En esta primera entrega, leeremos el primer cuento del libro.
Dedicatoria
A mi amigo Carlos Bonduri por su gestión editorial, quién me honró con ésta introducción de su propia pluma:
“La pareja humana es, al igual que el origen de su especie, un profundo misterio. Diría Octavio Paz, hablando de Adán y Eva, que los amantes reviven su historia. Reinventar el amor es reinventar a la pareja original, a los desterrados del Edén, creadores de este mundo y de la historia, pero seguimos presentando el eterno femenino como la contraposición del eterno masculino y esta civilización se encarga de marcar cada vez más “el afuera”.
La mujer no está fuera del hombre. Ser “una sola carne” es ser lo mismo, el mismo ser. La escritura es clara al respecto; la mujer salió del hombre, tiene su misma naturaleza, es parte de él. Siempre el principio femenino estuvo asociado al masculino, lo uno es lo otro por complementación. Es la mujer la que inicia en el conocimiento al hombre con su “desobediencia”, con los ojos cerrados, como él no quería. No le dio tiempo a “tomar del árbol de la vida eterna y vivir para siempre», ya que tengo la seguridad que lo hubiera hecho Eva, no Adán.
Cuenta la leyenda esotérica- dice Miguel Serrano- que Lucifer que tenía una compañera llamada Lilith. Fue la primera mujer de Adán, antes que Eva. ¿Acaso le visitaba por dentro y es la misma Lilith quien, al proyectarse fuera, cambia su nombre? La prueba, o el fatal juego, han consistido en proyectarla, verla allí afuera y olvidarse cómo reincorporarla, en la contemplación de Eva desnuda.
El autor de este libro dice no querer llevar la cuestión tan lejos, que le alcanza con el simple relato de acontecimientos cotidianos y comunes, con una mirada varonil (no machista) de la relación hombre-mujer y con un punto de vista casi comarcana. Pero es imposible adentrarse en este tema sin tocar los arquetipos que subyacen desde la creación misma en relación a la pareja humana, porque allí, en los primeros versículos del Génesis, (libro tomado de otros más antiguos aún) se plantea la cuestión esencial de esta relación, que con el devenir de los siglos, fue pasando por determinados estadios de aceptación sin modificarse lo sustancial: la mutua e inherente necesidad de la procreación, el amor y el vínculo resultante en el hijo.
Leer a Juan Manghera sugiere que el autor, sin proponérselo o tal vez sí, nos muestra donde ha llegado la relación humana en el mundo vacío del consumismo y del particionismo en “yo”, “tú”, “mío”, “tuyo”, que es la resultante de tanto bombardeo mediático y social a aceptar como fuera lo que está adentro desde el día primigenio.
No es la lectura que deba terminar en la anécdota ni en el “¡mira, se parece a mi caso!, porque tú caso y mi caso son “los casos” que deben reconocerse a sí mismos para reencontrar la pareja humana; sin este esfuerzo no es posible la redención.
Y vale decir que no es por imposición doctrinal o decretos que esto se logra; or el contrario, la tan ansiada “búsqueda de ti” mismo que proponen tantas doctrinas esotéricas y religiosas personalistas, fracasan porque no reconocen que Todos somos Uno, y la pareja humana no son Dos, sino Uno. En definitiva no hay afuera, sino “adentro”.
No figura en la currícula de la vida el aprender lo esencial sobre el hombre como para comprender que “el uno” se pierde sin “el otro”, que la determinación de lo alto de hacernos a su imagen y semejanza determina también la sexualidad de los dioses. Y como tales podemos recrear el sagrado misterio de la vida de cada unión. Pero esto no termina allí. La verdadera tarea es descubrir cómo integramos más allá de la sexualidad vacía y el amor retórico. Amar es el fin último, y de eso muy poco sabemos porque asociamos el amor con la vacuidad.
