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domingo, noviembre 24, 2024

El desopilante cruce entre un profesor y una actriz que explica por qué la escuela enseña cada vez peor

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En un programa de la TV española, chocaron de frente las modernas teorías pedagógicas con el sentido común y la experiencia. Una imperdible lección sobre espíritu crítico y aprendizaje

En momentos en que en nuestro país, una evaluación nacional pone en evidencia las grandes fallas de formación de los estudiantes de primaria y secundaria, es bueno recordar que una de las causas principales es el facilismo educativo que se ha ido instalando al ritmo de nuevas teorías educativas. Fue el tema de un debate imperdible en la TV española porque, cabe señalar, este no es un problema exclusivo de Argentina.

Eva Hache es una actriz y presentadora de televisión de España que, invitada al programa de entrevistas Chester in Love que conduce Risto Mejide, estaba defendiendo el abandono de las calificaciones en la escuela.

El entrevistador ironizaba un poco acerca del nuevo estilo de calificar no con notas sino con eufemismos del tipo «progresa adecuadamente». «A mí me ponían un 4 o un ‘insuficiente’ y ya», dijo.

Esto le dio pie a Eva Hache para exponer la vulgata del pedagogismo actual: que la educación debe desarrollar el espíritu crítico, formar adultos que se rebelen contra el sistema, etcétera. «Queremos que los adultos no sean sumisos -argumentaba Eva Hache-, que sean originales, que luchen por sus derechos, en cambio a los niños les estamos enseñando que tienen que hacer lo que les digan… ¿Cómo puedes esperar que luego sean adultos capaces de rebelarse ante una injusticia, capaces de pensar por sí mismos? Estamos creando esclavos».

Fue entonces cuando el conductor del programa le sugirió pedir la opinión de un docente e hizo su entrada en el estudio el profesor de matemáticas, ya retirado, Ricardo Moreno.

Éste fue directo al grano: «Yo creo que nuestro sistema educativo se basa en el engaño, porque nunca habla ni del esfuerzo, ni del trabajo, ni del conocimiento. Lo envuelven en destrezas, espíritu crítico, creatividad; pero el espíritu crítico sin conocimiento es charlatanería. Un fanático es un ignorante lleno de espíritu crítico, no hay obra de arte que no tenga dedicadas muchas horas de estudio y conocimiento y al conocimiento se llega con el esfuerzo y con el ejercicio de la memoria, tan denostada hoy (…). Lo importante es estar motivado, estar contentos, ser felices, y (los alumnos) se lo creen (…) pero los están engañando».

Contó a continuación que él les preguntaba a sus alumnos a modo de ejemplo, quién les hacía la comida: «¿Tu madre? ¿Todos los días o sólo cuando está motivada para hacerlo? Pues tú tienes que hacer la tarea todos los días estés motivado o no. Primero tienes que aprender por obligación, luego le cogerás gusto; yo la asignatura que me llevé fue matemáticas. A fuerza de estudiarla sin ganas, terminé cogiéndole el gusto».

Un argumento muy usado por la moderna pedagogía es el de la creatividad, que por alguna inexplicable razón creen incompatible con todo estudio sistemático, desarrollado en un marco de disciplina. En palabras del profesor español: «Toda cosa por muy creativa que sea tiene su rutina; un buen pianista pasa muchas horas haciendo escalas, un buen matemático tiene que hacer muchas veces ejercicios rutinarios para interiorizar ciertas rutinas de cálculo. Y para escribir bien tienes que hacer muchos dictados».

El otro latiguillo es el de la «motivación». El maestro tiene que ser una suerte de animador, para entretener a los chicos y atraer su atención, no aburrirlos, y demás.

«Yo puedo no tener ganas de preparar la comida a mis hijos pero lo hago -replicó a esto el profesor-. Si estuviera solo, me preparo un bocadillo de anchoas y lo como mirando la televisión con los pies sobre la mesa».

A lo que Eva Hache replicó: «¿Y por qué no algún día preparar un bocadillo y poner los pies sobre la mesa?»

