Los permanentes ataques al Poder Judicial – y su reciente agudización – denotan una estrategia oficial que pretende debilitarlo para – finalmente – apropiarse de él.
En primer lugar quiero aclarar que no estoy inscripto como participante en la “Carrera de odios”, organizada por el Gobierno Nacional con el claro propósito de dividir la sociedad y arengar a su tropa; recomiendo a la ciudadanía que tampoco se anote, porque una carrera de este tipo culmina frecuentemente con violentos enfrentamientos.
Sin embargo, las últimas expresiones de la Sra. Presidente y sus amanuenses (a propósito del fallo de la CSJN sobre el Consejo de la Magistratura), me impulsan a advertir a la ciudadanía de los riesgos que corremos y hacia donde nos estamos dirigiendo.
Los permanentes ataques al Poder Judicial – y su reciente agudización – denotan una estrategia oficial que pretende debilitarlo para – finalmente – apropiarse de él.
Para lograrlo necesita la anuencia de la sociedad civil; es por este motivo que desde el oficialismo se intenta instalar en la sociedad la sensación de que todos los jueces son corruptos y que, con sus fallos contrarios a los intereses del gobierno, pretenden desestabilizarlo o impedirle gobernar.
Nadie ignora que nuestra Justicia (Federal y local) carece generalmente de imparcialidad, y eficacia. El Poder Judicial es – en efecto – un enfermo tambaleante y raquítico, pero representa el último bastión que nos queda para defender la Constitución y la República.
¡Cuidado argentinos!; es posible que en la próxima parada este tren ya no tenga regreso. Hay una sola manera de frenarlo, y es con COMPROMISO CON LA REPÚBLICA, MILITANCIA CÍVICA Y – FUNDAMENTALMENTE – CON EL VOTO POPULAR.
Nos mantengamos alertas, siendo firmes centinelas de la Constitución y custodios del Estado de Derecho, para poder así “asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad…”
– Tito Tonda
