Los tiempos electorales azuzan a la derecha a practicar formas sin límites de agresión personal, que tienen por destinatario, inexorablemente, a los mandatarios nacionales (casi siempre a la Presidenta y su entorno). Las agresiones rondan, recurrentemente, la modalidad inclusiva del modelo KIchnerista, con ataques dirigidos a las asignaciones sociales de protección a sectores vulnerables.
Es muy difícil desentrañar este repudio de las clases acomodadas hacia los sectores de ostensible fragilidad y que, necesariamente, se deben apoyar en el amparo estatal (perentoriamente NO HAY OTRA). Se acepta con más naturalidad la dádiva eclesial, porque pone a estos sectores en la “actuación”=teatro de sus culpas reprimidas, todo un atavismo heredado del feudalismo eclesial hispánico. Dar lo que les sobra (lo que no les sirve) los tranquiliza más que una acción programática del Estado (función prescindente del Estado) , que pondría a estos marginados en igualdad de dignidad e incluso en la posibilidad de que con esos “magros” ingresos, equiparen algunos consumos deseables (Al decir de mi compañera Blanquita: “Sí a ellos no les falta, qué les molesta. No pueden ser tan mezquinos”).
En una anterior, comentaba la tremenda felicidad que me provocó observar, en una fecha festiva, como los “cabecitas negras”, se amontonaban en la panadería a dar cuenta de los pan de navidad, recién salidos. Por supuesto, con las caras “despreciativas” de la gente bien que tienen tirria a estos contactos populares, en donde se visibiliza el temor patológico a un ascenso de los sectores postergados, a pesar de ser los más beneficiados en este ascenso social. Lo más importante no es el progreso personal sino mantener la distancia, ya que sienten imperiosidad de diferenciarse de los pobres. Lo paradójico es que defienden políticas económicas que otrora los sumergieron en ostensibles dificultades materiales de visible empobrecimiento.
De la otra cara de este contra sentido, el kirchnerismo generó una amplia clase media próspera que se siente amenazada por las políticas que le dieron prosperidad (el síndrome de la inseguridad). Se trata de un problema recurrente en la historia argentina. Lo mismo le sucedió al primer peronismo, que creó una gran clase media que terminó cooptada (reclutada) por el antiperonismo. Y volvió a suceder con el golpe del ’76, cuando muchos medianos y pequeños empresarios que pasaban por una situación floreciente respaldaron al golpe militar que los hizo quebrar en masa con las políticas de José Alfredo Martínez de Hoz.
LAS PARADOJAS
Una paradoja (Wikipedia) es una idea extraña opuesta a lo que se considera verdadero o a la opinión general. También se considera paradoja a una proposición en apariencia falsa o que infringe el sentido común, pero no conlleva una contradicción lógica, en contraposición a un sofisma que solo aparenta ser un razonamiento verdadero. En retórica, es una figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que implican contradicción (opuestos).
Lo curioso es que estos estados paradojales instalan una neurosis de clase donde expresan en sus conductas, bajezas insoslayables de violencia (agresividades diversas). La idea es que hay violencia en las relaciones sociales, entre las clases sociales, que se traduce en procesos de descalificación, desvalorización, justamente en función de estas maneras de ser y de hacer. Cuando hablamos de “neurosis de clase” caracterizamos un cuadro clínico que describe la sintomatología de los individuos que cambian de posición en la estructura de clases. La descripción de ese cuadro clínico permite aclarar el papel respectivo que juegan los factores psicosexuales y los factores sociales en la génesis y el desarrollo de este tipo de neurosis.
Según el sociólogo Vincent de Gaulejac: “Todo individuo que cambia de clase social vive un conflicto entre su identidad heredada (identidad de origen que le confiere su medio familiar) y su identidad adquirida (la que va construyendo en el transcurso de su trayectoria)” y sigue: “Los complejos de inferioridad y superioridad existen y, en parte, están muy ligadas a problemáticas sociales. La distancia entre ricos y pobres crece cada vez más, entonces no hay que creer que porque las clases sociales ya no son tan fácilmente identificables no es por eso que han desaparecido las relaciones de dominación y la dimensión social y simbólicas que esas relaciones de superiores e inferiores, clases altas y bajas, la gente bien educada y mal educada sigue existiendo”.
Estamos, taxativamente, frente a dos concepciones de vida, en la cual el individualismo capitalista, representa una cosmovisión mezquina/fragmentada/compacta/para unos pocos y entre esos pocos se envidian salvajemente y se odian subrepticiamente. Por supuesto que el modelo Kichnerista no es igualitario ni pretende serlo, pero aspira cada vez a mayor inclusión, en el cual es un temor estúpido creer que las clases sociales se homologaran y equilibrarán. Hasta en el más prolijo socialismo perdura la diferencia y las disimetrías. De ahí, el carácter morboso de suponer la liviandad de las asignaciones y el destinatario obsceno de las mismas, imaginando que produce “vagos” incalificables y, no el suponer que la dignidad no se regala. Nadie elige ser vago cuando tiene una oportunidad de vida. .
Estos sectores sociales son, exageradamente, estrictos con estos aportes sociales, aludiendo que le extraen de sus propias entrañas (Anses), siendo complacientes cuando dichas retenciones son realizadas, en forma inmoderada y arbitraria, por las empresas transnacionales (Los Bancos y el desembozado lavado de dinero), actitud que avala las paradojas del argumento central.
En definitiva, dificulto que nuestra sociedad cambie a corto plazo esta manera tan intestinal de observar la realidad de las clases, mientras tanto tendrán que venir nuevas generaciones de jóvenes, que no les incomode tanto la inclusión de sus pares y acepten (sin tantos reparos) a la democracia (real) y a las oportunidades colectivas.-