Trascienda la anécdota. Adéntrese y mírese en su pareja. Estos casos no pretenden ser todos los casos y a la vez tienen algo de todo. De nuestra limitación para mirarnos y mirar nuestra pareja, aquella que debemos llevar, inexorablemente “hasta que la muerte nos separe”.
Si le parece un punto de vista nihilista en sus primeros capítulos, verá que el irredento autor reconoce como necesario lo que usted espera que pase un día en su vida para decir que es posible entenderse más allá de la carnalidad.-
Prólogo
Querido Hermano Juan
Tu Editor me ha pedido la gentileza de que escriba algunas ideas a modo de prólogo de tu libro basado en relatos de la convivencia conyugal, tan bien definida como una experiencia de con-yugo, y no puedo menos (en mi calidad de sicoanalista) que disparar algunos conceptos freudianos al respecto.
Lo primero que se me ocurre, como una forma de no interferir tus ideas, sino más bien “acomodar” otras que no entorpezcan la comprensión del fenómeno relacional, es que el matrimonio en su conjunto, oculta de buén grado que los seres humanos no somos criaturas “tiernas” y necesitadas de amor, sino por el contrario, seres en cuyas disposiciones instintivas también debe incluirse una buena porción de agresividad.
Por consiguiente, el prójimo (en este caso su inmediata amada/o-amante) no le representa únicamente un posible colaborador y objeto sexual, sino también un motivo de tentación para satisfacer en él su agresividad, para explotar su capacidad de trabajo sin retribuirla/e (entiéndase explotación doméstica), para aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento (entiéndase violaciones matrimoniales), para humillarlo/a, para ocasionarle sufrimientos, y martirizarlo/a.
Las pasiones instintivas son más poderosas que los intereses racionales. La cultura se ve obligada a realizar múltiples esfuerzos para poner barreras a las tendencias agresivas humanas. No nos agrada oír la innata inclinación de los seres humanos hacia lo malo, a la agresión, a la destrucción y con ello a la crueldad. A esto S. Freud, lo llama “el narcisismo de las pequeñas diferencias”. Si la cultura impone tan pesados sacrificios, no sólo a la sexualidad, sino también a las tendencias agresivas, comprenderemos mejor por qué le resulta tan difícil al matrimonio, alcanzar su felicidad.
Ante estas restricciones y límites propios de la condición humana, dos granitos vivientes en la inmensidad del universo, ¿podrán alcanzar la armonía en la convivencia cotidiana, o éstas serán un enigma de las relaciones humanas íntimas? Lo dejo a tu libre albedrío.-
Con profundo aprecio. Carlos de “Montreal”
PUBLICAR…EXISTIR (PERO NO TANTO)
Les comuniqué a los muchachos la posibilidad de que estos relatos salieran a luz, nacieran a la vida literaria, fueran presentados en sociedad, corporizándose como una realidad. Las reacciones fueron dispares, para lo que resultaba una verdadera alegría, pero, indudablemente, la emoción terminaba en mi persona (yo estaba exultante de alegría), no así, el resto de los “contribuyentes” que empezaron a poner condiciones, incluso, los más osados se referían a ésta única oportunidad, con el signo peso en sus ojitos.
La situación se estaba desmadrando, toda vez, que no podía hacerles entender que se trataba de un gesto de “generosidad” desmedida de un amigo, para materializar lo que eran humildes narraciones “sin ton ni son” de nuestra intimidad de café, simples y desordenadas conversaciones de improvisaciones vespertinas. ¿Qué pasó por la cabeza de los muchachos? Para que de pronto se dispararan sandeces inexplicables, con Victorio a la cabeza, exigiendo aparte del caché, las exigencias de su participación, algo así, los primeros planos para sus intervenciones. Él más recatado del grupo resultó, Carlitos de “Montreal”, quién compartía mi euforia como una “gauchada” de amigo; los otros, mostraron la hilacha, cuando las cosas todavía no estaban cocinadas, peligrando (incluso) que el potencial editorialista, se mandara a mudar.