«Pues porque si tú pones los pies en la mesa un poquitín, el niño pone una pataza así (gesto con las manos), peluda, fea, (…); cualquier cosa que tú hagas ellos la van a multiplicar por diez», respondió Moreno y remató: «El niño lo que necesita es que le pongas límites».

«¿Dónde ha quedado el espíritu crítico del alumno entonces?«, preguntó Mejide.

«No tienes más que leer las puertas de los retretes de los institutos -fue la hilarante respuesta del profesor Moreno-. Es un órgano de libre expresión que ni en el peor momento del franquismo estuvo censurado. Pero es que el espíritu crítico no quita que tengas que cumplir una obligación…»

Eva Hache contraatacó: «En lo que para nada estoy de acuerdo es en que tu misión es poner al alumno firme; no, porque lo que el alumno tiene que hacer es tener curiosidad por aprender y trabajar contigo», aludiendo a otra parte esencial del nuevo credo pedagógico: el niño construye su propio saber; tiene dentro suyo los conocimientos que el maestro sólo debe dejar brotar como el agua de una fuente…

«Al niño hay que enseñarle lo que no sabe -sentenció en cambio, con toda lógica, Moreno-. La manía de que ‘el niño tiene que descubrir por sí mismo’ es una barbaridad».

Y señaló que las matemáticas son un terreno en el cual eso es muy evidente. «Cuando te lo cuentan [por ejemplo, un teorema], dices ‘claro, es sentido común, no podía ser de otra manera’. Sí pero la manera tardó siglos».

Contó que una ex alumna le dijo: «Mire profe, usted hacía muy bien, nos trataba como si fuéramos tontas». Y él: «No es que seáis tontas, pero es que por muy listas que seáis no vais a descubrir lo que la humanidad tardó siglos… ¿Cómo van a descubrir el cálculo infinitesimal que tardó dos mil años en gestarse?»

Es que el sentido común está ausente de la moderna teoría pedagógica que parece ignorar que lo que diferencia esencialmente al hombre del animal no es la bípeda estación sino la capacidad de acumular conocimiento y transmitirlo a su prole. Un perro, por más entrenado que esté, no podrá transmitir a su cría lo que sabe. Con el cachorro hay que empezar de nuevo. Pues bien, la pedagogía moderna niega ese rasgo distintivo de la condición humana; pretende que el niño solo trace su trayecto educativo, que espontáneamente busque el conocimiento y aprenda sólo aquello que le genera curiosidad. De este modo, priva a los niños, en la edad en la que mayor capacidad de aprendizaje tienen, de una gran cantidad de conocimientos que, en algunos casos serán útiles en sí mismos y en otros como gimnasia intelectual que los entrena para adquirir otros.

Y quienes argumentan que los maestros deben formar gente que luche por sus derechos, deberían preguntarse cómo es que de la escuela tradicional han salido tantos rebeldes… Tal vez crean que Nelson Mandela, el hombre que derrotó un sistema (el apartheid), se educó en una escuela donde le enseñaron rebelión, lucha armada, boicot y vida clandestina, y no en la universidad supremacista blanca donde lo formaron como abogado. Armado con ese título, sin embargo, salió a la vida y a la realidad: no le tomó mucho tiempo descubrir las injusticias que antes no sentía. Pero sin esa formación de abogado, lo demás no hubiera tenido lugar.

Recientemente, en el marco del debate por el conflicto docente, se produjo un hecho bastante inédito: una maestra –Nora Biaggio– cuestionó en TV el vaciamiento de los programas, los contenidos cada vez más pobres y la imposición a los maestros de hacer pasar de grado incluso a los alumnos que no han adquirido los conocimientos necesarios para ello. Es esperanzador.

La escuela está para brindar conocimientos, muchos, la mayor cantidad posible. Para transmitirle al niño el acervo de la humanidad; privarlo de eso es una estafa, un engaño, como dice el profesor Ricardo Moreno.

– Infobae

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