Qué tristeza este 1° de Mayo, ver a la clase obrera tan dispersa, tan dividida.
Ni hablar de aquellos que desde sus puestos de burócratas políticos o sindicales, guían a los trabajadores a las garras de sus verdugos, los patrones. Ver a los Caló, los Gerardo Martínez o los Yasky arriar a su tropa detrás de este gobierno que después de 10 años ha dejado el promedio salarial por debajo de la mitad de la canasta familiar, o al “combativo” Moyano conmemorar nuestra fecha con De La Sota… Da asco
Pero creo que más duele la actitud de los que decimos defender los intereses de la clase obrera y luchar por su independencia política con perspectivas de poder. En la fecha más importante para los trabajadores, se multiplican los actos recordatorios, remarcando la dispersión que atenta contra nuestros objetivos de emancipación política y social. Remarcando, en definitiva, cuánto influye la cultura burguesa, cuánto atraviesa nuestras acciones, que derivan en el sectarismo que nos caracteriza. De esta forma demostramos que los intereses personalistas están por encima de los intereses del conjunto
Precario homenaje le hacemos a aquellos mártires que dieron su vida en Chicago en 1886, que en aquél entonces, luchaban por 8 horas de trabajo. “8 horas para trabajar, 8 horas para dormir, 8 horas para el esparcimiento” era el lema. Qué lejos estamos de Spies, Parson, Engel, Fischer, Lingg, qué lejos estamos del Congreso Obrero Socialista que tres años después de sus asesinatos llevados a cabo por la “justicia” yanqui proclamó el 1 de Mayo como fecha internacional de los trabajadores en su homenaje
Qué lejos estamos de aquella frase pronunciada por Marx como premisa fundamental para encarar la lucha por la emancipación de nuestra clase:
“Proletarios del mundo, UNÍOS”
Mientras tanto, los burgueses, los patrones, siguen muy tranquilos sosteniendo el sistema que les hace gozar de la vida sólo a ellos, a costa del sacrificio que hacemos nosotros
– Por Gustavo Robles
Estas fueron las últimsas palabras que los obreros ajusticiados injustamente en Chicago en 1886 dijeron antes de morir:
August Spies, nacido en Alemania en 1855, era un orador ardiente:
«Hemos explicado al pueblo sus condiciones y relaciones sociales. Hemos dicho que el sistema del salario, como forma específica del desenvolvimiento social, habría de dejar paso, por necesidad lógica, a formas más elevadas de civilización. Al dirigirme a este tribunal lo hago como representante de una clase enfrente de los de otra clase enemiga. Podéis sentenciarme, pero al menos que se sepa que en Illinois ocho hombres fueron sentenciados a muerte por creer en un bienestar futuro, por no perder la fe en el último triunfo de la Libertad y la Justicia». Y concluyó con estas palabras: «¡Mi defensa es vuestra acusación! Las causas de mis supuestos crímenes: ¡vuestra historia! (…) Ya he expuesto mis ideas. Constituyen parte de mi mismo y si pensáis que habréis de aniquilar estas ideas, que día a día ganan más y más terreno, (…) si una vez más ustedes imponen la pena de muerte por atreverse a decir la verdad y los reto a mostrarnos cuándo hemos mentido digo, si la muerte es la pena por declarar la verdad, pues pagaré con orgullo y desafío el alto precio! ¡Llamen al verdugo!»
Alberto Parsons, nacido en EEUU en 1848:
«Yo como trabajador he expuesto lo que creía justos clamores de la clase obrera, he defendido su derecho a la libertad y a disponer del trabajo y de los frutos del trabajo. Yo creo que los representantes de los millonarios de Chicago organizados os reclama nuestra inmediata extinción por medio de una muerte ignominiosa. ¿Y qué justicia es la vuestra? Este proceso se ha iniciado y se ha seguido contra nosotros, inspirado por los capitalistas, por los que creen que el pueblo no tiene más que un derecho y un deber, el de la obediencia. El capital es el sobrante acumulado del trabajo, es el producto del trabajo. La función del capital se reduce actualmente a apropiarse y confiscar para su uso exclusivo y su beneficio el sobrante del trabajo de los que crean toda la riqueza. El sistema capitalista está amparado por la ley, y de hecho la ley y el capital son una misma cosa. ¿Creéis que la guerra social se acabará estrangulándonos bárbaramente? ¡Ah no! Sobre vuestro veredicto quedará el del pueblo americano y el del mundo entero. Quedará el veredicto popular para decir que la guerra social no ha terminado por tan poca cosa.»
Jorge Engel, nacido en Alemania en 1836:
«¿Por qué razón se me acusa de asesino? Por la misma que tuve que abandonar Alemania, por la pobreza, por la miseria de la clase trabajadora. Sólo por la fuerza podrán emanciparse los trabajadores, de acuerdo con lo que la historia enseña. ¿En que consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones otros caen en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizados en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de la naturaleza, y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, la libertad, el bienestar. Yo no combato individualmente a los capitalistas; combato el sistema que da privilegio. Mi más ardiente deseo es que los trabajadores sepan quienes son sus enemigos y sus amigos.»
Adolfo Fischer, nacido en Alemania en 1857:
«En todas las épocas, cuando la situación del pueblo ha llegado a un punto tal que una gran parte se queja de las injusticias existentes, la clase poseedora responde que las censuras son infundadas, y atribuye el descontento a la influencia de ambiciosos agitadores. La historia se repite. En todo tiempo los poderosos han creído que las ideas de pro se abandonarían con la supresión de algunos agitadores; hoy la burguesía cree detener el movimiento de las reivindicaciones proletarias por el sacrificio de algunos de sus defensores. Pero aunque los obstáculos que se opongan al progreso parezcan insuperables, siempre han sido vencidos, y esta vez no constituirán una excepción a la regla. Este veredicto es un golpe de muerte a la libertad de prensa, a la libertad de pensamiento, a la libertad de la palabra en este país. El pueblo tomará nota de ello. Si yo he de ser ahorcado por profesar las ideas anarquistas, por mi amor a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, entonces no tengo nada que objetar. Si la muerte es la pena correlativa a nuestra ardiente pasión por la libertad de la especie humana, entonces, yo les digo muy alto, disponed de mi vida.»
Luis Lingg, nacido en Alemania en 1864:
«Para nosotros la tendencia del progreso es la del anarquismo, esto es la sociedad libre sin clases ni gobernantes, una sociedad de soberanos, en la que la libertad y la igualdad económica de todos producirían un equilibrio estable con bases y condición del orden natural». (…) «Me concedéis, después de condenarme a muerte, la libertad de pronunciar mi último discurso. Me acusáis de despreciar la ley y el orden. ¿Y qué significan la ley y el orden? Yo repito que soy enemigo del orden actual y repito también que lo combatiré con todas mis fuerzas mientras tenga aliento para respirar… Os desprecio; desprecio vuestro orden, vuestras leyes, vuestra fuerza, vuestra autoridad. ¡AHORCADME!”