Una de las mejores batutas del país.
Salta, jueves 18 de octubre de 2012. Teatro Provincial. Solista: Milton Masciadri (contrabajo). Orquesta Sinfónica de Salta. Director Invitado: Maestro Guillermo Scarabino. Pompa y Circunstancia op.39 marcha nº 1 de Edward Elgar (1857-1934). Kol Nidrei op. 47 de Max Bruch (1838-1920). Tarantella de Giovanni Bottesini (1821-1889). Sinfonía nº 4 en fa menor op. 36 de Piotr Ilyich Chaicovsqui (1840-1893).
Entre 1901 y 1930 el compositor inglés Edward Elgar escribió cinco marchas de las cuales, al menos en nuestro país, la más conocida es la primera, que se usó luego durante la coronación del Rey Eduardo VII a principios del siglo XX con un texto titulado “Tierra de Gloria y Esperanza”. Se ejecuta, desde esos tiempos, en desfiles de la realeza, en ceremonias varias e incluso como pomposa marcha nupcial. Tiene dos partes, la estrictamente impulsora del boato de esos acontecimientos y también una sección más melódica aunque sin perder el pulso vigoroso de su intencionalidad. Es oportuno señalar que en Salta es la primera vez que se oye en sala de conciertos y fue dicha con notable lucimiento.
Luego apareció el conocido solista de contrabajo Milton Masciadri en su nueva visita a nuestra ciudad. Es un virtuoso de su instrumento y entregó el sentimiento religioso del Kol Nidrei de Bruch basado en melodías populares hebreas. Se trata de una declaración a veces recitada y otras, cantada que abre posibilidades a todos los judíos para acercarse, aún cuando hayan transgredido la ley, al importantísimo Día del Perdón y Arrepentimiento. Masciadri con su técnica irreprochable, su sonido terso, afinado, obteniendo lo mejor del timbre central de su instrumento, jerarquizó una ejecución de alto nivel a pesar de alguna breve y observable escala ascendente. Luego repitió la Tarantella de Bottesini -la tocó en su lejana última visita- que si bien no tiene el vigoroso tempo de esta pieza italiana cuando se trata de una manifestación popular, fue dicha con sutil expresión de solista y orquesta.
La vida es muchas cosas. Entre ellas está la belleza del arte, en este caso la mas completa: la música, que por supuesto no es un lujo sino, como ya está demostrado hace muchísimos años, es una necesidad humana, como el aire que respiramos o el agua que bebemos. Hacerla bien, sin duda, es mejor que hacerla mal, aunque no falta la oportunidad en que aún no siendo buena, su intrínseca belleza disimula una ejecución deficiente. El maestro Sacarabino, una de las mejores batutas de nuestro país, mostró su sólida formación, su análisis profundo de la partitura que va a realizar, su compromiso con la música hecha con todo lo que el oyente espera. El vehículo para gozar de su presencia en nuestra ciudad, luego de dieciséis años de su última visita, fue la Cuarta de Chaicovsqui. Cuando empezó a conocerla, hace años, su primer pegunta fue “¿porqué fa menor, si se trata de una tonalidad que solo reconocía como antecedente sinfónico, una partitura de Haydn?” A partir de esa simple pregunta y teniendo en cuenta las vicisitudes del compositor, decidió cómo debía interpretarla. Decidió un lenguaje incisivo en la feroz poliritmia del tormentoso primer movimiento, la refinada y sutil exposición del “andantino” y “scherzo” siguientes para cerrar con un espectacular “allegro”, verdadero clímax de las desesperaciones íntimas de Chaicovsqui. Uno de los grandes misterios del arte musical, es la aceptación de diferentes enfoques estéticos. Pues bien, el exhibido por Scarabino fue cabal, rotundo, fino, elegante, decisivo, culto, inteligente…como es él.