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jueves, octubre 10, 2024

“Dionisos aut” (El niño del abismo): una concepción nietzscheana sobre el mito

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Lo dionisíaco es base y sostén de todo lo apolíneo. La tragedia per se representa a lo dionisíaco. Caos y oscuridad. Pasión vs. razón. El Rayo representa estas posturas filosófico-literarias en una puesta dorada. Ayer en la Sala Mecano a las 20 hs. en el marco del 9º Circuito Nacional de Teatro Late Alto Salta 2014, el grupo rosarino mostró los principios de la decadencia del mundo occidental. En cierta forma, una concepción política sobre el teatro y una concepción ideológica sobre la vida.

Muchos al verla se habrán preguntado de qué trata la obra. ¿Es necesario reconocer conceptos filosóficos y literarios para comprenderla? El teatro es ante todo un hecho. Surge un conflicto, la pregunta por el ser, y el desenlace tiene consecuencias. Pero el teatro también es imaginación y es intuición. Cuando asistimos al teatro sentimos, vivenciamos y experimentamos cosas. Eso es lo que vale. Es lo puramente dionisíaco. Entonces, para qué anteponer la razón frente a la pasión. No le daremos el gusto – conceptualmente hablando- a Apolo, de pretender racionalizar la obra. No haremos un seminario de “Dionisos aut”. Las imágenes compuestas por el elenco después de un ritual chamánico de iniciación por el que se propone además, un distanciamiento entre el teatro y el público, invitan a sumergirnos en un Olimpo globalizado por la modernidad donde sucede lo dual universal: la lucha entre las fuerzas. Lo aparente pretende ganar a lo esencial. Y lo esencial no es la belleza de la obra sino la vida, en definitiva y usando procesos metonímicos sugeridos a lo largo de “Dionisos aut”: el teatro es vida. El teatro es lo dionisíaco.

Nietzsche llama dionisíaco a la capacidad de dejarse llevar por el instinto y gozar de todo lo terrible de la existencia. Además es lo que escapa a lo normal. Pero eso no es todo. En el contenido de la obra también se abarcan los sentidos diferentes de la palabra Dionisos, y su asociación con la vida o el nacimiento, la muerte y la resurrección. Por ello el paralelismo entre Dionisos y Jesús, pero va más lejos aún y hace hincapié en los “dioses” creados a consecuencia. En esta puesta, gana lo dionisíaco en el impulso creativo desmedido, en la idea de concebir un teatro desmesurado en su inventiva. Dionisos, representa la embriaguez, la vitalidad, lo excesivo, lo impulsivo, lo desbordante. Apolo es su contrario. Nietzsche describe también lo apolíneo como lo racional, lo mesurado, lo reflexivo y lo formal y lo perfecto. De este modo, la decadencia se remonta a la antigüedad, desde entonces padecemos un error dogmático que el filósofo alemán critica: la culpa de todos los males es de la filosofía por inventar un mundo racional, de la religión por crear un mundo religioso y de la moral por concebir un mundo moral; en definitiva, la decadencia del espíritu griego antiguo supuso el triunfo de lo apolíneo sobre lo único real, según Nietzsche, lo dionisíaco.

La obra me sugirió arte en movimiento, una especie de performance art, un montaje en vivo; es en definitiva, una obra distópica, de advertencias, de hacia dónde nos puede llevar la hipocresía, el capitalismo, la religión, el caudillismo, la pérdida del juego y de la alegría, la intelectualidad falsa a favor de los monopolios, la idolatría, los falsos héroes, la traición, la violencia, la falta de música y de arte, la política corrupta.

El dispositivo escénico nos traslada a los orígenes de la civilización, a un mundo mitológico gobernado por dioses en pugna. Lo anteriormente dicho puede ser una hipótesis posible de una puesta que escapa a lo convencional y pasea por un teatro laboratorio. La obra permite hacer “lecturas” de la complejidad visual que instala El Rayo Misterioso.

El filósofo alemán se ha inspirado bastante en Eurípides. La obra tiene internamente múltiples concepciones o puede ser vista como la historia de Dionisos. Pero a modo de conclusión se puede señalar que, no se puede vivir en los extremos, en lo puramente dionisíaco ni en lo apolíneo. Es decir, ver la obra y sentir el placer y la embriaguez del teatro nos debe llevar a pensar y a reflexionar. Podemos hacer inter-cambios.

Los actores Maywa Vargas (Dionisos); Ada Cottu (Tiresias – Bacante); Federico Cuello (Licurgo- “Hades” – Zeus); Carolina Balbi (Sémele – “Apolo” – Bacante); María de los Ángeles Oliver (Cibeles – Bacante) conducidos por Aldo El Jatib (también en dramaturgia), emplean el “body painting”, una forma de body art en que los cuerpos crean arte por sí mismos. Esto permite la transfiguración en seres que componen cuadros mitológicos. Una buena propuesta, de ruptura. Teatro de impacto.

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