El sábado 12 de abril en un Teatro del Huerto colmado, Leonardo Sbaraglia junto a Tarrés, abrieron “telón” con una presentación fuera de lo convencional que fusiona actuación con la música en vivo, en donde los signos vitales de la puesta parecen converger en un retrato.
“Nadie conoce toda la amargura de lo que aguarda en el futuro. Y si de pronto apareciera como en un sueño, la negaríamos apartando los ojos de ella. A esto le llamamos esperanza”. Elías Canetti
Con textos de algunos pensadores y escritores como Michael Foucault, Jorge Luis Borges, Primo Levi (resistente antifascista, superviviente del Holocausto), Elías Canetti y César Vallejo, entre otros, se presentó “El territorio del poder”, dedicado a la memoria de Juan Gelman, junto a Leonardo Sbaraglia y el músico y compositor Fernando Tarrés, acompañados por los músicos Damián Bolotín (violín) y Jerónimo Carmona (contrabajo).
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Quiero suponer que mucha gente estaba allí por Leonardo Sbaraglia, un actor de perfil bajo y de talento elevado, muy conocido sobre todo a través del cine argentino (La noche de los lápices, Tango feroz, Caballos salvajes, Plata quemada, Las viudas de los jueves, El corredor nocturno, Días de vinilo, entre tantas) y de la televisión argentina e hispana, consolidado artista que pone el acento en creaciones profundas de personajes complejos. Con su participación, el 22 de mayo se estrena la película “Aire libre”, con Celeste Cid; más tarde, el 14 de agosto se estrena “Relatos salvajes”, un filme con seis relatos, de los cuales actúa en uno que se hizo en Salta; y finalmente, “Choele” filmada en Río Negro, que se va estrenar posiblemente a fines de este año. En uno de sus más recientes trabajos, el film «Red Lights» (Luces rojas, 2012) de Rodrigo Cortés, comparte cartel con Robert De Niro, Sigourney Weaver y Cillian Murphy. Trabaja en teatro, entre otras obras, actuó en «La soledad de los campos de algodón» junto a Alfredo Alcón como director, a quien le dedicó la función del sábado por la noche.
Sbaraglia, con este tipo de teatralidad, intensamente manejada por la palabra y su representación, significado y significante, nos deja desnudos. Él es una voz con imagen -la necesaria construcción que hacemos del relato (no me refiero a narrativa)- que, mientras recorre las páginas como un alter ego del discurso filosófico, nos va dejando expuestos como si – dicho sea de paso- ejerciera el poder de la reflexión en “nosotros”, para trasladarnos hacia una mirada introspectiva de la conciencia. Lo que miramos no es ajeno, es interno. Esa es la sensación. Lo que escuchamos, no es ya a Sbaraglia, sino a nosotros mismos, como si fuese la autoconstrucción de la memoria (no en el sentido ideológico de memoria), del recuerdo de lo que “hemos sido” y de lo que “somos”. Es decir, nos enfrentamos a un esperpéntico ser que habita dentro de cada uno (interpretación muy personal sobre la mirada de lo que experimenté).
Digo, que muchos estaban allí por Sbaraglia, puesto que después del inicio del espectáculo, algunos dejaron de estar. El hondo dramatismo de las imágenes y de los textos es una propuesta que dista mucho del pasatismo y hay que superar lo horroroso para encontrar belleza en el mensaje (no como moralina), puesto que además, las formas usadas por los artistas de esta puesta, son poéticas.
“Masa y poder” de Elías Canetti (escritor y pensador premio Nobel de Literatura) y “Vigilar y castigar” de Michael Foucault, son dos de los textos que reverencian el espectáculo. Foucault es de una amplitud sin igual y su discurso es hasta polémico y el análisis requiere mucha intensidad. Creo que hasta da para el debate, sobre todo en momentos en que se producen en Argentina los linchamientos, puesto que se trataría de uno de los territorios del poder, el hecho de castigar al delincuente; claro, que en este caso no es la Ley sino la Justicia por manos propias. Hay mucha tela para cortar, realmente, a partir de lo que se desprende de esta propuesta fuerte y enigmática, compleja y jugada.
El hombre ha creado sus propios verdugos, vamos construyendo sobre el espectáculo músico-teatral. A lo largo de los siglos, el hombre ha torturado. Este espectáculo da cuenta de una crítica a la humanidad en sus rasgos constitutivos, como seres anhelantes de imposición, castigo y vigilancia y de cómo –incluso- la sociedad a través de ciertas manifestaciones culturales ha obligado a escuchar para silenciar- si es válida la generalización- y como ejemplo tenemos el nazismo. En un sentido más amplio, según lo que se desprende de “El territorio del poder”, el ser humano bajo la excusa de las artes, la religión, la ley, el fútbol, la militarización y la ciencia, ha dado supremacía a la violencia en sus formas más atroces: para creer en Dios, la Inquisición asesinó y mutiló, para impartir Justicia se castiga, para sentirse verdaderamente patriota se festejó el 6 a 0, para “controlar” la esquizofrenia se aniquiló la afectividad y la motricidad a través del electro shock, entre otros ejemplos como parte de un muestrario sobre el terrorismo.
