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domingo, noviembre 24, 2024

Edad media, esquina porteña

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En la Europa de la edad media, cuando los muros de los castillos comenzaban a desplomarse y los señores feudales ya no sabían cómo justificar tanta concentración de riquezas, tierras, conocimiento y salud en sus manos, la culpa de la miseria era de los miserables.

Los empobrecidos traían la pobreza.

Los enfermos eran portadores de las enfermedades.

Los buscadores de razones eran los socios del demonio y debían, entonces, pagar sus pecados en las hogueras de las siempre listas inquisiciones.

Los permanentemente castigados eran los responsables de las ausencias de respuestas materiales, espirituales e intelectuales.

Cuando el imperio carolingio cayó y las fuerzas del desarrollo económico parieron los Burgos, las ciudades, apareció la necesidad de otro sistema político y social, la democracia.

Los ideales de la libertad, la fraternidad y la igualdad amanecieron al mundo como promesa de un futuro de rostro definitivamente humano.

Pero la humanidad se ha encargado de demostrarse a sí misma que su evolución no es una línea recta permanente.

Al contrario.

Sin embargo, las idas y vueltas del progreso dejaron siempre la sensación que aquella etapa oscura de la experiencia humana había quedado sepultada bajo los escombros del último muro del último castillo feudal.

Tampoco es así.

Los fantasmas de la inquisición están vivos en la ciudad más importante de la Argentina.

Los habitantes de los castillos contemporáneos vuelven a culpar a las víctimas del sistema de exclusión que ellos mismos hacen medrar hasta la obscenidad.

La información dice que “la Cámara del Crimen confirmó el procesamiento de un «limpiavidrios» de automóviles en la vía pública por amenazas a conductores que rechazaban sus servicios. La medida fue dispuesta por la Sala Primera de la Cámara, con las firmas de los jueces Jorge Rimondi, Alfredo Barbarosch y Luis Bunge Campos, quienes ratificaron el fallo contra el acusado, que irá a juicio oral”, apuntaban los medios.

Por otro lado, desde el Juzgado de Instrucción Nº 2 de Morón, a cargo de Antonio Mele, lo nuevo fue la condena a cuatro «cuidacoches» -o «trapitos»– a una pena de diez días de cárcel “por extorsionar, amenazar y agredir a una automovilista en Castelar. El hecho ocurrió el pasado 8 de septiembre, y en menos de un mes y medio la Justicia logró determinar la culpabilidad de los imputados por grabaciones de las cámaras de seguridad de la zona y declaraciones de los testigos”, relataba la crónica periodística.

Procesos y condenas que llevan a la práctica el viejo pensamiento de la edad media y la inquisición.

Lo peor de la sociedad está entre sus excluidos.

Por eso el gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires, en manos del Señor Mauricio, insiste en un proyecto de ley que permita encarcelar a los “limpiavidrios” y “trapitos”, porque –en definitiva- desde las alturas de sus feudos piensan que el trabajo informal no es consecuencia de un sistema social injusto sino de una deliberada maldad producida por los empobrecidos que se niegan a morir sin chistar.

Postales de una nueva situación de la historia humana, donde se cruzan las avenidas siempre transitadas del pensamiento de la edad media y la realidad política de la ciudad porteña.

– Por Carlos del Frade – Pelota de trapo

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