Hoy en día que tanta polémica y discordia causa el tema de los robos por parte de los denominados chorros resulta atractivo contrastar a estos sujetos del mal con la figura bíblica del “buen ladrón”. Dice la escritura santa de los cristianos que el hombre Dios fue crucificado junto a dos ladrones, uno a su izquierda y el otro a la derecha (Mc17, 27s. y Lc 23, 39-43).
El Buen Ladrón, Dimas, crucificado a la derecha del Cristo, fue el primer santo de la Historia y un caso único, “canonizado” por el mismo Jesús.
–Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.
–En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso.
Reconoció a Jesús como Hijo de Dios y obtuvo de Él una promesa que no hizo a nadie más, la de abrirle las puertas del Cielo antes incluso que a los grandes patriarcas y profetas del Antiguo Testamento, a quienes el Hombre-Dios acudió a buscar al limbo de los justos tras obrar la Redención.
Eso hace del Buen Ladrón una figura irrepetible, especial y primordial en el conjunto de los santos y cristianos en general y de hecho no deja de llamar la atención el contenido doctrinario de este relato a cualquier persona. Y si se piensa que esta es una actitud de la divinidad ante un hombre que causó tanto daño, aumenta exponencialmente la dosis de asombro.
Asociando este hecho de la Biblia a la realidad que se vive en el presente se puede decir que la conversión de un ladrón conlleva un gran privilegio ante los ojos del Dios cristiano y del mismo mundo cristiano y causa una especie de incomodidad ante cualquier confeso o no.
¿Por qué este acto de tanta bondad ante un reo ladrón que reconoce a Jesús como Dios y que en definitiva es el reconocimiento del mismo Dios? Se podría ensayar una repuesta lógica y sencilla. La verdad es que cuanto mayor es el mal causado mayor es el bien necesario para remediarlo. Es una ley natural. No hay nada de extraordinario y menos aún de mágico o milagroso. A esto se suma la reflexión que si se ve tanto mal a diario, ¡cuánto bien se necesita para revertirlo! Entonces se vislumbra una gran tarea donde muchos tendrán que arremangarse las mangas y ponerse manos a la obra….sobre todo aquellos que se identifican como seguidores del Cristo.
Finalmente se puede agregar que el ladrón conlleva una gran posibilidad de ser un privilegiado ante el mismo Dios. Solo hay que reconocerlo con todo lo que eso significa y sobre todo la cuestión de entrar en la bondad de lo divino. Es decir ser buenos y hacer el bien por la misma inspiración divina. ¿Qué cosa, no?
– Hugo Luis Daher