“El territorio del poder” es un retrato de la perfección del horror oculto también en prácticas de sumisión cotidiana. El terrorismo es repudiable y hay manejos oscuros del poder en el trato diario y en técnicas opresivas.
Se puede estar de acuerdo o no con el discurso y el planteo del espectáculo, pero el logro de esta sincrónica y versátil composición, es la adecuación de la música con la palabra y las imágenes, el hilo seguido por Sbaraglia y sus representaciones de personajes con el plus del profundo contenido que emerge como disparador de un análisis y de un diálogo que se tiene que dar en la actualidad, entre los argentinos, entre los seres humanos, para erradicar ciertas prácticas violentas en pos de un mundo posible.
El final es alentador, quizá porque los artistas sean el vínculo necesario para anticipar un debate colectivo que puede manifestarse a nivel personal o grupal; sea como fuese, hay esperanzas, siempre y cuando se deje de lado la oscuridad que hizo sombras en los siglos de existencia. El futuro, es impredecible. ¿Razón o poesía? Quizá sólo senderos de un mismo faro.
– Fotos tomadas por Salta 21
¿Cuál es el territorio del poder? Sbaraglia en Salta, dedicó la función a Alfredo Alcón
Hago mías las palabras de Gustavo escritras en 2014.
Lamento no haberlas leído antes de gastar una fortuna para ver un lamentable espectáculo.
Me sentí estafada, de Foucault nada….
Territorio de poder es———–
podremos observar en la obra teatral del afamado actor Argentino Leonardo Sbaraglia:
Territorio de poder “momentos históricos que marcaron a fuego y sangre el alma y el corazón de la humanidad.
La Alemania naci –Lucha y matanza descarnada en contra del pueblo judío en la época Hitleriana. Dictadura militar: ella desgarró las alas de libertad de palabra y acción a ellas, la palaba y la acción, para sobrevivir debieron emigrar ensangrentadas y temerosas por sus vidas atravesando los aromas pestilentes de la muerte.
Galtieri, Pinochet, Mussolini. Estos militares fueron digamos los dueños de la vida y la muerte en esta época nefasta del mundo.
División de la fe. Lo que da origen a la idea de la doctrina protestante, podemos decir es una corriente de fe afianzada en los valores tradicionales de nuestra fe.
Se diferencia de los católicos por su desobediencia ante la santa sede digamos esta forma diferente de enfocar la fe causo la proliferación de otros enfoque de lo mismo. Asi nace la santa inquisición.
Gran pecado de la iglesia católica apostólica y romana. La obra nos va adentrando en los estragos que le a echo abuso de poder a esta nuestra humanidad.
Esta obra muestra dolor histórico , tambien muestra la lucha de la esperanza por escapar de las aniquiladoras garras de la impunidad de poder.
¿Cuál es el territorio del poder? Sbaraglia en Salta, dedicó la función a Alfredo Alcón
Hola Romina.
Tambien el sábado 12 tuve oportunidad de presenciar «El territorio del poder» en el Teatro del Huerto.
Lamentablemente no pude sacar tus mismas conclusiones en cuanto a lo que me provocó el espectáculo. Claro que estoy muy lejos de ser un critico teatral y estas lineas tienen solo la necesidad de expresar mi sentimiento como público.
Entiendo que las nuevas tendencias del teatro apuntan a integrar actuacion, musica en vivo, efectos audiovisuales, etc y que sin duda Sbaraglia supo expresar muy bien con su voz cada uno de los textos y darles la intencion tan profunda que encerraban cada uno de ellos, pero no dejó de sorprenderme su imágen casi estática detras de un atril LEYENDO cada párrafo, que ya de por sí eran lo suficientemente duros como para que la musica lo acompañara en un dramatismo casi abrumador.
Mas alla de las dificultades de audio que se produjeron en un comienzo, bastante molestas para el oido, pude entender que el mensaje estaba dirigido a calar en el alma del publico, pero para ello, no creo que Sbaraglia tuviera necesidad de cantar ( no siempre tan afinado) una de las canciones en ingles y dos de ellas en castellano. No me parece que sea su fuerte en absoluto. Casi tengo la seguridad que no solamente yo no tuve la necesidad de escucharlo cantar a Leonardo Sbaraglia. Al menos no fue esa la intencion de mi presencia en la sala.
Tampoco dejo de reconocer la armonia con la que fue armado el espectaculo, pero que sin ánimo de ofensas ni de pasar yo por un inofito en el tema, me parecio más un digno espectáculo radial que teatral. La incomodidad del publico demostrada en celulares encendidos enviando mensajes, susurros entre parejas, bostezos de otros, entradas y salidas de la sala de hombres y mujeres, los languidos y escasos aplausos entre uno y otro relato tampoco dejaron de sorprenderme o en todo caso de sentirme identificado casi con el aburrimiento. Grande fue mi sopresa en relacion a todo esto cuando se encendieron las luces del teatro para el saludo final y ver aquellas somnolientas señoritas, despertarse abruptamente para aplaudir de pie tal vez mas estimuladas por una cuestion hormonal ante la sonrisa de Sbaraglia que por la propia emocion trasmitida por sus palabras o por el espectaculo en su conjunto. En fin, un faro que nos ilumino distintos senderos.