Ayer y con localidades agotadas, se dio el infantil “La Historia del Gigante”, sala colmada con escuelas del interior y de capital, público variado, papás con sus hijos y seguidores del género. Más tarde, la platea se conmovía con “La idea fija”.
La Historia del Gigante
9 de setiembre -16 hs. Salón Auditórium
Nico, el Gigante, representa al otro, un ser desconocido, diferente, “peligroso” y amenazador. Los titiriteros santafesinos del Grupo La Hormiga, Cecilia Piazza y Diego Percilk, crearon personajes de barrio como el verdulero Cacho, quien sale en su “camionoto” a vender la mercadería: “limón pal riñón”, “pepino pal intestino”, “zanahoria pa su memoria”… y otras yerbas que Doña Hilda, la abuela de Chiqui, le compra. Mamá deja a Chiqui en casa de su abuela y este sale a remontar un barrilete; cuando se le engancha en una antena, sólo el niño Gigante puede ayudarlo bajándoselo de ahí. La anécdota es bien divertida, se emplean buenos recursos sonoros y se toman episodios de la vida para armar una parodia, como la presencia del 
periodista de «TV Uno que informa como ninguno». La población entra en alerta por el Gigante para mostrar el conflicto por los vínculos entre las personas, muchas veces difíciles. Casi siempre, se tiende a reconocer primero las propias necesidades y deseos, como el caso de los adultos de esta historia que no se escuchan entre sí ni atienden los reclamos de los niños, mientras se imponen con sus verdades y razones. La tensión entre esos mundos, entre los unos y los otros, permite plantear una mirada sobre lo diferente. En este caso, Nico es la imagen multiforme de ciertas angustias y conflictos, que se resuelven creando lazos con la criatura. Ese «otro» no era en realidad peligroso, así es que lo monstruoso deja de provocar miedo y rechazo. Hay una visión positiva del ser de otro mundo que deja de lado nuestras obsesiones sobre lo diferente, a partir de un lenguaje sencillo y de dinámicas acciones.
Una Buena obra para niños de 2 a 10 años.
La idea fija
9 de setiembre- 21:30 hs. Sala Juan Carlos Dávalos
Pablo Rotemberg acierta en el mantenimiento de la tensión al límite en esta obra de teatro-danza. Los artistas de C.A.B.A. Vanina García, Rosaura García, Alfonso Barón, Diego Gutiérrez y Juan González se muestran al desnudo sin tapujos y la puesta va al fondo de lo genital, de la violencia, de la mecanización sexual, del sexo por el sexo mismo, pero para cuestionar esta especie de “globalización” robotista de la copulación. Ellas reclaman amor y ellos cumplen la fantasía de mariposear en una boite. La violación salvaje se estetiza en la desnudez pero se potencia en el rechazo y en la 
rabia de quien es sometido: varón o mujer, corren idéntica suerte. No hay erotismo sino cierta obsesión, esa que nos roza a diario a punto de convertirse en “la idea fija”. El autoerotismo es la salida a la soledad, porque después de la fiesta, del goce, del sufrimiento, llega la noche y no hay nadie para abrazar. La búsqueda de la sola satisfacción es un sinsentido. Cuerpos trabajados y danzados, plasticidad y belleza, danzas contemporáneas en una maravillosa combinación con lo teatral, una sintonizada apreciación temática y una gran interpretación, arrojan como resultado un planteo jugado que exige no sólo un entrenamiento físico duro, sino un compromiso actoral con la puesta. La máxima desnudez hace que ya no veamos vaginas y penes, sino seres que muestran su interioridad, la pesada carga que ha provocado la descarga de los instintos. La idea fija no es ya, tener sexo sino, tener alma. Bravo!
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