Los medios muestran al impresentable Presidente de estos fatídicos tiempos actuales, mostrarse (sobre todo) en la pantalla televisiva, enunciando medidas antipopulares como caminos imprescindibles e irrenunciables, para la reorientación de un País sin rumbo.
Años atrás me tocó compartir, accidentalmente, un diálogo con un ex Legislador radical (fallecido), respuesta que me dejó una marca de aprendizaje imborrable. Son esos recuerdos que se registran como instructivos. La situación social contingente me mordía una ingenua curiosidad. “Legislador (con el que no tenía absoluta amistad): ¿cómo puede soportar tantos insultos públicos, tanto rechazo de la gente común?”. No se inmutó ni un ápice y con total serenidad (y por qué no, frialdad) me contestó. “Sabe que pasa amigo (dirigiéndose al otro interlocutor, que era de su confianza) la política nos endurece el rostro, nos hace impermeables a la desgracia común” (sic).
Yo quedé perplejo, mientras el Legislador esbozaba una mueca de sonrisa. Esto llevado al lenguaje corriente, se traduce, por lo general (digamos siempre): La preocupación de la gente nos importa un ¡Carajo! Nada más cercano a los tiempos presentes, con el agravante de que hoy la Prensa (general) es hegemónica en la manipulación de las masas y la determinación de la opinión pública, al extremo que los mismos formadores sostienen que somos-pensamos y actuamos lo que nos inculcan los Medios Masivos de comunicación.
Esto está palpable en la indiferencia con que se toman las medidas criminales de gobernabilidad. Los medios muestran al impresentable Presidente de estos fatídicos tiempos actuales, mostrarse (sobre todo) en la pantalla televisiva, enunciando medidas antipopulares como caminos imprescindibles e irrenunciables, para la reorientación de un país sin rumbo. Medidas consideradas únicas y precisas para retomar el rumbo de la “normalidad”.
Lo cierto es que esta supuesta regularidad, deja en esa apretada visión, en el desamparo a miles pero miles de trabajadores desocupados, lo que (en la realidad) compromete a grupos familiares. Son familias las que quedan en la orfandad social. Aquí está la callosidad de estos personajes, que tienen una visión técnica de sus funciones en fríos números que cierran o no cierran. Los comunes que convivimos con seres humanos, con ciudadanos que son nuestros prójimos, nuestros hermanos con quienes cohabitamos como seres humanos de carne y hueso, con nombre de pila, nos conmociona, agravado por el caradurismo del Primer mandatario, escondido en un discurso mentiroso de predicador embustero. Doble gravedad, cuando este planificado engatusamiento tiene la aprobación de amplios sectores de la clase trabajadora (sus potenciales electores), que nos hacen dudar de nuestro convencimiento.
LOS EFECTOS DE LA DESOCUPACIÓN
El fenómeno de la desocupación no es un mal menor. Socialmente, es el más agudo estigma de una comunidad organizada, con específicos síntomas de deterioro individual y familiar. Veamos sus efectos globales:
El trabajo, no solo nos aporta un nivel económico o salarial, sino que también podemos considerarlo como una fuente de bienestar y equilibrio psicológico y/o social. Siendo un factor importante en nuestra identidad personal, la identidad profesional.
Cuando una persona busca empleo por primera vez o ha trabajado durante años y repentinamente se encuentra en una situación de desempleo, puede llegar a experimentar una serie de repercusiones emocionales, psicológicas y sociales. Las personas desempleadas corren el riesgo de sufrir problemas sicológicos, tales como la depresión/ansiedad/síntomas sicosomáticos/bajo bienestar e intensos problemas de autoestima. En el caso de los adultos (jefe de familia) pasan, en general, por varias fases ante un despido. Primero experimentan un shock, se sienten sorprendidos por la noticia, desorientados y tienen miedo. Después, creen estar de vacaciones , pues aún no han interiorizado que están desempleados, lo perciben como una situación temporal y, a menudo, se dedican a hacer arreglos en la vivienda durante un tiempo o a hacer aquellas cosas que nunca tuvieron tiempo de llevar a cabo. Pero llega un punto en el que tienen la necesidad de buscar trabajo y, ante los repetidos fracasos, se sienten ansiosos e irritables, una fase que puede durar varios meses y que puede derivar en distintos trastornos emocionales y psicofisiológicos (trastornos del sueño/ de la alimentación/ episodios depresivos y trastornos de ansiedad). Viví de cerca esta tragedia laboral, en la humanidad de mi hermano, quién en un momento se echó al abandono y bajó la guardia, etapa crucial, por cuanto los empieza a rondar la idea de suicidio.
Retomo la responsabilidad del gobernante y las expresiones de un contador amigo, quién sostiene que la gente (los argentinos) están acostumbrados a “siempre recibir”, todo lo esperan del mandamás, a lo cual le respondí, que no se trata de pasividad patológica, sino de Políticas sociales de oportunidades. Las personas heredan lo que maman y puede persistir una conducta “aprendida” familiar de esperar la dádiva (como por ej. Las familias que se eternizan como funcionarios, recibiendo de sus mayores estos privilegios), pero en el común de los normales, de los terráqueos, lo que se espera es una gama de opciones: educativas/sanitarias/laborales/habitacionales, etc. Aquellos políticos que gobiernan para intereses de clases acomodadas (y no para la mayoría popular), tienen que sostener el embuste con excesiva participación mediática y un discurso etéreo, que enmascare sus intenciones. A la larga, sus rostros incorporarán el lenguaje corriente de los “caras rotas” y miran como el Legislador fallecido: “El rostro se va acomodando a nuestras desfachateces”.