En realidad, y las razones fueron apareciendo como “punta de ovillo”, la bronca no era con el editorialista (afortunadamente), al que no tenían el gusto de conocer (salvo el suscripto), sino que los celos venían con Walter, que abrió el pico una sola vez, y ya se adjudicó derecho de autor, lo que consideraban una verdadera injusticia para el resto que había puesto en las intervenciones “todo el puchero en la parrilla”. Desde esta óptica, alguna razón los asistía, pero mi intención era salir de estas nimiedades e invitarlo a Carlitos que diga algo sobre los celos y el narcisismo.
Y así lo hizo, sin mediar ruegos (cual era su estilo desprendido) “Los celos no son, como algunos creen ingenuamente, «muestras de amor», sino todo lo contrario, la evidencia de la falta de amor o, como mucho, el cáncer que lo paraliza y destruye lentamente. No importa si los celos son «fundados» o «infundados» (¿dónde está la línea divisoria?), sino su intensidad. Cuanto más fuertes y perturbadores son, más demuestran la condición neurótica del celoso. Pues los celos -como la rabia, el miedo, la envidia, la tristeza, etc.- no son evidentemente sentimientos «causados» por el comportamiento de los demás, sino un síntoma del propio desequilibrio personal frente a tal comportamiento.”
“La predisposición a los celos intensos sólo puede disminuir con la maduración psicológica del individuo y, en su caso, con la ayuda de una psicoterapia psicodinámica, (ya estaba ofreciendo sus servicios) que analizará los motivos específicos de los celos de cada persona y la ayudará a superarlos. Denuncian las carencias infantiles, el narcisismo personal, las inseguridades que menoscaban la autoestima personal, las proyecciones personales que disparan las envidias escondidas, y muy escondidas (consecuencia de todo esto) las venganzas indexadas”. Con estas palabras, tan oportunas, Carlitos, al final de la edición, seguía dando cátedra.
PRESENTACIÓN
Quiero animarlos a la lectura de estos relatos de bar, surgidos de la convivencia (casi cotidiana en la siesta salteña) de un grupo de muchachos mayores y sus charlas (preferentemente) sobre la sexualidad humana y sus diferentes facetas (o digamos entretelones).
Sus protagonistas, seres reales del Círculo del ajedrez, amigos cada uno a su manera, resalta una sana costumbre de reuniones (a veces diarias, otras esporádicas) de cómo se va formalizando una amistad a través de los años.
Los presento:
Hugo, Geólogo y acotado a su escasa estatura, la que suple con un corazón gigante y siempre presente cuando la ocasión lo requiere-.
Carlitos de “Montreal”, hombre cosmopolita, andador del mundo. Sicólogo y conocedor de los entremeses humanos. Medido, equilibrado, sensato, académico, acertado. En este momento, feliz vegetariano y paseador de perros.
Dardo, hombre “golpeado” del grupo y asumido en esa delicada situación; aún así, se declara ferviente defensor de la familia y padre amoroso de sus hijas. Como eran pocos, tuvo con su “adorada” golpeadora, 3 hijas, todas defensoras de la madre biológica.
Victorio, el “engañado” consciente. El que todo lo acepta resignadamente porque cree que es su destino inexorable.
Antonio Di Fresca, el experto indiscutible en sexo, o al menos el que se jacta de saber todo sobre la mujer y un poco más. Fue el primero al que le escuché referirse al placer y sus bemoles (mayores y menores)
El “loro”, que es el socio que se deleita con meter la púa, en abrir heridas que no cicatrizan fácilmente, en meter los dedos en el enchufe para que se haga el “cortocircuito”. Su salud lo tiene a mal traer, por eso le dicen “cepillo de lustra”, entra y sale del cajón.
Walter, abrió la boca una sola vez y ya quedó para la editorial.
