun cuando la actividad sigue pinchada.
Lo que podría sonar una inconsistencia, para el Gobierno no lo es, ya que contiene todo un guiño político en el futuro cercano: que Cambiemos logre un buen resultado electoral, que consolide el poder de la actual administración.
Se sabe, Macri es la opción predilecta del mismo establishment que hoy por hoy mantiene una pulseada con la Casa Rosada. Una típica pelea entre amigos, como dirían en el barrio.
– iProfesional