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sábado, noviembre 23, 2024

E-book completo: «La inmortalidad de nuestras culturas milenarias»

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En el marco de la Feria Intercultural de la UNSa.,C.E.U.P.O., Comunidad Estudiantil Universitaria de Pueblos Originarios, presentó el libro «La inmortalidad de nuestras culturas milenarias» el dìa 12 de diciembre por la tarde en el Aula B de anatomía de la Facultad de Ciencias de la Salud-UNSa.

Este libro fue realizado con el apoyo de la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio De Educación de la Nación, en el marco del Proyecto: Interculturalidad e inclusión en contextos regionales. Un análisis de las dimensiones vinculadas al ingreso a la universidad en estudiantes indígenas. IV Convocatoria de Redes Interuniversitarias
Secretaría de Políticas Universitarias (RED UNCuyo, UNsa, UNco y Universidad Católica de Temuco, Chile). Res. SPU Nº 1492-10.
Participaron estudiantes universitarios provenientes de los pueblos Colla, Wikyi y Guaraní.

Fragmentos del libro:

EL ORIGEN DE LA PLANTA DE MAÍZ

En los tiempos antiguos (arakae ete) existió una mujer que tenía hijos mellizos (un varón y una mujer). El varón se llamaba kuaray (sol) y la mujer yasi (luna). Los niños traviesos un día se alejaron de la casa para jugar por el monte. Al retornar se extraviaron en una planicie donde paseaba el ñandú tumpa (dios ñandú) que vio en los niños que
podrían ser buenos compañeros para el ñanderu tumpa (dios padre), por lo que en una veloz corrida acometió a los niños y, tomando
impulso, intentó volar. La madre, que salió a buscarlos al escuchar los gritos de los niños, corrió a socorrerlos, llegando hasta el sitio. Sin
embargo la velocidad del ave y su esforzado despegue se impusieron a la voluntad de la madre que solo alcanzó a tomar los dedos
pulgares de los pies de sus hijos, la fuerza y el impulso del ave la arrastró por varios metros antes de iniciar el vuelo. La madre, sin poder hacer nada, quedó en la tierra con lo único que pudo retener en ese momento, la punta de los dedos de los pies de sus niños y sin más
consuelo que ver como el dios ñandú se perdía entre las nubes con los niños.

Al pasar el tiempo, la madre desconsolada tuvo un sueño en el que el ñanderu tumpa (dios padre) le ordenó sembrar en su chaco los
pequeños dedos de los niños. Al día siguiente la madre realizó las tareas que le ordenó el dios padre. Luego de un período de lluvia y sol
brotaron varias plantas altas y delgadas con hojas en forma de lanzas, en las cuales se albergaban unos frutos con granos blancos,
otros amarillos, algunos morados. Con el transcurrir del tiempo estos frutos se convirtieron en la esencia y motivos de la dieta principal de la comunidades guaraníes, que como regalo de dios padre se convirtió también en el centro de las principales celebraciones para practicar el convite y compartir la felicidad entre todos. Es así que los guaraníes
se consideran como los hombres y mujeres del maíz, en las comunidades se vive la cultura del maíz, buscan tierras de maíz, hacen del maíz su dieta principal. Alrededor del maíz gira su vida social y del maíz deriva incluso su prestigio y poder político. Existen documentos
en los antiguos regimientos de indias donde se refieren a los guaraníes de la siguiente forma, “cuando los trojes están llenos de maíz, el indio es orgulloso y arrogante y le tienen sin cuidados los blancos, la opresión o la pena. Si el granero está vacío, es sumiso y desganado».

ASÍ NACIERON LAS LUCIÉRNAGAS

En el mundo de los guaraníes había muchos dioses, pero dos eran los más importantes. Aña era el Dios del mal y Tumpa el Dios del bien. Un día en que el frío era muy fuerte los indios encendieron una fogata y se ubicaron alrededor para conversar.

Aña, al verlos tan unidos, decidió hacer una de sus maldades y comenzó a soplar con furia para apagar la fogata. Entonces intervino
Tumpa. Retuvo las chispitas que se desprendían de las hogueras y les dio vida. Así nacieron las luciérnagas a las que los guaraníes le dieron el nombre de KOROKOCHI.

Los inquietos bichitos comenzaron a revolotear alrededor del sorprendido Aña. Se reían en la propia barba del Aña, encendiendo
su indignación. Pero la fogata se había apagado y los Guaraníes temblaban de frio.

Condolido, Tumpa bajó a la tierra y volvió a encender el fuego. La cordialidad y la paz volvieron a reinar en las tribus.

Desde entonces los bichitos de luz iluminan la noche imitando a las estrellas.

Esto pasó hace mucho tiempo.

– Libro:

http://www.salta21.com/IMG/pdf/LA_INMORTALIDAD_DE_NUESTRAS_CULTURAS_MILENARIAS.pdf

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