Yo, que la voy de oyente-participante, pero que no corto ni pincho en la importancia de los relatos; o sea, puedo ser prescindible.
Los que escuchan sin decir palabra, pero están. Son los orejas de siempre y que consideran al silencio como saludable.
Presentados, los invito a adentrarse en el mundo de estos “bien intencionados” protagonistas.
Los dos caros amigos y el charlatán de turno
Dedicado a mis dos amigos de la Adolescencia
La amistad es una palabra seria cuando no media la intención oportunista. De éstos está poblado el mundo y los intercede la auténtica amistad, tal el caso de Carlos y Hugo, interceptados eventualmente por un charleta de bar, especialista en nadería.
Presentación de los casos
Carlos es el ejemplo, lo perfectible entre lo humano imaginable, sin máculas y de comportamiento intachable. Entiéndase: esposo enamorado, matrimonio visible e insospechablemente feliz, padre realizado de hijos generosamente cariñosos, abuelo pródigo, con el suficiente espacio de libertad conyugal para disfrutar de la compañía matrimonial sin perder el entusiasmo de las iniciativas personales.
Su conversación, fruto del equilibrio que lo desborda, es pausada, calma, precisa, sin errores conceptuales hasta cuando habla de la crisis de los sesenta, que es la edad que frisan estos tres sujetos del mundo. Como Ej. Valgan sus opiniones en una conversación de media mañana sobre lo que les toca vivir a los que superan la tercera edad:
.-“Como lo compruebas crecer tiene sus problemas y a nuestra edad los achaques aparecen y tenemos que tratarlos. Lo evidente es que tenemos que cambiar muchos hábitos y los asados se convierten en una pechuga sin piel, las papas fritas en puré hecho con aceite de oliva, las milanesas de vez en cuando y hechas al horno, la pizza con salsa y un poquito de que queso Light, poca sal, solo un vasito de vino en la comida…. en fin. La otra cosa importante es mover el esqueleto pero éste ya no es lo que era y tenemos que aprender a conocerlo y a respetar sus límites.-“
Toda esta sabiduría, consentida y servicialmente asistida por su bella compañera de dormitorio nupcial, que no es poca correspondencia.
Hugo, ya es la contracara, esa etapa matrimonial en que no se si te quiero, no se me querés o nos quisimos alguna vez, pero ahí está con el aguante a cuesta y sobrellevando a “cualquier precio”, salud mental incluida. Sin reservas plantea, en la casi sobremesa de bar, la vulnerabilidad de las relaciones de pareja mayores, cuando el semihartazgo lleva la mujer a esporádicos abandonos, que a veces toman la característica de prolongadas ausencias.
Se dirige muy convencido a Carlos, confesando: . – “En cuanto a nosotros, vos bien lo defines, venimos de una época muy poco afecta al divorcio, tal vez por que nos inculcaron otros principios o estamos en épocas equivocada, lo real es que después de tantos años de matrimonio, hoy estamos medio mal, en una encrucijada que no sabemos para donde tomar, ella es de carácter fuerte y yo que todavía creo tener hilos para el sexo, no se para donde correr.”.- Como de costumbre Carlos safa con una tocesita indefinida de “con lo ajeno no me meto”.
El hombre reconoce que está todavía para dar pelea, pero no tiene en que, historia repetida en los sesentones de ojitos alegres y que en la casa la patrona “tiró la toalla”. Avatares del deseo y sus destinos que toman a la mujer menospaúsica con ánimos calmados y las aspiraciones lejos de la efervescencia pasionales, en tanto que a sus cónyuges con la artillería sin bajar la guardia. Finaliza sentenciando resignado:.-“… así que estamos en un parate, no se como terminará esto, la joda es que los años se nos vienen y no es bueno que el hombre este solo, así que amigo, en una de esa tenemos que juntarnos para llorar junto o acercar leña a algún otro fogón.”.